El 1 de abril de 1833, Valentín Gómez Farías tomó posesión de la vicepresidencia, en ausencia del presidente electo, Antonio López de Santa Anna. En su toma de posesión, Don Valentín se encontraba acompañado por Miguel Ramos Arizpe, el doctor José María Luis Mora y Manuel Gómez Pedraza (el presidente saliente), entre otras gentes.
Valentín Gómez Farías |
Su mensaje, de sorprendente brevedad y muy parco en sus promesas, señalaba la necesidad de mejorar los ramos de Hacienda, de Justicia y de Instrucción Pública, éste último mediante el impulso de la desatendida enseñanza primaria. Anunciaba, además, la expedición de algunas leyes de colonización, como medio para incorporar económicamente al país algunas de nuestras grandes regiones despobladas. Recuérdese que aún poseíamos los grandes territorios de California, Arizona, Nuevo México y Texas.
Nada en ese documento revelaba el sentido revolucionario que el Vicepresidente habría de imprimirle a su política. Sólo en un breve pasaje, al final, criticaba a "los que ven con dolor frustrados sus designios; los que quieren paz, si ellos mandan, y provocan la discordia si no ocupan los puestos públicos; los que temen que el gobierno les haga sentir el peso de las leyes si no desisten de sus maquinaciones".
Obviamente, Gómez Farías se refería con esto a sus contrarios políticos, los centralistas, sin embargo, si somos justos, las palabras dichas por él deberían de haberse aplicado también a los federalistas, ya que tanto unos como otros "quieren paz si ellos mandan y provocan la discordia si no ocupan los puestos públicos".
Mucho más enérgica fue la respuesta del presidente de la Cámara, don Juan Rodríguez Puebla, quien había dicho, al final de su discurso, estas palabras amenazadoras: "... el humilde y honrado artesano no sufrirá las vejaciones de una execrable y ridícula aristocracia... La República será purgada de los que tuercen la vara de la justicia, y quedarán para siempre escarmentados los que aspiran a rehacerse de esa tiranía que sacrificó ilustres mexicanos, que hacinó cadáveres sobre cadáveres y empapó nuestro suelo con sangre".
José María Luis Mora |
Si hemos de creer lo que dice Carlos María de Bustamante en su "Cuadro Histórico", la tormenta política, oculta para muchos en su incubación, se dejó sentir para todos desde aquel instante.
Con Gómez Farías se abría un nuevo capítulo en la historia de México. Por primera vez se intentó llevar a cabo una serie de reformas que el país estaba pidiendo ya con urgencia. Éstas fueron sintetizadas por el doctor Mora de la siguiente manera:
1.- Libertad absoluta de opiniones y supresión de las leyes represivas de la prensa.
2.- Abolición de los privilegios del clero y del ejército.
3.- Supresión de las instituciones monásticas y de todas las leyes que atribuyen al clero el conocimiento de negocios civiles como el contrato de matrimonio.
4.- Reconocimiento, clasificación y consolidación de la deuda pública, designación de fondos para pagar desde luego su renta, y de hipotecas para amortizarla más adelante.
5.- Medidas para hacer cesar y reparar la bancarrota de la propiedad territorial, para aumentar el número de propietarios territoriales, fomentar la circulación de este ramo de la riqueza pública, y facilitar medios de subsistir y adelantar a las clases indigentes, sin ofender ni tocar en nada el derecho de los particulares.
6.- Mejora del estado moral de los planes populares para la destrucción del monopolio del clero en la educación pública, por la difusión de los medios de aprender y la inculpación de los deberes sociales, por la formación de museos, conservatorios de artes y bibliotecas públicas, y por la creación de establecimientos de enseñanza para la literatura clásica, de las ciencias y la moral.
7.- Abolición de la pena capital para todos los delitos políticos, y aquellos que no tuvieren el carácter de un asesinato de hecho pensado.
8.- Garantía de la integridad del territorio por la creación de colonias que tuvieran por base el idioma, usos y costumbres mexicanos.
Los diputados del Congreso, temiendo con fundamento una pronta reacción de los centralistas en contra de los proyectos de reforma, se apresuraron a discutirlos y aprobarlos. Así, el 2 de octubre se consagró en un decreto la libertad de imprenta. Gómez Farías inició entonces su política reformista transformando, en sentido progresista, los colegios de San Ildefonso, San Juan de Letrán y San Gregorio. Posteriormente decretó la supresión de la Real y Pontificia Universidad de México, creando al mismo tiempo la Dirección de Instrucción Pública, a la que atribuye la facultad exclusiva de encargarse de la difusión de la cultura en todos sus aspectos y sobre nuevas bases.
Convento de San Francisco en la ciudad de México |
Intentó también poner la mano sobre el patrimonio material del clero, lo que fue la gota que derramó el vaso y se convirtió en el detonante de la rebelión. De esta manera, la política reformista de Gómez Farías fue un total fracaso.
Y es explicable. Gómez Farías representaba la juventud de un movimiento de progreso político que, desorientado en las peripecias de su propia novatez, aspiraba a remover de un solo golpe, y en unos cuantos años, los obstáculos que años y años de dominación colonial fueron formando al avance político de México. Él, y cuantos le siguieron en su empresa, estaban convencidos, sin duda, de que mientras el clero y los viejos sectores mantuvieran en sus manos los privilegios seculares, lo mismo en el campo de la economía que en el de la cultura, el país habría de continuar en su estado de pobreza y atraso. Por eso, desesperados del inconmovible poderío de la Iglesia, quisieron derrumbarlo de un solo puñetazo. Pero, aunque tales medidas se hacían necesarias objetivamente, la población, muy conservadora y atrasada políticamente, era incapaz de respaldarlas.
Ahora bien, juzgados desde el punto de vista de su sentido renovador, fueron tres, en el programa de Gómez Farías, los puntos culminantes:
1.- La supresión de los privilegios del clero;
2.- El arreglo definitivo de la deuda pública (exterior e interior) con base en la ocupación de los bienes de la Iglesia; y
3.- La reforma educativa.
El problema del clero era fundamental. La Iglesia poseía una riqueza incalculable. Según Mora, ésta ascendía a 179 millones de pesos, y según Alamán, a 200. Sin embargo, si bien es cierto que la Iglesia era dueña de gran cantidad de fincas, rurales y urbanas, que le redituaban una enorme cantidad de ganancias al año, también es cierto que mucho de ese dinero se destinaba a las misiones en las tierras indias del norte, al sostenimiento de los hospitales y de los asilos regenteados por el clero, al sostenimiento de las escuelas patrocinadas por éste mismo, y al otorgamiento de créditos con bajo interés a las gentes necesitadas.
Es cierto lo que decían los liberales, el clero no tenía porqué meterse en esos asuntos. Su misión no era ser prestamistas, ni maestros, ni doctores, su misión era ser pastores de almas. Su misión era puramente espiritual, no material. Sin embargo, los liberales pasaron por alto un pequeño detalle. Al querer suprimir la injerencia del clero en la educación, en la economía, en los deberes sociales (hospitales y asilos), se olvidaban de que el gobierno no estaba preparado para asumir él esas responsabilidades. Así vemos que, cuando se consuman estas reformas en 1860, desaparecen multitud de hospitales, de asilos, de escuelas, que no pueden ser suplidas por el gobierno, lo que provoca un gran descontento social.
Colegio de San Ildefonso en la ciudad de México |
Ahora bien, es cierto que el clero poseía una gran cantidad de privilegios que no tenían razón alguna de ser. Por ello, es loable y aplaudible la intención de Gómez Farías de querer separar la Iglesia del Estado, la abolición de la obligación civil para el pago de diezmos, y el otorgamiento de la libertad a los frailes y monjas para abandonar los conventos si así lo deseaban.
Además, Gómez Farías estaba convencido de que el problema no era todo el clero, ya que en muchas ocasiones el bajo clero se dedicaba en serio a su misión apostólica, mientras que al alto clero era el que se encontraba en su generalidad corrompido y arrogante.
Lorenzo de Zavala |
Para poder llevar a cabo el segundo proyecto reformista, es decir, el arreglo de la deuda pública, se proyectó realizarlo con la venta de los bienes del clero. Aquí se descubrió que uno de los principales impulsores del proyecto, Lorenzo de Zavala, se hallaba de acuerdo con varios agiotistas con el fin de hacerse de una gran cantidad de propiedades a precios muy bajos. Por tal motivo, se decidió aceptar el proyecto del doctor Mora que consistía en dejar los bienes del clero en poder de quienes los tuvieran arrendados, en la inteligencia de que dichas personas estarían obligadas a mantener la hipoteca y pagar los respectivos intereses. Mora confiaba en que los tenedores de esos bienes, al ver que la posesión definitiva de ellos les aseguraba un medio permanente de utilidades, se interesarían por tenerlas indefinidamente.
Antonio López de Santa Anna |
Por último, en lo que se refiere a la reforma educativa, Gómez Farías abolió los castigos corporales a los alumnos (teóricamente, ya que estos sobreviven incluso en nuestros días, aunque ya son cada vez más raros), suprimió la universidad virreinal, como ya quedó dicho anteriormente, y se crearon en su lugar seis escuelas de estudios superiores: la de Estudios Preparatorios, la de Estudios Ideológicos y Humanidades, la de Estudios Físicos y Matemáticos, la de Estudios Médicos, la de Estudios de Jurisprudencia y la de Estudios Sagrados.
También se establecieron escuelas primarias oficiales para niños y adultos, se transformó la Antigua Academia de San Carlos en la Escuela de Bellas Artes, se creó el Museo Nacional y se comenzó a organizar la Biblioteca Nacional.
Por otro lado, también se decidió reformar al ejército. Para ello, se redujo su número y se crearon en su lugar las fuerzas de cívicos, es decir, ciudadanos armados que tenían a su cargo la función esporádica de defender la estabilidad de las instituciones.
De esta manera, Gómez Farías pretendía terminar con el poder del ejército e impedir así en lo futuro que éste representara un peligro para las instituciones liberales.
Huelga decir que estas medidas provocaron un gran descontento, como ya se mencionó, lo que provocó al final la caída de don Valentín y el regreso de Santa Anna. Pero eso es otra historia.