miércoles, 26 de julio de 2017

LA PRIMERA REFORMA LIBERAL EN MÉXICO

El 1 de abril de 1833, Valentín Gómez Farías tomó posesión de la vicepresidencia, en ausencia del presidente electo, Antonio López de Santa Anna. En su toma de posesión, Don Valentín se encontraba acompañado por Miguel Ramos Arizpe, el doctor José María Luis Mora y Manuel Gómez Pedraza (el presidente saliente), entre otras gentes.

Resultado de imagen para valentín gómez farías
Valentín Gómez Farías

Su mensaje, de sorprendente brevedad y muy parco en sus promesas, señalaba la necesidad de mejorar los ramos de Hacienda, de Justicia y de Instrucción Pública, éste último mediante el impulso de la desatendida enseñanza primaria. Anunciaba, además, la expedición de algunas leyes de colonización, como medio para incorporar económicamente al país algunas de nuestras grandes regiones despobladas. Recuérdese que aún poseíamos los grandes territorios de California, Arizona, Nuevo México y Texas.

Nada en ese documento revelaba el sentido revolucionario que el Vicepresidente habría de imprimirle a su política. Sólo en un breve pasaje, al final, criticaba a "los que ven con dolor frustrados sus designios; los que quieren paz, si ellos mandan, y provocan la discordia si no ocupan los puestos públicos; los que temen que el gobierno les haga sentir el peso de las leyes si no desisten de sus maquinaciones".

Obviamente, Gómez Farías se refería con esto a sus contrarios políticos, los centralistas, sin embargo, si somos justos, las palabras dichas por él deberían de haberse aplicado también a los federalistas, ya que tanto unos como otros "quieren paz si ellos mandan y provocan la discordia si no ocupan los puestos públicos".

Mucho más enérgica fue la respuesta del presidente de la Cámara, don Juan Rodríguez Puebla, quien había dicho, al final de su discurso, estas palabras amenazadoras: "... el humilde y honrado artesano no sufrirá las vejaciones de una execrable y ridícula aristocracia... La República será purgada de los que tuercen la vara de la justicia, y quedarán para siempre escarmentados los que aspiran a rehacerse de esa tiranía que sacrificó ilustres mexicanos, que hacinó cadáveres sobre cadáveres y empapó nuestro suelo con sangre".

Imagen relacionada
José María Luis Mora

Si hemos de creer lo que dice Carlos María de Bustamante en su "Cuadro Histórico", la tormenta política, oculta para muchos en su incubación, se dejó sentir para todos desde aquel instante.

Con Gómez Farías se abría un nuevo capítulo en la historia de México. Por primera vez se intentó llevar a cabo una serie de reformas que el país estaba pidiendo ya con urgencia. Éstas fueron sintetizadas por el doctor Mora de la siguiente manera:

1.- Libertad absoluta de opiniones y supresión de las leyes represivas de la prensa.

2.- Abolición de los privilegios del clero y del ejército.

3.- Supresión de las instituciones monásticas y de todas las leyes que atribuyen al clero el conocimiento de negocios civiles como el contrato de matrimonio.

4.- Reconocimiento, clasificación y consolidación de la deuda pública, designación de fondos para pagar desde luego su renta, y de hipotecas para amortizarla más adelante.

5.- Medidas para hacer cesar y reparar la bancarrota de la propiedad territorial, para aumentar el número de propietarios territoriales, fomentar la circulación de este ramo de la riqueza pública, y facilitar medios de subsistir y adelantar a las clases indigentes, sin ofender ni tocar en nada el derecho de los particulares.

6.- Mejora del estado moral de los planes populares para la destrucción del monopolio del clero en la educación pública, por la difusión de los medios de aprender y la inculpación de los deberes sociales, por la formación de museos, conservatorios de artes y bibliotecas públicas, y por la creación de establecimientos de enseñanza para la literatura clásica, de las ciencias y la moral.

7.- Abolición de la pena capital para todos los delitos políticos, y aquellos que no tuvieren el carácter de un asesinato de hecho pensado.

8.- Garantía de la integridad del territorio por la creación de colonias que tuvieran por base el idioma, usos y costumbres mexicanos.

Los diputados del Congreso, temiendo con fundamento una pronta reacción de los centralistas en contra de los proyectos de reforma, se apresuraron a discutirlos y aprobarlos. Así, el 2 de octubre se consagró en un decreto la libertad de imprenta. Gómez Farías inició entonces su política reformista transformando, en sentido progresista, los colegios de San Ildefonso, San Juan de Letrán y San Gregorio. Posteriormente decretó la supresión de la Real y Pontificia Universidad de México, creando al mismo tiempo la Dirección de Instrucción Pública, a la que atribuye la facultad exclusiva de encargarse de la difusión de la cultura en todos sus aspectos y sobre nuevas bases.

Resultado de imagen para conventos en la ciudad de méxico
Convento de San Francisco en la ciudad de México

Intentó también poner la mano sobre el patrimonio material del clero, lo que fue la gota que derramó el vaso y se convirtió en el detonante de la rebelión. De esta manera, la política reformista de Gómez Farías fue un total fracaso.

Y es explicable. Gómez Farías representaba la juventud de un movimiento de progreso político que, desorientado en las peripecias de su propia novatez, aspiraba a remover de un solo golpe, y en unos cuantos años, los obstáculos que años y años de dominación colonial fueron formando al avance político de México. Él, y cuantos le siguieron en su empresa, estaban convencidos, sin duda, de que mientras el clero y los viejos sectores mantuvieran en sus manos los privilegios seculares, lo mismo en el campo de la economía que en el de la cultura, el país habría de continuar en su estado de pobreza y atraso. Por eso, desesperados del inconmovible poderío de la Iglesia, quisieron derrumbarlo de un solo puñetazo. Pero, aunque tales medidas se hacían necesarias objetivamente, la población, muy conservadora y atrasada políticamente, era incapaz de respaldarlas.

Ahora bien, juzgados desde el punto de vista de su sentido renovador, fueron tres, en el programa de Gómez Farías, los puntos culminantes:

1.- La supresión de los privilegios del clero;

2.- El arreglo definitivo de la deuda pública (exterior e interior) con base en la ocupación de los bienes de la Iglesia; y 

3.- La reforma educativa.

El problema del clero era fundamental. La Iglesia poseía una riqueza incalculable. Según Mora, ésta ascendía a 179 millones de pesos, y según Alamán, a 200. Sin embargo, si bien es cierto que la Iglesia era dueña de gran cantidad de fincas, rurales y urbanas, que le redituaban una enorme cantidad de ganancias al año, también es cierto que mucho de ese dinero se destinaba a las misiones en las tierras indias del norte, al sostenimiento de los hospitales y de los asilos regenteados por el clero, al sostenimiento de las escuelas patrocinadas por éste mismo, y al otorgamiento de créditos con bajo interés a las gentes necesitadas.

Es cierto lo que decían los liberales, el clero no tenía porqué meterse en esos asuntos. Su misión no era ser prestamistas, ni maestros, ni doctores, su misión era ser pastores de almas. Su misión era puramente espiritual, no material. Sin embargo, los liberales pasaron por alto un pequeño detalle. Al querer suprimir la injerencia del clero en la educación, en la economía, en los deberes sociales (hospitales y asilos), se olvidaban de que el gobierno no estaba preparado para asumir él esas responsabilidades. Así vemos que, cuando se consuman estas reformas en 1860, desaparecen multitud de hospitales, de asilos, de escuelas, que no pueden ser suplidas por el gobierno, lo que provoca un gran descontento social.

Resultado de imagen para colegio de san ildefonso
Colegio de San Ildefonso en la ciudad de México

Ahora bien, es cierto que el clero poseía una gran cantidad de privilegios que no tenían razón alguna de ser. Por ello, es loable y aplaudible la intención de Gómez Farías de querer separar la Iglesia del Estado, la abolición de la obligación civil para el pago de diezmos, y el otorgamiento de la libertad a los frailes y monjas para abandonar los conventos si así lo deseaban.

Además, Gómez Farías estaba convencido de que el problema no era todo el clero, ya que en muchas ocasiones el bajo clero se dedicaba en serio a su misión apostólica, mientras que al alto clero era el que se encontraba en su generalidad corrompido y arrogante.

Resultado de imagen para lorenzo de zavala
Lorenzo de Zavala

Para poder llevar a cabo el segundo proyecto reformista, es decir, el arreglo de la deuda pública, se proyectó realizarlo con la venta de los bienes del clero. Aquí se descubrió que uno de los principales impulsores del proyecto, Lorenzo de Zavala, se hallaba de acuerdo con varios agiotistas con el fin de hacerse de una gran cantidad de propiedades a precios muy bajos. Por tal motivo, se decidió aceptar el proyecto del doctor Mora que consistía en dejar los bienes del clero en poder de quienes los tuvieran arrendados, en la inteligencia de que dichas personas estarían obligadas a mantener la hipoteca y pagar los respectivos intereses. Mora confiaba en que los tenedores de esos bienes, al ver que la posesión definitiva de ellos les aseguraba un medio permanente de utilidades, se interesarían por tenerlas indefinidamente.

Resultado de imagen para antonio lópez de santa anna
Antonio López de Santa Anna

Por último, en lo que se refiere a la reforma educativa, Gómez Farías abolió los castigos corporales a los alumnos (teóricamente, ya que estos sobreviven incluso en nuestros días, aunque ya son cada vez más raros), suprimió la universidad virreinal, como ya quedó dicho anteriormente, y se crearon en su lugar seis escuelas de estudios superiores: la de Estudios Preparatorios, la de Estudios Ideológicos y Humanidades, la de Estudios Físicos y Matemáticos, la de Estudios Médicos, la de Estudios de Jurisprudencia y la de Estudios Sagrados.

También se establecieron escuelas primarias oficiales para niños y adultos, se transformó la Antigua Academia de San Carlos en la Escuela de Bellas Artes, se creó el Museo Nacional y se comenzó a organizar la Biblioteca Nacional.

Por otro lado, también se decidió reformar al ejército. Para ello, se redujo su número y se crearon en su lugar las fuerzas de cívicos, es decir, ciudadanos armados que tenían a su cargo la función esporádica de defender la estabilidad de las instituciones.

De esta manera, Gómez Farías pretendía terminar con el poder del ejército e impedir así en lo futuro que éste representara un peligro para las instituciones liberales.

Huelga decir que estas medidas provocaron un gran descontento, como ya se mencionó, lo que provocó al final la caída de don Valentín y el regreso de Santa Anna. Pero eso es otra historia.

lunes, 24 de julio de 2017

LA CONJURACIÓN DE MARTÍN CORTÉS

Durante el gobierno de don Luis de Velasco, primero de ese nombre y segundo virrey de la Nueva España, tuvo lugar uno de los episodios más controvertidos y famosos de la época virreinal: la conjuración de Martín Cortés. Este episodio puede considerarse, aunque con reservas, como el primer intento de independencia de la entonces Nueva España, con el agregado de ser también la primera tentativa por establecer una monarquía mexicana.

LuisdeVelascoI.jpg
Luis de Velasco y Ruiz de Alarcón, segundo virrey de la Nueva España

Martín Cortés, segundo marqués del Valle de Oaxaca e hijo del conquistador Hernán Cortés, llegó a México, procedente de la corte española, en el año de 1563, desplegando todo el lujo y el boato que correspondía al descendiente de tan ilustre personaje.

El marqués del Valle era dueño de los dos grandes palacios de Moctezuma, uno de los cuales ocupaba la Audiencia, además de muchos solares en la ciudad, de los peñoles de Jico y Tepepulco, lugares de recreo, y era señor de Oaxaca, de Mexicapa, de Cuilapan, de Coyoacán, de Cuernavaca, de Charo, de Toluca, de Tuxtla y de otras villas y pueblos, de las que no sólo percibía los tributos, sino en las que nombraba gobernadores y jueces. 

El dicho Marqués, que como ya quedó claro era un hombre bastante rico y poderoso, era también ambicioso, pero poco inteligente. Tomando como pretexto que por órdenes reales se le habían reducido sus encomiendas que tantos frutos le producían, se decidió a conspirar a fin de levantarse con el trono de México, independiente de España. Sus principales colaboradores fueron los hermanos Alonso y Gil de Ávila, hijos del conquistador Gil González de Ávila. Estos hermanos eran, como casi todos los hijos de los conquistadores, encomenderos, y por lo mismo, se veían afectados por las leyes emitidas en España para terminar con esta forma tan discutida de posesión de la tierra.

El virrey Velasco, celoso de don Martín, consiguió que el Consejo de Indias decidiera revisar de nuevo el asunto de los veintitrés mil vasallos que correspondían al marquesado del Valle de Oaxaca. Esto incluía, por supuesto, que Martín Cortés tuviera que presentarse en Madrid para contestar al fiscal nombrado para el caso.

Había que actuar de inmediato. Varias cosas favorecían al marqués en su intentona golpista: el virrey Velasco falleció en 1565 y en su lugar entró a gobernar de forma provisional la Audiencia, cuyos miembros no tenían el valor de enfrentarse a Cortés; los encomenderos se hallaban disgustados porque temían, con fundamento, que sus encomiendas no pudieran ser heredadas por sus hijos, en virtud de una Cédula Real expedida por Felipe II; los franciscanos, en ese momento la orden más poderosa de la Nueva España, dispuestos a apoyarlo en todo, como agradecimiento a todos los favores que debían tanto al marqués como a su señor padre, el conquistador; los indígenas se encontraban profundamente irritados contra el gobierno español, ya que no habían sido muy bien atendidas sus quejas contra el abuso de los encomenderos; por último, había una gran cantidad de españoles sin encomiendas, fincas, destinos ni perro que las ladrase, dispuestos a seguir a Cortés junior en una rebelión de la que podían sacar mucho provecho.

Resultado de imagen para felipe ii de españa
Felipe II de España

Además de los hermanos Ávila, Cortés contó con el decidido apoyo de los hermanos Baltasar y Pedro de Quesada, Cristóbal de Oñate el joven y el licenciado Espinosa de Ayala, clérigo racionero de la catedral. 

A este respecto, el cronista Suárez de Peralta nos dice los siguiente:

“En estos medios tornaron a tratar del alzamiento, y fueron al marqués, el cual los respondió, que él de muy buena gana les acudiría, mas que temía no fuese cosa que después no se hiciese nada, y que todos perdiesen las vidas y las haciendas; y que ¿quién tenían que les acudiese? ‘Muchos’; y los nombraron; y el marqués les dijo que se mirasen bien en ello, y de todo le diesen aviso. Así quedaron de lo hacer, y se salieron fuera, y empezaron a dar cuenta a los que creían habían de acudir, con el mayor secreto que pudieron. El marqués, realmente, él no tuvo voluntad de alzarse con la tierra, ni por la imaginación, sino escucharles y ver en lo que se ponía el negocio, y cuando le viera ya muy determinado y puesto en ejecución, salir él por el rey y hacerle un gran servicio, y enviarle a decir que su padre le había dado una vez la tierra y que él se la daba otra. Mas no sucedió así: estuvo este trato muchos días en secreto, y aun lo estuviera si el marqués no empezara a enemistarse con lo más principal de la ciudad de México, y ser parte a que hubieran bandos, como los empezaban a haber, declarándose él por más amigo de unos que de otros, y en ocasiones de enemistades, que se habían ofrecido en aquella coyuntura.” 

Es difícil creer que don Martín no deseaba coronarse como rey de México, como lo sugiere Suárez de Peralta, sin embargo, este cronista nos permite ver la otra carta con la que el marqués pretendía jugar. Si el asunto salía bien, sería rey de México, si se complicaba, podría salir en defensa de los intereses del rey de España y hacerle creer que él había logrado evitar la conjura. El pequeño problema es que ninguno de sus planes resultó.

La conspiración fue descubierta y, aunque en un principio la Audiencia no se animaba a intervenir, poco a poco sus miembros fueron cobrando valor y consiguieron apresar a los principales inculpados, incluyendo al marqués del Valle, a su hermano don Luis Cortés y a su medio hermano don Martín Cortés, hijo de la Malinche.

Las consecuencias fueron las normales en casos como éstos. El marqués del Valle fue remitido a España para ser juzgado allá. El Consejo de Indias lo condenó a servir en Orán, a destierro perpetuo de las Indias y a pagar una multa de cincuenta mil ducados y prestarle cien mil a la Corona, además del secuestro de sus bienes en la Nueva España, aunque algunos años después se le devolverían. Los demás conjurados fueron ajusticiados en la ciudad de México. La casa de los hermanos Ávila, que se encontraba donde ahora es la zona arqueológica del Templo Mayor, a un lado de la Catedral de México, fue destruida hasta los cimientos. Así terminó el primer intento por establecer en México una monarquía propia.

Antes de concluir, me gustaría referir una pequeña y divertida anécdota sobre don Martín Cortés.

Estaba el marqués del Valle enamorado profundamente de una señora cuyo nombre era Marina. Por influencia de ella, se dedicaba a repartir favores entre un grupo de caballeros que eran deudos de la dicha señora. Estos caballeros eran en su mayoría mal vistos por los hijos de los antiguos compañeros de Cortés y con los cuáles Don Martín también estaba en deuda.

Al ver éstos que Martín Cortés favorecía más a aquellos, comenzaron a disgustarse con él, al grado tal que una ocasión estuvieron a punto de lanzarse sobre él con sus espadas, a no haberlos contenido la guardia con que siempre se acompañaba el marqués del Valle.

Pero fuera de este incidente, no se pasaba de amenazarlo, ponerle mala cara, o enviarle escritos ofensivos o satíricos. Uno de ellos, el más ingenioso, y que le lanzaba a Don Martín una muy seria advertencia de lo que podría ocurrirle, decía así:

"Por Marina, soy testigo,
ganó esta tierra un buen hombre,
y por otra de éste nombre
la perderá quién yo digo."

A juzgar por la primera parte del verso que alude a Doña Marina, mejor conocida como La Malinche, se puede pensar que ésta estrofa fue compuesta por alguno de los viejos soldados que siendo jóvenes combatieron al lado de Cortés. Pero esto no es más que una mera suposición mía. Se trata sin duda de un verso ingenioso en el que se aprovecha la coincidencia del nombre de ambas mujeres.

Por último, diré que éste verso lo encontró Don Martín dentro de unas de sus calzas, por lo que se sospecha que pudo haber sido puesta allí por alguno de sus criados.

¡Ah, qué mi señor don Martín!