miércoles, 25 de julio de 2018

LOS JUDÍOS EN PALESTINA, UNA LARGA Y COMPLICADA HISTORIA (1a PARTE)

Entre el desierto de Arabia y el mar Mediterráneo, se extiende el país montañoso que llamamos Palestina. Cerca de la costa, llanos fértiles forman el camino natural para ir de Egipto a Mesopotamia sin atravesar el desierto, pero pronto aparecen las primeras colinas que formando sierras paralelas van subiendo hasta las montañas de Judea. Su punto más elevado son las alturas que rodean a Jerusalén, a unos 800 metros sobre el nivel del mar.

Hacia el este, Palestina está protegida por un extraordinario fenómeno geológico: un foso gigantesco, de cientos de kilómetros de longitud, corre paralelo a las montañas y el mar. Es el valle del Jordán, la grieta más profunda de la tierra, con sus expansiones o lagos, el de Tiberíades y el Mar Muerto. Al otro lado de esta cortadura inmensa del valle del Jordán, las tierras se levantan otra vez en plataformas rocosas, que constituyen las dos grandes regiones de la Transjordania: Moab y Edom. Más allá, el desierto, hasta Mesopotamia.

Así, Palestina está protegida al oeste por el mar Mediterráneo y al este por el desierto y el foso del Jordán. Pero por el norte, a través de los pasos del Carmelo y del Líbano, se llega fácilmente a Siria y al valle del Éufrates, mientras que, por el sur, un viaje a través del desierto lleva al istmo de Suez y a Egipto. De este modo, Palestina, como ya hemos dicho, es el puente de comunicación entre Siria y el valle del Nilo.

En aquella encrucijada de Egipto y de Asia, país difícil, sin agua ni grandes montañas ni extensas llanuras, sin riquezas naturales y siempre bajo la amenaza de las grandes potencias vecinas, aparecieron diversos pueblos que en el transcurso de los siglos fueron poblando la región.

Sílex tallados del período paleolítico, encontrados en Judea y Transjordania, y que se han acumulado en el Museo de Jerusalén y en el de la Universidad de Beirut (Líbano), prueban que el ser humano llegó a esta región desde épocas muy tempranas. El hombre paleolítico en Palestina debía de vivir en abrigadas cuevas como su contemporáneo de otras regiones del mundo.

A éstos parece haberse superpuesto otra raza neolítica de tipo más pequeño, que poseía vasijas de cerámica hechas a mano, con adornos que imitan la cestería, y conocían ya los cereales. Por sus huesos de animales que acompañan sus restos sabemos que habían domesticado el buey, la cabra, la oveja y el cerdo.

La civilización neolítica de Palestina debió de alcanzar un período larguísimo, hasta que hacia el año 3,000 antes de la Era Común (AEC) se derramaron sobre el Asia las primeras oleadas de invasores semitas. Éstos habían llegado antes a Mesopotamia, donde convivieron con los sumerios para acabar siendo el elemento importante dentro de Babilonia.

Otros, sin detenerse en Mesopotamia, ya poblada, marcharon más al norte, fundando las colonias que después serían Asiria; unos más, siguiendo siempre el curso del Éufrates, llegaron hasta el Orontes y el Líbano, instalándose en las tierras donde florecieron los reinos arameos de Siria, Damasco y Fenicia.

Algunos otros bajaron a Palestina, desposeyendo de sus tierras a sus primitivos pobladores. Los inmigrantes semitas conocían ya los metales, de manera que estaban en condiciones muy favorables para imponerse a sus predecesores, que no habían salido de la Edad de Piedra. Es probable que los hombres neolíticos que subsistieron a la invasión se mezclaran en un lapso relativamente breve con los recién llegados semitas. De la mezcla de ambas ramas procederían, pues, los llamados cananeos.

Los cananeos se apoderaron rápidamente del país y fundaron sus propias ciudades. Cada población tenía un gobierno propio, formando una Ciudad-Estado. Hacia el 1600 AEC, los cananeos utilizaban el carro de guerra y armas de bronce para defenderse de los nómadas, también semitas, que cruzaban el río Jordán y asolaban sus dominios.

Hacia el siglo XIII AEC, nuevas tribus nómadas llegadas del este se instalaron junto al Jordán y en sus montañas cercanas, en la parte opuesta a los territorios cananeos. Allí se establecieron con rebaños y talaron los bosques con la finalidad de ganar tierras para la agricultura.

Aquellas tribus llegadas del desierto fueron multiplicándose, a veces asimilando a pequeñas poblaciones locales, y comenzaron a ocupar los valles del Jordán. Políticamente estaban organizados en un sistema patriarcal: la autoridad se centraba en el jefe de familia y en un Consejo de Ancianos. Finalmente, estas tribus cruzaron el Jordán. Los cananeos los llamaron Hebreos, es decir, “gentes del otro lado”. Ellos por su parte, se llamaban a sí mismos, Pueblo de Israel.

Según sus más antiguas tradiciones, los hebreos habían sido conducidos a esa tierra por el patriarca Abraham, que había recibido de Dios esa indicación, por lo que también fueron conocidos como abrámidas. De acuerdo con la tradición judía, la familia de Abraham estaba establecida en Ur, en el delta del Éufrates. Ur quiere decir ciudad; era, pues, la ciudad por excelencia, una idea enteramente contraria al nomadismo de Abraham y de sus descendientes por varios siglos. Las ruinas de Ur, que se destacaban como un montículo informe en el llano del delta del Éufrates, fueron excavados por una comisión mixta del Museo Británico y de la Universidad de Pennsylvania; debajo de los escombros apareció la torre cuadrada, el Zigurat del templo de Sin, o la Luna, el famoso dios de Ur. Al pie de aquella gigantesca mole, Ur, la ciudad santa, extendía sus hileras de chozas, y en las tierras que la rodean debían de apacentar sus ganados los nómadas semitas como Abraham.

Con el paso del tiempo, Palestina y los hebreos fueron conquistados por las diferentes potencias vecinas: Egipto, Asiria, los Hititias, entre otros más. Es posible que bajo el dominio egipcio con el faraón Akhenatón, los hebreos se hayan vuelto monoteístas, pues al parecer fueron llevados al país del Nilo como esclavos, algo frecuente en aquella época.

La ocupación de Canaán por los hebreos alrededor del siglo XII AEC ha sido confirmada por la investigación arqueológica. ¿Cómo hicieron para derrotar a ciudades fortificadas y poblaciones de mayor grado de desarrollo, como lo eran los cananeos?

Se sabe que los hebreos disponían de un eficiente servicio de espías que estudiaban el poderío militar y descubrían los conflictos internos de los cananeos. Por otra parte, generalmente evitaban los enfrentamientos decisivos. Hostigaban a los cananeos en terrenos donde no podían utilizar sus carros de combate o los atacaban sorpresivamente por la noche.

Seguramente algunas regiones fueron ocupadas pacíficamente, pues recordemos que los hebreos, también semitas, estaban emparentados por su origen y lengua con muchas de las poblaciones de Canaán. Pero probablemente también hubo lucha, y tan violenta y feroz como otras de su época.

Las tribus hebreas, ya instaladas en Canaán, no constituyeron un Estado hasta las invasiones de los filisteos, también conocidos como “Pueblos del Mar” que terminaron con grandes imperios e inclusive pusieron en un serio predicamento a Egipto. Los filisteos fueron los que le dieron su nombre definitivo a la región: Filistina o Palestina.

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Esa amenaza los decidió a agruparse en un sólo reino y elegir su primer rey, Saúl, hacia el 1020 AEC, de acuerdo con el Antiguo Testamento, esa parte de la Biblia que narra la historia del pueblo judío. Saúl luchó contra los filisteos, pero la guerra fue larga y Saúl, ya anciano, murió en una batalla junto a tres de sus hijos, cuando los filisteos ocuparon la ciudad de Betshán.

La sucesión de Saúl provocó la división del reino: en el norte, el estado de Israel, gobernado por el general Abner en nombre de Esba’al, otro hijo del fallecido rey, y Judá, en el sur, que eligió como rey a David, ex-militar separado de su mando por divergencias con Saúl. Esa división no duró mucho. Abner y Esba’al fueron asesinados por grupos conspiradores y el Consejo de Ancianos de Israel hizo un pacto con David, acordando la reunificación. Esto sucedía en el año 1000 AEC.

Para evitar las discordias internas, David no quiso instalar su capital ni en Judá ni en Israel. Para ello, decidió conquistar una ciudad cananea: Jebus. Esta ciudad estaba edificada sobre la montaña de Sión, rodeada de obstáculos naturales y totalmente amurallada. Pero una vez conquistada, David cambió su nombre por el de Jerusalén.

Por lo que dice la Biblia, David fue un brillante gobernante y un destacado guerrero. Su ejército consolidó la ocupación hebrea de Palestina luchando contra sus antiguos habitantes y contra los invasores Moabitas, Edomitas, Amalecitas y Arameos. Los Filisteos, desalojados por los hebreos de sus poblados de la meseta central de Palestina, se refugiaron en sus ciudades costeras, de donde surgirían como un gran pueblo marinero: los fenicios.

Cuando murió David, en el 970 AEC, lo sucedió su hijo Salomón, bajo cuyo gobierno no hubo guerras importantes. Este rey obtuvo una gran fama como hombre sabio y prudente, y con él, el reino de Israel alcanzó su grado máximo de poderío.

A la muerte de Salomón (930 AEC), sube al trono su hijo Roboam. En el 926 AEC el reino se vuelve a dividir en dos: Roboam se queda con el gobierno de Jerusalén y su zona de influencia en Judá. Sus súbditos comenzaron a llamarse judíos.

El norte de Palestina conservó el nombre de reino de Israel. Fue el más poderoso de los dos y sus habitantes se llamaron israelitas. Jeroboam, su rey, estableció su capital en Siquén.

Cuando los asirios conquistaron Samaria e Israel en el siglo VIII AEC, matando a su último rey Oseas (721 AEC), el rey Ezequías de Judá (727-698 AEC) se alió a los egipcios para enfrentar el nuevo peligro.

Las fuerzas del rey asirio Senaquerib derrotaron a las tropas aliadas, arrasaron las ciudades judías y deportaron a su país a más de 200,000 judíos, alrededor del año 700 AEC. Sin embargo, los asirios permitieron que subsistiera el reino de Judá, pero sólo como protectorado de Asiria.

En el 597 AEC, Asiria, junto con el reino de Judá, fue conquistada por los babilonios, quienes obligaron a los judíos a continuar en cautiverio. Estos mismos, en el año 586 AEC, pusieron fin al fantasma del reino de Judá, deponiendo y asesinando a su último rey, Sedecías.

Los hebreos duraron 70 años cautivos en Babilonia, hasta que fueron liberados en el 536 AEC por el rey de Persia, Ciro el Grande, que había conquistado Babilonia.

Tras los persas, los macedonios al mando de Alejandro Magno dominaron la región desde el año 332 hasta la muerte del mismo, en el 305 AEC.

A su muerte, Palestina pasó a manos de los Tolomeos de Egipto y luego, en el 200 AEC, al de la dinastía siria de los seléucidas, que dominaron de esta manera toda Asia Menor. Con los Tolomeos, la civilización helenística penetró muy fuerte entre la población nativa. Sin embargo, Antíoco IV Epífanes decidió extirpar la religión judía y la atacó en su mismo centro, Jerusalén. Ante las disposiciones de Antíoco estalló la rebelión de los Macabeos, en el 168 AEC.

Después de varios años de lucha, los judíos consiguieron la libertad religiosa y, por último, la independencia (142 AEC). Se fundó el nuevo reino de Judá, siendo elegido como su primer rey Juan Hircano I. Este reino comprendía Judea, Idumea con la costa hasta Rafia, Samaria, Galilea y los territorios de la izquierda del Jordán.

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En el año 63 AEC, Pompeyo convierte a Palestina en una provincia más de Roma, situación en la que permaneció hasta el año 630 de la Era Común (desde el año 382 como parte del Imperio Bizantino o Imperio Romano de Oriente).

En el año 70, los judíos se rebelan contra la dominación romana. Tito, hijo el emperador Vespasiano, y él mismo futuro emperador del Imperio Romano, reprime a los judíos y conquista de nuevo Jerusalén, a la que arrasa hasta sus cimientos. Palestina pasó a ser la provincia de Judea, administrada por un legado senatorial. Jerusalén fue reconstruida y recibió el nombre de Aelia Capitolina.

Sin embargo, el nacionalismo judío siguió latente y, como consecuencia de las restricciones religiosas dispuestas por el emperador Adriano, sobrevino el levantamiento de Simón Barcokebas (132 al 135). La sublevación fue derrotada y los judíos masacrados, expulsados del país o vendidos como esclavos. Este episodio se conoce en la tradición judía como la Diáspora.

Los judíos, una vez abandonada la “tierra prometida”, se diseminaron por todo el Imperio Romano, y a su caída, por los nuevos estados germánicos. Palestina pasó entonces a ser considerada como lugar de peregrinaciones.

Durante el siglo X se introdujeron en pequeños grupos en Inglaterra, casi al mismo tiempo en que sus hermanos de España ocupaban altas posiciones en los gobiernos de los reinos peninsulares.

El crecimiento de los estados cristianos significó para los judíos la necesidad de dedicarse a las actividades que se les autorizaba y en que más se destacaban: el comercio y las profesiones liberales; desde entonces aparecen dedicados a prestamistas, actividad que les atrajo la hostilidad pública.

Sus derechos fueron burlados y en gran parte suprimidos por leyes emanadas de poderes tanto civiles como eclesiásticos; se les señalaron barrios y sitios especiales para vivir (ghettos); se hacían circular terribles leyendas sobre ellos que impresionaban fácilmente a aquellas sociedades ignorantes y supersticiosas; y hasta fueron acusados de monstruosidades tales como sacrificar a niños con simples propósitos rituales.

Aunque el papa Inocencio III se opuso al ataque indiscriminado contra los judíos, el rey Eduardo I los expulsó de Inglaterra en 1290, y en los estados germánicos se les acusó de haber desatado la mortífera plaga que azotó las tierras del Rhin hacia 1350, por lo que muchos fueron asesinados. En España fueron perseguidos hacia finales del siglo XIV, y los Reyes Católicos ordenaron su expulsión en el año de 1492.

Durante dos siglos y medio el sistema de represiones y persecuciones contra los judíos continuó; la mayor parte de la población judía se concentró en Polonia y Turquía, hasta que en 1725 comenzó a regresar a las Islas Británicas, donde, si bien se la mantuvo alejada de ciertas esferas, se le permitió ejercer el comercio y acumular importantes capitales; con el poder que le dio el dinero, la minoría judía comenzó a intervenir en los negocios públicos.

Una revisión general de la actitud antijudía del mundo europeo fue promovida por un filósofo judío nacido en Alemania, Moisés Mendelssohn; sus ideas fueron llevadas a la práctica por la revolución francesa en lo relativo a este problema: por iniciativa de Mirabeau, la Asamblea Nacional proclamó la igualdad de los judíos, reafirmada por la constitución sancionada en el año 1795.

Desde 1848, con el pleno desarrollo del liberalismo, los líderes judíos intervenían directa y libremente en los asuntos vitales de los países donde nacieron o cuya nacionalidad habían adoptado. Así, Benjamín Disraelí, por ejemplo, estadista inglés de actuación preponderante durante la época de la reina Victoria, era de origen judío. También entonces las inhabilitaciones públicas que existían en Inglaterra para los judíos fueron levantadas, y los ciudadanos de ese origen fueron colocados en pie de igualdad con los restantes súbditos de la nación.

Hacia la misma época, España también revisó su política en este sentido, y otro tanto hicieron Portugal y Suiza con algunas otras naciones; en Rusia, sólo al producirse el colapso del régimen zarista en 1917, hallaron los judíos su emancipación.

La última gran manifestación antijudía se registró en Alemania y en los países ocupados por ella durante la Segunda Guerra Mundial, entre 1933 y 1945; las organizaciones mundiales judías calcularon que en estos años murieron unos seis millones de judíos.

Estados Unidos, más que cualquier otra nación americana, fue puerto de refugio de los judíos perseguidos en Europa y Asia, aunque en este país tampoco eran bien vistos. Hacia 1800 comenzó la inmigración; en 1848 había ya 50,000 y hacia 1880 eran 230,000; en la década que va desde ese año hasta 1890, entraron 600,000 más, y en los quince primeros años del siglo XX ingresaron 1,450,000. Al promediar dicha centuria, la población judía de Estados Unidos sumaba 5,500,000; es decir, que sólo en dicho país viven más judíos que en el propio estado de Israel.

(Continuará)


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