miércoles, 10 de junio de 2015

WILLIAM WALKER O EL TÍPICO CASO DEL FILIBUSTERO IMPERIALISTA ESTADOUNIDENSE

Desde su creación, los Estados Unidos comenzaron a pensar en el dominio total del continente americano. Esto se vio reforzado con la Doctrina Monroe (1823), elaborada por John Quincy Adams para un discurso del entonces presidente James Monroe, y que decía, en pocas palabras, "América para los americanos", o lo que es lo mismo, Europa, no te metas en América porque esta es nuestra zona de influencia (estas son mis palabras, no de Adams ni de Monroe). Por otro lado, la idea del Destino Manifiesto surgió en 1845 cuando el periodista John L. O'Sullivan publicó un artículo en la revista Democratic Review de Nueva York, lo siguiente:

"El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino."

En otras palabras, la misión asignada por la providencia a los Estados Unidos es gobernar todo el continente americano. Bonita filosofía, en especial por lo que atañe a nosotros los latinoamericanos. Siguiendo estos principios, el país se extendió de este a oeste y no lo hizo de norte a sur porque al final descubrió que era más fácil obtener el dominio económico que el territorial.

William Walker

Sin embargo, no faltaron los locos que decidieron seguir por su propia cuenta con estos postulados, para mayor gloria de su país y de su raza, imponiendo su dominio sobre países considerados como salvajes por ellos.

Es el caso de William Walker, un hombre con sueños de grandeza que quiso compartir los beneficios de la civilización anglosajona con nosotros, los pobres y atrasados hispanoparlantes. Este hombre, nacido en Nashville, Tennessee, en 1824, era un fiel seguidor de la Doctrina Monroe y del Destino Manifiesto, y estaba seguro que los habitantes de latinoamérica veríamos con buenos ojos la instalación en nuestros países de algunas de las mejores instituciones anglosajonas, como la esclavitud, por ejemplo.

Walker era el típico caso del hombre que se cree llamado a entrar en la Historia por la puerta grande. Intentó ser médico, abogado, pastor puritano, periodista y político. En 1850, aburrido de su vida en Nueva Orleans, este buen hombre decidió consagrar su vida al loable esfuerzo de llevarnos a nosotros, los mexicanos, los beneficios de la civilización occidental. Para ello, en 1853 organizó una expedición para conquistar Sonora y Baja California, con la intención de crear allí una nueva república que después se uniría a los Estados Unidos. Igual que el caso texano, vaya. Eran los tiempos en que Santa Anna estaba negociando con los Estados Unidos para evitar, precisamente. la pérdida de esos territorios.

Walker se dirigió a La Paz, Baja California, acompañado de 50 filibusteros más. La ciudad cayó fácilmente en sus manos, pues el gobierno mexicano, que no había aprendido la lección de 1848, no tenía demasiadas topas en en ese territorio. De inmediato proclamó la independencia de la península e incluso diseñó una bandera. este triunfo atrajo a más aventureros estadounidenses que decidieron unirse a él en número de 230. Con estos refuerzos, Walker se proclamó presidente de la República de Sonora, pero no contaba con la firma del Tratado de La Mesilla, por el cual Santa Anna le vendía a los Estados Unidos una parte del territorio de Chihuahua y Sonora. Después de obtener este territorio, el gobierno de Washington decidió que Walker era un estorbo y declaró que sus actividades no contaban con el aval del gobierno, lo que permitió a los mexicanos enviar tranquilamente tropas para someterlo. Walker se trasladó a Sonora con los 34 hombres que le quedaban, y al comprender que no tenía posibilidades de triunfo, cruzó de nuevo la frontera y regresó a los Estados Unidos, donde fue juzgado por violar las leyes de neutralidad, aunque fue declarado inocente por tener "buenas intenciones".

Bandera de la "República de Sonora"

Decepcionado de la ingratitud de los mexicanos, que no supieron valorar sus esfuerzos civilizatorios, Walker dirigió su mirada a otro país, un poco más al sur: Nicaragua. En esos años, Nicaragua había cobrado gran importancia para los Estados Unidos, ya que se tenía la intención de construir por ahí un canal que uniera los océanos Atlántico y Pacífico, reduciendo así a la mitad el tiempo de viaje entre Nueva York y San Francisco, lo que cobraba especial relevancia tras el descubrimiento de grandes cantidades de oro en California en 1849. El hombre más interesado en el proyecto era el multimillonario Cornelio Vanderbilt, quien obtuvo los derechos exclusivos para la prestación del servicio de transporte de pasajeros en Nicaragua. Pero temiendo que un cambio de gobierno en el país centroamericano o la interferencia de Gran Bretaña, que tenía grandes intereses en esa zona, arruinaran sus planes, comenzó a instigar la colonización de Nicaragua por parte de colonos estadounidenses. En esas circunstancias apareció en escena William Walker, el paladín de los anglosajones.

Cornelio Vanderbilt

Nicaragua, como todos los países latinoamericanos en aquella época, tenía graves problemas políticos. Dos partidos se disputaban el poder: los democráticos (apoyados por Estados Unidos) y los legitimistas (apoyados por Inglaterra). Walker llegó a Nicaragua en junio de 1855, junto con 58 "colonos" (filibusteros en realidad), llamados "Los Inmortales". De inmediato comenzaron a luchar al lado de los miembros del partido democrático en contra del presidente legitimista Fruto Chamorro Pérez (con semejante nombre a quién se le ocurre ser presidente ¿no?), quien tampoco era una finísima y democrática persona.

Al final, Walker se deshizo de sus aliados democráticos y se apoderó del gobierno de Nicaragua, aunque no pudo mantenerlo por mucho tiempo debido a la falta de apoyo oficial de los Estados Unidos, además de que se enemistó con Vanderbilt y con los gobiernos de los otros países centroamericanos, que no veían con buenos ojos su presencia en Nicaragua. Entre otras cosas, durante su gobierno decretó la reinstalación de la esclavitud en el país. Walker fue presidente de junio de 1856 a mayo de 1857, cuando se rindió ante un enviado de los Estados Unidos, debido a que no podía resistir más el acoso de las tropas de los países centroamericanos que le habían declarado la guerra.

Bandera de Nicaragua bajo William Walker

En noviembre de ese mismo año realizó un segundo intento que fracasó por completo. Walker no quería renunciar a su sueño civilizatorio. Con una constancia digna de mejor causa, lo volvió a intentar en diciembre de 1858 y en junio de 1860, aunque en esta última expedición sus esfuerzos se dirigieron contra Honduras, harto ya de la ingratitud nicaragüense. Pero sus buenas intenciones tampoco fueron apreciadas por los hondureños, quienes terminaron por fusilarlo en diciembre de ese mismo año.

¡Y luego se preguntan porqué los Estados Unidos son mal vistos por el pueblo latinoamericano! Aunque nunca lo hizo de forma oficial, el gobierno de Washington permitió descaradamente la afluencia de filibusteros en apoyo de Walker, impidiéndolo tan sólo cuando sus intereses le indicaban que debía hacerlo. Desde entonces, el nombre de Walker quedó asociado de forma indisoluble al imperialismo estadounidense.

Con este artículo, el blog regresa a la circulación después de una semana de duelo. Un abrazo a todos desde la calurosa Nueva York.


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