Hoy se conmemora en los Estados Unidos el 14° aniversario de los ataques contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono en Washington. Curiosamente en la ciudad de Nueva York, donde se recibió el mayor daño por el número de muertos y el derrumbe de las icónicas torres, este tipo de aniversarios suelen pasar moderadamente desapercibidos entre la gente. La televisión hacen coberturas especiales, los museos muestran exposiciones dedicadas a recordar los acontecimientos, las autoridades dan algún que otro discurso, unos cuantos acuden al sitio donde estuvieron las Torres, pero en general la gente de a pie no se interesa mucho en ello. Es un episodio que los neoyorquinos han conseguido superar. Normalmente hay discursos más estridentes en otras ciudades. Pero no en Nueva York.
El WTC de Nueva York. Destacan las Torres Gemelas. |
Cuando Osama bin Laden fue "abatido" en mayo de 2011, recuerdo haber acudido inmediatamente a la aun llamada "Zona Cero", el lugar donde estuvieron las Torres Gemelas y que ahora es ocupado por un nuevo complejo (aun en construcción) dominado por la llamada Liberty Tower. Tenía un interés, por así decirlo, antropológico. Quería ver la reacción de los neoyorquinos al enterarse de la muerte de aquel quien, de acuerdo con su gobierno, había sido el culpable del ataque en el que murieron más de 3,000 personas inocentes. Salí de casa y tomé la línea E del metro, que me deja justo en esa zona. Al llegar, me sorprendió la reacción de la gente ante la noticia. Yo esperaba encontrarme con multitudes gritando vivas a Obama y dándole las gracias a sus respectivos dioses por la muerte de Osama (y no al revés, no se vayan a confundir). Y no fue así. Había un hombre vestido como el Tío Sam y otro con una cartulina en la que había escrito insultos contra el extinto líder de Al-Qaeda. Y eso sí, algunos turistas tomándoles fotografías. Eso era todo. Ese día, los neoyorquinos hicieron su vida normal, no salieron a las calles más que para ir a la oficina, al gimnasio, a la escuela, al supermercado y a otros sitios así. La muerte de bin Laden no significaba mucho para ellos. Preferían recordar a sus muertos que celebrar la muerte de otros. Porque esa es la única conmemoración que ellos hacen. las familias que perdieron a alguien en los ataques pusieron una pequeña placa con el nombre y la profesión del ser querido, en ocasiones con una fotografía, en un árbol frente a sus domicilio. Y cada año, el 11 de septiembre, ponen flores frente a ese árbol. Éstos se pueden ver por toda la ciudad. En mi cuadra hay dos. No hacen reuniones callejeras multitudinarias, no gritan mueras al terrorismo ni piden la cabeza de nadie. Así son los neoyorquinos.
Como dije, la conmemoración de este día tiene mayor repercusión en otras ciudades de los Estados Unidos e incluso en otros países que en la misma Nueva York, donde se produjeron los mayores daños. ¿Por qué ocurre esto? No lo sé, pero así es. En cambio, el gobierno aprovecha la fecha para que nadie en el mundo olvide su prioridad, la lucha contra el terrorismo. Hay que reconocer que este tipo de discurso ha bajado mucho de tono con la administración Obama, pero aun sigue presente.. Y lo malo es que eso no nos permite recordar otros acontecimientos ocurridos en un día como hoy pero en un año diferente al 2001. Me refiero a lo ocurrido en Chile el 11 de septiembre de 1973.
Ese día, un grupo de militares encabezados por el jefe del Ejército, Augusto Pinochet, dio un golpe de Estado en contra del presidente socialista Salvador Allende. Hasta aquí todo normal en la historia latinoamericana. El golpe fue financiado y en cierto modo dirigido por la CIA y por el secretario de Estado de los Estados Unidos, Henry Kissinger, quien por cierto había recibido el premio Nobel de la Paz ese mismo año. Hasta aquí, también todo normal en la historia latinoamericana. Donde todo fue anormal fue en el hecho de tratarse de Chile, un país sudamericano que se había distinguido por su estabilidad política, que contrastaba fuertemente con lo que ocurría en los países vecinos. El golpe culminó con el asesinato del presidente Allende y el reconocimiento del nuevo gobierno militar por parte de los Estados Unidos. La década de los 70's fue una década negra para los países latinoamericanos, incluyendo a México, por la presencia de gobiernos represivos, en muchos casos militares, que fueron culpables de la muerte de miles de personas y la desaparición de muchas más. Eso sí, siempre con el beneplácito de los Estados Unidos.
Así quedará el nuevo WTC cuando termine su construcción. La torre de la izquierda, conocida como la Liberty Tower, ya está terminada. |
Hay una anécdota que resulta muy reveladora del apoyo que este país ha dado siempre a los dictadores latinoamericanos cuando éstos se portan como dóciles servidores del poderoso país de las barras y las estrellas. Se dice que en cierta ocasión, uno de los asesores del presidente Franklin Roosevelt le informó sobre las constantes protestas que había en Nicaragua a causa del gobierno dictatorial y represor de Anastasio Somoza García. Tras escuchar atentamente, Roosevelt simplemente respondió: "Pues sí, es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta".
Michael Moore, en uno de sus libros, decía lo siguiente, palabras más o palabras menos: "Atentados terroristas en los Estados Unidos en los últimos 30 años, 2. Atentados terroristas en España, Indonesia, India, Pakistán, Palestina, Israel, diversos países africanos en los últimos 30 años, incontables. Definitivamente estamos en un serio peligro. Quieren acabar con nosotros." Obviamente lo decía con un tono irónico. Yo sin embargo agregaría otra frase a lo anterior: "Atentados terroristas perpetrados contra los Estados en toda su historia, no pasan de cinco. Atentados terroristas perpetrados por los Estados Unidos en todo el mundo a lo largo de su historia,... bueno, pues saquen su calculadora para ir sumando, porque son muy numerosos.
¿A dónde quiero llegar con esto? Sencillo. Los Estados Unidos buscan que se olvide sus propios atentados conmemorando estridentemente el que recibió en 2001. Por fortuna, los neoyorquinos no se prestan a ello. Ellos recuerdan a sus muertos, pero lo hacen en privado, sin gritos y sin exigencias de venganza. Bien por ellos.
P.D.: El número oficial de muertos en el ataque a las Torres Gemelas fue de 2,753. Sin embargo, en esa lista nadie incluyó a todos los migrantes indocumentados que trabajaban ahí en labores de limpieza o mantenimiento. Como no tenían papeles no fueron registrados. Nadie supo cuantos eran ni cuantos murieron. A nadie le importaron. Especialmente al gobierno. Al de Estados Unidos y al de sus países de origen. Por otro lado, todavía en este año, 2015, muchos de los sobrevivientes y de los que estuvieron trabajando en las labores de rescate siguen peleando contra un gobierno que se empeña en regatearles atención médica por problemas derivados de los atentados. Es lo que siempre ocurre. Se recuerda a los muertos y se abandona a su suerte a los heridos. Como en cualquier guerra.
Que cada quien lo interprete como quiera.
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