En el centro de Italia, entre los Apeninos y el Mediterráneo, se extiende una vasta llanura surcada de colinas que los antiguos llamaban el Lacio y que, gracias a las aguas del Tíber que cruzan por uno de sus extremos, es de una fertilidad extraordinaria. Justo ahí surgió, hace ya muchos siglos, una de las ciudades más impresionantes del mundo: Roma. Imagino que si has escuchado hablar de ella, ¿verdad?
Como sucede con todo el mundo antiguo, el origen de la ciudad de Roma se pierde un poco entre el mito y la realidad, lo que vuelve un poco complicado su estudio. No se sabe con certeza de donde surgió y cuáles son sus antecedentes. Actualmente se presentan muchas hipótesis al respecto, unas con más fundamento que las otras, pero que no dejan de ser más que eso: simples hipótesis. Por otro lado, la tradición le otorga un origen mítico relacionado con los gemelos Rómulo y Remo, como debe corresponder a una ciudad que alcanzaría, como Roma, el primer lugar en el mundo antiguo. Ya en la época imperial, se estableció el 21 de abril del 753 a.E.C. (antes de la Era Común) como la fecha de su fundación. Pero veamos lo que el historiador romano Tito Livio (59 a.E.C. a 17 E.C.) nos dice al respecto:
"Restablecido Numitor en el trono albano, Rómulo y Remo concibieron el deseo de fundar una ciudad en el paraje mismo donde habían sido arrojados y criados. La muchedumbre de habitantes que llenaba Alba y el Lacio, aumentada más y más con el concurso de los pastores, hacía esperar que la nueva ciudad superase a Alba y Lavinia. Aguijoneaba este deseo la sed de mando, mal hereditario en ellos, y odiosa lucha terminó el debate tranquilo al principio. Como eran gemelos y no podían decidir la primogenitura, encomendaron a las divinidades tutelares de aquellos parajes el cuidado de designar por medio de augurios cuál de los dos había de dar nombre y regir la nueva ciudad, retirándose Rómulo al Palatino y Remo al Aventino, para inaugurar allí los templos augurales.
Tito Livio |
Dícese que Remo recibió primero los augurios: constituíanlos seis buitres, y acababa de anunciarlo, cuando Rómulo vio doce; siendo aclamado rey cada hermano por los suyos, fundándose unos en la prioridad, los otros en el número de las aves. La ira convirtió en sangriento combate el altercado, y en la acometida cayó muerto Remo. Según la tradición más común, Remo saltó por juego las nuevas murallas que Rómulo había construido, y enfurecido éste, le mató, exclamando: 'Así perezca todo el que se atreva a saltar mis murallas.' Quedando solo Rómulo, la nueva ciudad tomó el nombre de su fundador, quien fortificó ante todo el monte Palatino, sobre el cual había sido aclamado."
Rómulo y Remo amamantados por una loba. |
Esta versión legendaria que maneja Tito Livio fue la más aceptada por los romanos y por la mayor parte de la historiografía posterior. Sin embargo, ya en el siglo I de la Era Común, un historiador griego llamado Plutarco, más imparcial que los romanos, nos presentó otras versiones también míticas y legendarias, en las que encontramos casi siempre un elemento común: los romanos descienden de los griegos (aqueos o troyanos). Esto es lo que dice el buen Plutarco:
"Este nombre grande de Roma, que con tanta gloria ha corrido entre todos los hombres, no están de acuerdo los escritores sobre el origen y causa por donde le vino a la ciudad que con él se distingue. Algunos creen que los Pelasgos, que corrieron por diferentes partes de la tierra y sojuzgaron muchos pueblos, se establecieron allí, y de la fuerza de sus armas dieron este nombre a la ciudad, que eso quiere decir Roma. Otros refieren que tomada Troya, algunos de los que huían pudieron hacerse de naves, e impelidos del viento fueron a caer en el país Tirreno, y pararon en las inmediaciones del Tíber. Allí, estando ya las mujeres sin saber qué hacerse, y muy molestadas de la navegación, una de ellas, llamada Roma, que sobresalía en linaje y prudencia, les propuso dar fuego a las naves: hízose así, y al principio los hombres se incomodaron; pero cediendo luego a la necesidad, se establecieron en lo que se llamó Palacio; y como al cabo de poco viesen que les iba mejor de lo que habían esperado, por ser excelente el país y haber sido muy bien recibidos de los habitantes, dispensaron a Roma entre otros honores el que de ella, como de primera causa, tomase nombre su ciudad."
Más adelante y para rizar más el rizo, el mismo Plutarco nos presenta múltiples
opciones más:
"Unos dicen que Roma, hija de Italo y de Leucaria, o, según otra tradición, de Telefo el de Hércules, casada con Eneas, fue la que puso nombre a la ciudad; y otros que no fue sino una hija de Ascanio el de Eneas. Según una sentencia, fue Romano, hijo de Ulises y de Circe, el que fundó a Roma; según otra, Remo el de Ematión, enviado por Diómedes desde Troya; y según otra, Romis, tirano de los latinos, el que arrojó de allí a los tirrenos, que de la Tesalia habían pasado a la Lidia, y de la Lidia a Italia. No sólo esto, sino que aún los que con más fundada razón designan a Rómulo como denominador de aquella ciudad, no convienen entre sí acerca de su origen; porque unos sostienen que fue hijo de Eneas y Doxitea la de Forbante, y que siendo niño, fue traído a Italia con su hermano Remo, y habiéndose perdido en el río, que había salido de madre, los demás barcos, aquel en que navegaban los dos niños había arribado a una orilla muelle, y salvos, por tanto, inesperadamente, se puso al sitio el nombre de Roma; otros que Roma, hija de aquella troyana, la cual hija casó con Latino el de Telémaco, dio a luz a Rómulo; y otros que fue Amulia la de Eneas y Lavinia, conocida por Marte. Finalmente, otros hacen en este punto relaciones del todo fabulosas; que Tarquecio, rey de los albanos, hombre sumamente injusto y cruel, tuvo dentro de su palacio una visión terrible, un falo que salió de entre el fuego, y estuvo permanente por muchos días. Había en el país tirreno un oráculo de Tetis, del cual vino a Tarquecio la respuesta de que una virgen se ayuntase con el fantasma, porque nacería de ella un hijo muy esclarecido, excelente en virtud, en fortuna y en valor. Dio parte del oráculo Tarquecio a una de sus hijas, mandándole que se ayuntase al fantasma; mas ésta lo miró con abominación y envió a una de sus criadas. Cuando Tarquecio lo llegó a entender, lo llevó muy a mal, e hizo prender a entreambas para darles muerte; (....) Dio a luz la criada dos gemelos, y Tarquecio los entregó a Teracio con orden de que les diese muerte; pero este les expuso a la orilla del río, donde una loba acudía a dales de mamar, y diversas aves, trayéndoles de su cebo, lo ponían en la boca a los niños, hasta que un vaquero los vio, y lo tuvo a maravilla, se atrevió a acercarse, y los llevó consigo; y habiéndose salvado por este medio, acometieron después a Tarquecio, y le vencieron. Así lo cuenta un historiador llamado Promatión, que dio a luz una historia de Italia."
Pero más adelante, Plutarco nos presenta de nuevo la versión de Tito Livio, aunque él la hace originaria de un historiador griego y la presenta, además, con más lujo de detalles que la utilizada por Livio. Veamos:
"Mas la relación que pasa por más cierta y tiene mayor número de testigos en su favor, la publicó el primero entre los griegos en sus más señaladas circunstancias, Diocles Peparetio, a quien en las más de las cosas, sigue Fabio Pictor; y aunque todavía hay otras diversas sentencias acerca de estos mismos sucesos, la más recibida, para venir ya al caso, es en esta forma:... porque los antiguos a la teta le decían ruma,... Recogió los niños uno de los pastores del Rey, sin que nadie lo entendiese,... y que por habérseles visto mamar de la loba, de aquí vino ponérseles los nombres de Rómulo y Remo...Muerto Amulio, y restablecido el orden, no tuvieron por conveniente permanecer en Alba, no teniendo el mando; ni tampoco tenerle, viviendo el abuelo materno: entregando, pues, a éste la autoridad, y poniendo a la madre en el honor que le correspondía, determinaron vivir sobre sí, fundando una ciudad en aquel territorio en que al principio recibieron el primer sustento, que es entre todos el motivo más plausible. Era quizás también preciso, habiéndoseles reunido tantos esclavos y hombres sediciosos, o quedarse sin fuerzas con la dispersión de esta gente, o formar un establecimiento aparte...Echados los primeros cimientos de la ciudad, levantaron un templo de refugio para los que a él quisiesen acogerse, llamándole del Dios Asilo: admitían en él a todos, no volviendo los esclavos a sus señores, ni el deudor a su acreedor, ni el homicida a su gobierno, sino que aseguraban a todos la impunidad, como apoyada en cierto oráculo de la Pitia; con lo que prontamente la ciudad se hizo muy populosa, siendo así que los primeros fuegos se dice que no pasaban de mil; pero esto se cumplió ya más adelante... Dio Rómulo sepultura en el sitio llamado Remonia a Remo y a los que le habían dado la crianza; y atendió luego a la fundación de la ciudad, haciendo venir de la Etruria o Tirrenia ciertos varones, que con señalados ritos y ceremonias hacían y enseñaban a hacer cada cosa a manera de una iniciación. Porque en lo que ahora se llama Comicio se abrió un hoyo circular, y en él se pusieron primicias de todas las cosas que por ley nos sirven como provechosas, o de que por naturaleza usamos como necesarias; y de la tierra que de él se sacó cada uno cogió y trajo un puñado, que lo echó también allí como mezclándolo. Dan a este hoyo el mismo nombre que al cielo, llamándole mundo. Después (que son los demás ritos) como un círculo describen desde su centro la ciudad; y el fundador, poniendo en el arado una reja de bronce, y unciendo dos reses vacunas, macho y hembra, por sí mismo las lleva, y abre por las líneas descritas un surco profundo, quedando al cuidado de los que le acompañan ir recogiendo hacia dentro los terrones que se levantan, sin dejar que ninguno salga para afuera. A la parte de allá de esta línea fabrican el muro, por lo que síncope la llaman pomerio, como promerio o antemuro. Donde intentan que se haga puerta, quitando la reja y levantando el arado, hacen una como pausa: así tienen por sagrado todo el muro, a excepción de las puertas, porque si éstas se reputasen sagradas, sería sacrilegio el introducir y sacar por ellas muchas cosas, o necesarias, o no limpias.
Tiénese por cierto que la primera fundación de Roma se verificó el día 11 antes de las calendas de Mayo, el que solemnizan los romanos como día natal de su patria."
Plutarco |
Como podemos ver, a pesar de que la historia de Rómulo y Remo era la más apreciada por los romanos, en realidad existían muchas leyendas más. Estos orígenes míticos tienen una razón de ser dentro de la historiografía romana antigua. En efecto, un pueblo como el romano, destinado a dominar en casi todo el mundo conocido, tiene que legitimar su dominio, y ¿qué mejor forma de hacerlo que presentando un origen legendario en el que intervienen héroes y dioses? Además, este origen satisfacía el deseo de los romanos de no ser extraños a las gentes del Lacio y además, de ser parientes de los griegos y los troyanos. Por otro lado, no son los únicos en hacer algo así. Todos los pueblos de la antigüedad han buscado remontar sus orígenes a los dioses, sin importar si son de China, Mesopotamia o Mesoamérica.
Pero volviendo a Roma, es importante destacar, sin embargo, que ya desde la antigüedad se cuestionó este origen mítico. El escritor griego Dionisio de Halicarnaso (s. I a.E.C.) mencionaba ya que en su tiempo se manejaba la tradición de que Roma había sido fundada por los etruscos.
Por otro lado, como ya lo mencionó Plutarco, encontramos la leyenda de que Roma se había fundado cuando unas mujeres prisioneras procedentes de Troya eran llevadas por los aqueos a su patria. Desembarcan en el Lacio y las mujeres, acaudilladas por una tal Rhomé (en griego, “la Vigorosa”), incendian las naves obligando así a los aqueos a establecerse con ellas en esas tierras. La ciudad tomaría el nombre de esta mujer.
El problema es que los historiadores antiguos no se ponen de acuerdo sobre el origen de aquellas mujeres y en especial de Rhomé. Unos la hacen griega y otros troyana. De esta manera se enfrentan dos antiguas tradiciones: una dice que Roma es una colonia aquea y la otra que es una colonia troyana.
Una cosa sí es cierta, a finales del segundo milenio antes de la Era Común se dio una gran migración del Oriente hacia el Occidente, como lo prueban los numerosos hallazgos arqueológicos encontrados. Así, es posible que la leyenda de la fundación troyana de Roma tenga un fondo histórico real, pues en el mundo etrusco del siglo IV a.E.C., la figura de Eneas ya era muy popular y se le consideraba como el héroe piadoso por excelencia.
Sin embargo, lingüísticamente hablando nos encontramos con otro origen para los romanos. La lengua de Roma es la latina, de origen indoeuropeo, lo que les convierte en “parientes” de los sículos, los villanovianos (antecesores de los italiotas) y de los vénetos y los aleja un poco de los etruscos, que son un pueblo de origen todavía no bien definido que se cree que vinieron del Asia Menor.
Es por ello que la hipótesis más plausible es la de que los romanos sean de origen latino y que sufrieran durante un tiempo la dominación etrusca, lo que haría que adquirieran la cultura y las tradiciones de este pueblo, en aquel entonces más civilizado que ellos. En efecto, de los etruscos tomaron los romanos los conceptos de ciudad y de rey, parte de su religión, de su lengua y muchas de sus instituciones. Además, el dominio etrusco es reconocido incluso por los historiadores romanos, ya que, aunque nunca mencionan que Roma hubiera caído bajo su dominio, reconocen que la dinastía fundada por Tarquino Prisco el Soberbio, era de origen etrusco, además de que algunos de los reyes anteriores tienen un nombre claramente etrusco.
Ahora bien, volviendo a la fundación de Roma, es probable que en su origen ni siquiera fuera una ciudad, sino simplemente un grupo de chozas en el Palatino que albergaban a grupos de pastores sedentarios y que habían encontrado allí un lugar de refugio cómodo, que dominaba los pantanos mantenidos por los frecuentes desbordamientos del Tíber y que se unía al resto de la meseta latina por un istmo estrecho y fácil de cerrar, lo que proporcionaba seguridad a estas gentes.
De esta manera, Roma no era en sus orígenes mas que una aldea latina de las muchas que se encontraban diseminadas entre el mar, las colinas y el curso del Tíber. Todas ellas tenían sin embargo un lazo de unión: el culto a Júpiter Latino, el gran dios del Lacio, que residía en la más elevada cima de la región, el Monte Albano. Es por ello que Alba Longa era la principal ciudad latina y la “líder” de la Liga Latina.
Por otro lado, independientemente del origen de los romanos, las excavaciones arqueológicas han demostrado que a su llegada y establecimiento en el lugar, había otras tribus más débiles y más antiguas que subsistieron en el sitio en que después se establecería Roma, participando en su fundación. De esta manera, se admite que las cabañas del Quirinal pertenecían a los sabinos, mientras que los latinos ocupaban el sur del Foro.
Un tercer punto a discutir, tras haber analizado el origen de los romanos y la leyenda de la fundación de Roma, consiste en saber quién rayos era Rómulo.
La tradición lo vuelve príncipe de sangre real de la antigua estirpe latina que tenía ascendencia griega y troyana. Una segunda hipótesis lo hace miembro de un grupo nórdico de invasores que hacia comienzos del primer milenio a.E.C. arribaron a la llanura del Po y ocuparon el norte de Italia. Un grupo de ellos se desplazaría después hacia el sur y se establecería en el Lacio, especialmente en el Palatino porque la forma de esta colina les recordaba sus viviendas, llamadas Terramaras.
Una tercera hipótesis lo convierte en un forajido de Etruria que buscó refugio, junto con un grupo de “desesperados” en las colinas en que se asentaría después Roma, fundando en un origen una especie de ciudad-refugio. Esta hipótesis suele ser la más aceptada por los historiadores modernos, aunque no se deja de reconocer que la figura de Rómulo se encuentra rodeada por la leyenda y que, por lo mismo, no se puede aceptar tajantemente su existencia.
Curiosamente, la leyenda sobre Rómulo y la fundación de Roma no es de origen romano, sino griego. Ya en el siglo V a.E.C., Helánico de Lesbos decía que Roma fue fundada por Eneas. Posteriormente, por motivos cronológicos (los años transcurridos desde la fundación hasta la caída de la monarquía no cuadraban con el número de reyes), los historiadores latinos convirtieron a Eneas en fundador de la dinastía a la que pertenecería después Rómulo, el verdadero fundador de la ciudad.
Pero había otra variante. En la leyenda griega figura un sólo fundador llamado Romo (en etrusco, Rómulo). Al pasar la leyenda a Italia, la figura del fundador se duplica, surgiendo así Rómulo y Remo. El historiador soviético Serguei Ivanovich Kovaliov menciona en su Historia de Roma que en el museo de Bolonia existe una lápida del siglo IV a.E.C. en la cual se representa una loba amamantando a un sólo niño. Según él, la versión de los mellizos Rómulo y Remo es posterior a la fundación de Roma y sólo se aceptó por los romanos hasta comienzos del siglo III a.E.C.
Analizado todo lo anterior, es necesario llegar a una conclusión sobre los tres tópicos mencionados en este artículo. Por lo que se refiere al origen de los romanos, como ya indiqué, lo más probable es que fueran de origen latino (indoeuropeo) y que hubieran sufrido la dominación etrusca, lo que justificaría su lengua latina y sus costumbres altamente “etrusquizadas”.
En lo referente a la fundación de Roma, lo más seguro y probable es que en un principio se tratara de una simple concentración de chozas de pastores que formarían después una aldea, y que se convertiría en ciudad al ser ocupada por los etruscos, como punto de avanzada hacia una posible conquista del Lacio.
Maqueta de la Roma antigua. Museo della Civilitá Romana. |
Por último, en lo que se refiere a Rómulo, es importante destacar que su figura mítica ni siquiera es original de los romanos, ya que la leyenda del niño abandonado a las orillas del río ya había sido utilizada por otros pueblos mucho más antiguos, como los sumerios (leyenda de Sargón) o los israelitas (leyenda de Moisés). Por ello y por todo lo mencionado anteriormente, no es probable que Rómulo hubiera existido en realidad y mucho menos que hubiera fundado una ciudad como Roma, o en todo caso, si hubiera existido, lo más seguro es que se tratara de un exiliado etrusco (político o criminal) que hubiera buscado refugio entre los latinos que habitaban la colina del Palatino y les hubiera transmitido algunas de las instituciones propias de la cultura etrusca.
Así está la cosa. Si tienes otros datos, te pediría que los compartieras para discutirlos.