Todos sabemos lo que ocurrió en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968. La matanza perpetrada por el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz con la finalidad de terminar con el movimiento estudiantil que amenazaba con echarle a perder las Olimpiadas.
Pero por desgracia, Tlatelolco no fue la primera ni la última matanza de este tipo llevada a cabo por el gobierno y el ejército mexicano.
Muchos de los incidentes posteriores a Tlatelolco son bien conocidos. Otros no tanto. Pero los anteriores han caído en un olvido preocupante. Es por ello que el día de hoy quiero rescatar uno de ellos, el sucedido en la ciudad de León, Guanajuato, el 2 de enero de 1946.
En ese entonces, el presidente de la República era Manuel Ávila Camacho, el mismo que ha pasado a la historia como "el presidente caballero", pues se dice de él que era una persona afable y bonachona.
Manuel Ávila Camacho |
Todo comenzó en julio de 1944 cuando un grupo local de industriales y el exsinarquista José Trueba Olivares, organizaron un partido político llamado Uníón Cívica Leonesa (UCL) con Ricardo Hernández Sorcini como líder. Su finalidad era oponerse al PRM (ahora PRI) en las elecciones locales. Las elecciones para presidente municipal se llevaron a cabo el 16 de diciembre de 1945. La UCL presentó como candidato a Carlos Obregón en contra del candidato oficial Ignacio Quiroz.
El día de las elecciones, a las diez de la mañana, los funcionarios electorales decidieron de forma ilegal cerrar las casillas al darse cuenta de la copiosa votación que se estaba acumulando a favor de la oposición. Un informe secreto elaborado por la Secretaría de Gobernación, a cargo de Primo Villa Michel, reconoció que el candidato de la UCL había ganado. Sin embargo, el triunfo se le adjudicó a Quiroz, el candidato oficial. Ante ese anuncio, una delegación de figuras públicas locales fueron a la ciudad de México para hablar con el presidente, quien se negó a recibirlos.
La tensión en la ciudad de León crecía mientras se acercaba el 1 de enero de 1946, día en que Quiroz tomaría posesión de la presidencia municipal. El 31 de diciembre el gobernador mandó a León a un grupo grande de reservistas del ejército disfrazados de agraristas para simular el apoyo popular al nuevo gobierno.
Parque Hidalgo |
El 1 de enero la UCL realizó un mitin de protesta en el Parque Hidalgo, a tres kilómetros de la plaza central de León, al que acudieron cerca de dos mil personas. El coronel Pablo Cano Martínez, al frente de 100 soldados, se dirigió allá. Metralleta en mano introdujo a sus tropas en el parque con las bayonetas caladas y dispersó a los manifestantes con un saldo de cientos de heridos, entre ellos una mujer embarazada que murió pocos días después a causa de los golpes recibidos.
Ante el escándalo que esto provocó, la mayoría de los comerciantes de León, simpatizantes de la UCL, decidieron cerrar sus tiendas a partir del mediodía del 2 de enero como acto de protesta. Ese mismo día una multitud se presentó frente al palacio municipal para exigir la renuncia de Quiroz, mientras los líderes de la UCL trataban de dialogar con el gobierno. Por la noche, un grupo de adolescentes de entre doce y dieciséis años comenzó a dar de vueltas a la plaza cargando un ataúd con un par de letreros que decían "Quiroz" y "PRM", lo que provocó los aplausos de la multitud allí reunida. Mientras tanto, el coronel Emilio Olivera Barrón mantenía a sus soldados dentro del palacio municipal.
Manifestantes |
De acuerdo con la versión oficial (todos sabemos lo que eso significa en cuanto a credibilidad), alrededor de las nueve de la noche una piedra "golpeó o cayó cerca" del coronel Olivera, quien dio la orden de disparar tres veces al aire como advertencia. Como la gente no se retiró, 20 soldados salieron en fila del palacio municipal y se formaron, diez de ellos de pie y diez pecho a tierra. Entonces comenzaron a disparar contra los civiles, que se calculaban en esos momentos en más de cinco mil. También abrieron fuego dos ametralladoras emplazadas en la azotea del edificio. Cuando la gente comenzó a correr, presa del pánico, los soldados se dividieron en dos grupos para atraparlas en fuego cruzado. Casi de inmediato llegó la Cruz Roja, pero cuando uno de sus camilleros fue alcanzado mortalmente por las balas, se retiró.
El jefe de la policía militar aseguró que la gente de la plaza había comenzado los disparos y la tropa tan sólo se había defendido, pero no presentó ninguna prueba de ello, además de que ningún soldado resultó muerto o herido. Una vez más, según la versión oficial, murieron 30 personas. De acuerdo con la Cruz Roja, fueron 74. Los heridos pasaron de doscientos. Para apoyar su versión, algunos oficiales disfrazaron de soldados a un pequeño número de los muertos, pero sin fijarse que los uniformes que les pusieron no tenían agujeros de balas, mientras que los cuerpos que los portaban, sí.
Palacio Municipal de León |
Los líderes locales del PRM (PRI), Delfino Carranza, Manuel Carmona y Felipe Hernández Segura, aseguraron que la matanza había sido provocada por los sinarquistas como un primer paso para una insurrección general. Por cierto, por si no lo saben, los sinarquistas fue un grupo de extrema derecha de los años 30's, identificado con el fascismo, pero que en los 40's ya estaba totalmente desarticulado.
El escándalo que provocó la matanza fue mayúsculo y obligó al presidente Ávila Camacho a quitar al gobernador de Guanajuato y declarar nulas las elecciones municipales de León. El licenciado Nicéforo Guerrero, magistrado asociado de la Suprema Corte de Justicia, fue nombrado gobernador interino.
La prensa también reaccionó. Excélsior, Novedades y La Prensa, calificaron el episodio como una desgracia sin precedentes en la historia. A mediados de enero, muchos bancos y empresas de todo el país cerraron sus puertas en señal de duelo. De forma por demás reprobable, algunos medios de comunicación de izquierda como El Popular (órgano de la CTM dirigido por Lombardo Toledano) consideraron como sediciosas las protestas por los asesinatos ocurridos en León. Y eso que el presidente Ávila Camacho era abiertamente de derecha y enemigo de los líderes obreros. Incluso este periódico llegó a decir que los imperialistas estadounidenses habían armado a los sinarquistas para que éstos provocaran a la tropa, lo que era totalmente falso de acuerdo, incluso, con el informe secreto elaborado por el gobierno. Cuando Excélsior le respondió que los soldados habían disparado contra una multitud de clase obrera, los de la CTM no supieron que contestar.
En febrero, el candidato de la UCL, Carlos Obregón, fue declarado presidente municipal de León. Pero era muy tarde para evitar el escándalo internacional, pues ya se hablaba de la matanza en periódicos de los Estados Unidos, Europa e incluso la Unión Soviética.
Pro la actitud del presidente Ávila Camacho al destituir al gobernador y declarar nulas las elecciones municipales no fue producto de su conciencia democrática sino de la presión popular y el descrédito internacional. Lo peor para el presidente y el partido oficial era el hecho de que la campaña electoral para renovar la presidencia ya estaba en marcha, por lo que comenzó a correr el rumor de que los especialistas en relaciones públicas del PRM discutían la opción de cambiar el nombre del partido, en un intento por desviar del candidato Miguel Alemán la indignación pública, lo que en efecto ocurrió poco después, cuando se anunció con bombo y platillo el surgimiento del nuevo Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Entierro de los caídos |
Por otro lado, la tentativa de que el ejército pretendía falsear los hechos para evitar su responsabilidad, tampoco ayudó de mucho al gobierno. Cuando el jefe de la policía militar, el general Roberto Bonilla, presentó un informe en el que aseguraba que todas las balas disparadas el dos de enero eran de calibre diferente al usado por ejército, nadie le creyó. En un artículo publicado en La Prensa, el periodista González Tejada, refiriéndose a dicho informe, aseguró que cien mil testigos debían entonces de estar equivocados. Al final, el ejército se limitó a acusar a los coroneles Cano Martínez y Olivera Barrón de delitos menores, anunciando que serían juzgados por un tribunal militar, mismo que acabó por declararlos inocentes en una corte marcial celebrada en Guadalajara el 3 de noviembre, once meses después.
Una comisión de la Suprema Corte de Justicia, encabezada por Roque Estrada, concluyó que no había habido provocación y que las fuerzas federales eran totalmente responsables. Sin embargo, cuando los miembros de esta comisión quisieron interrogar a los soldados involucrados, les dijeron que era imposible porque habían sido trasladados a Irapuato. Pero su informe fue demoledor. Todos los agujeros de bala estaban en los edificios frente al ayuntamiento y ninguno en éste. Todas las balas habían sido del calibre utilizado por el ejército. Todos los muertos habían sido civiles desarmados.
Era evidente que el ejército había actuado con injustificable violencia frente a una protesta pacífica por la imposición del candidato oficial. La masacre de León ensombreció la convención nacional del PRM celebrada el 18 y el 19 de enero en la ciudad de México. Miguel Alemán quedó muy desacreditado por haber guardado silencio sobre el incidente.
Sin embargo, el más dañado políticamente fue el líder de la izquierda, Vicente Lombardo Toledano, que en su afán de defender al gobierno argumentó que los líderes locales del PRM se habían adormecido y no habían advertido las astutas maquinaciones de los agentes reaccionarios que planearon la masacre para desacreditar al gobierno.
Vicente Lombardo Toledano |
Es vergonzoso que la masacre de León, de escala semejante a la de Tlatelolco en 1968, haya sido olvidada por los estudiosos de la historia, los líderes sociales y el público en general. La falsa asociación con los sinarquistas, creada por la versión oficial de los hechos, convirtió a los caídos en víctimas sin méritos para ser mártires de la democracia.
El Comité Nacional de la Unión Nacional Sinarquista publicó un manifiesto en que expresaba que "no ha intervenido oficialmente en la dirección o control de la lucha cívica iniciada y mantenida por la Unión Cívica Leonesa a favor de la candidatura del señor Carlos A. Obregón", aunque aceptó que "en lo particular si han participado abiertamente en la campaña política nacional; pero lo han hecho conforme a su propio criterio y en uso de sus derechos ciudadanos." El propósito de este comunicado era desmentir las acusaciones del PRM de que tras la UCL estaban las manos del sinarquismo.
Ojalá que este pequeño artículo contribuya a rescatar del olvido a estas víctimas del PRI.