viernes, 16 de junio de 2017

ALGUNOS DATOS DESCONOCIDOS DE LA MIGRACIÓN ESPAÑOLA A MÉXICO AL TÉRMINO DE LA GUERRA CIVIL

El Archivo Histórico "Genaro Estrada" de la Secretaría de Relaciones Exteriores guarda en sus anaqueles auténticas joyas históricas que siguen en espera de una buena investigación. Entre éstas se encuentra el archivo de la Embajada de México en Francia (AEMFRA), en especial el período comprendido entre 1936 y 1947, durante el cual se da la migración de refugiados republicanos españoles a México por causa de la Guerra Civil, y que tuve oportunidad de revisar.

Durante esta investigación pude encontrar algunos datos interesantes y desconocidos de este singular proceso migratorio que ahora me gustaría compartir con ustedes. Algunos son controvertidos, otros extraños, unos pocos simpáticos, pero que en conjunto ayudan a comprender mejor esta etapa de nuestra historia.

El 17 de julio de 1936 la mayor parte del ejército español se sublevó contra el gobierno de la República, al mando de un grupo de generales entre los que se encontraban José Sanjurjo, Emilio Mola, Gonzalo Queipo de Llano y Francisco Franco Bahamonde. Desde el principio contaron con el apoyo de la Iglesia española y los grupos conservadores. Al fracasar el golpe de Estado en las principales ciudades del país, el conflicto se convirtió en una guerra civil librada durante tres años entre los sublevados (que se llamaron a sí mismos "nacionalistas") y los partidarios del gobierno republicano.

En este artículo no pienso analizar ni las causas ni el desarrollo de la Guerra Civil, así que si quieren saber algo más al respecto yo les recomiendo que vayan a su biblioteca pública o privada favorita y busquen algún buen libro. Y créanme que hay muchos, así que no busquen pretextos.

Lo que interesa para este artículo es que durante la guerra y al final de ella, muchos españoles pertenecientes al bando del gobierno salieron de España huyendo de las represalias de los militares sublevados.

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Lázaro Cárdenas del Río

En México gobernaba el presidente Lázaro Cárdenas del Río, quien de inmediato ofreció su apoyo a su homólogo español Manuel Azaña. Éste apoyo se tradujo en el envío de fusiles y municiones así como en dar facilidades a los voluntarios mexicanos que quisieran enlistarse en las llamadas Brigadas Internacionales. Pero lo más importante fue el ofrecimiento de acogida a niños españoles huérfanos de guerra, en un principio, y a republicanos que huían de las represalias al acabar la guerra, después.

En efecto, cuando las tropas a las órdenes de Francisco Franco lanzaron una ofensiva que culminó con la caída de Barcelona en marzo de 1939, muchos republicanos se dirigieron a la frontera francesa para buscar refugio en el país galo, donde fueron internados en campos de refugiados por las autoridades de aquella nación.

Una vez en Francia, algunos decidieron quedarse ahí con la esperanza de volver pronto a España, mientras que otros continuaron su camino en busca de un nuevo hogar, en especial en los países latinoamericanos, incluyendo a México. Sin embargo, cuando los alemanes ocuparon Francia durante la Segunda Guerra Mundial, una nueva oleada de españoles, de los que habían preferido quedarse en el país europeo, solicitó asilo a México.


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Narciso Bassols, embajador de México en Francia

Por ello, el presidente Cárdenas instruyó al embajador de México en Francia, Narciso Bassols, y al cónsul general de México en París, Gilberto Bosques, que agilizaran los trámites para que todos aquellos republicanos españoles que quisieran exiliarse en México pudieran hacerlo sin ningún problema. Este proceso se prolongó de 1939 hasta 1940. A partir de ahí, los casos de españoles que solicitaban refugio en México disminuyeron de forma radical, aunque todavía a finales de la década de los 40's seguían llegando solicitudes.

Además de facilitar la expedición de pasaportes, la embajada mexicana recibió el encargo de fletar algunos buques para el traslado de los exiliados a México, la mayoría de ellos sin recursos para costearse el viaje, así como dar una pensión a los españoles que esperaban su traslado a nuestro país.

Al enterarse de esto, los españoles interesados en el viaje escribieron al embajador mexicano para solicitarle su inclusión en dichos barcos. En dichas cartas, que se conservan en el archivo de la Embajada de México en Francia, es posible ver la gran diversidad de orígenes sociales de los exiliados. Se pueden ver algunas (las menos) escritas en papel de calidad, con buena letra, mientras que otras (las más) escritas en el primer papel que tuvieron a mano, con faltas de ortografía y letra difícil de descifrar. Algunas ocupaban dos o tres cuartillas, en las que explicaban con lujo de detalle su actuación en España durante la guerra, mientras que otros, los más pobres, se limitaban a pedir ayuda en un trozo de papel arrancado de algún lugar, en tan sólo dos o tres frases breves.

Algunas cartas pertenecían a un solo individuo, mientras que otras eran escritas por una persona a nombre de veinte o treinta que no sabían escribir. Algunas son desgarradoras, otras lacónicas y unas más curiosas y hasta chistosas (sin olvidar el trágico contexto en el que se escriben). En dicho archivo podemos encontrar miles de estas cartas.

Como ejemplo de lo anterior tenemos la carta dirigida en septiembre de 1940 a la embajada por Ezequiel Endériz Olaverri, redactor jefe del periódico Solidaridad Obrera de Barcelona, en la que con toda pedantería decía lo siguiente: "En realidad, mi situación especial con México hace que yo entre en aquel país con todo honor o no entre". Se refería con eso al hecho de haber fundado durante la guerra una "Casa de Amigos de México". Pero con esa actitud, al menos yo no lo hubiera dejado entrar.

Juan García Morales (no tengo idea quien haya sido), de seguro se enteró que el embajador Bassols era amante de la buena poesía, pues en su carta decía lo siguiente: "Las sombras de Amado Nervo Urbina, de quien fui íntimo amigo, y de Sor Juana Inés de la Cruz inspiren a Ud. en éstos críticos momentos de mi vida". Más cursi, imposible.

Al recibir las cartas, los encargados de revisarlas en la embajada mexicana hacían una primera selección y enviaban a los afortunados escogidos una ficha para que la llenaran con sus datos y los de sus familias. Aquí encontramos un nuevo filón para investigar, pues muchas de estas fichas, ya contestadas, permanecen en el archivo. y he aquí algunas de las curiosidades que encontré.

Sin duda algunas personas, al recibir su ficha, no sabían como llenarla, por lo que preguntaban cómo hacerlo a algunos conocidos suyos que también la hubieran recibido, lo cual se prestaba a ciertas confusiones simpáticas. Encontré por lo menos cinco que, en dónde decía nombre, escribieron "Fulano de tal", y dos que en donde decía domiciliado en escribieron "tal sitio". De seguro, al preguntar un grupo de personas a alguien que sí supiera cómo llenarla, éste les dijo: "miren, donde dice nombre ponen fulano de tal (dando a entender que tenían que poner su nombre) y donde dice domiciliado en ponen en tal sitio (dando a entender que tenían que poner su dirección)". Y más de uno se lo tomó literal.

Otra persona, en donde decía Sexo, anotó "el propio" (en lugar de "masculino"), lo que de seguro provocó la risa de los diplomáticos mexicanos; mientras que uno más, en la sección referente a su hija (las fichas eran familiares), en la parte donde decía Oficio, se le ocurrió escribir "su sexo". ¿A qué se referiría?

Cuando hablamos del exilio español, solemos pensar tan sólo en el grandioso grupo de intelectuales (escritores, poetas, médicos, abogados, ingenieros, historiadores, filósofos, etc.) que arribaron a nuestro país. Sin embargo, es poco conocido que la inmensa mayoría de los españoles que vinieron eran campesinos, obreros y empleados, ya que el presidente Cárdenas ordenó que se les diera prioridad por sobre otras personas.

Pero bueno, ya que hablamos de los intelectuales, también hay que aclarar que no todos los que solicitaron asilo fueron aceptados, por diferentes razones. Por ejemplo, el reconocido jurista y político socialista Luis Jiménez de Asúa no fue aceptado después de que el embajador Narciso Bassols escribiera lo siguiente sobre él en un telegrama dirigido al Secretario de Gobernación: "...intelectual vanidoso que sufre complejo conquistador y no haría ninguna obra con cariño y respeto a México aparte de plantear siempre problema altas remuneraciones" (AEMFRA 354-2, folio 101). Jiménez de Asúa acabó exiliado en Argentina.

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Luis Jiménez de Asúa

Respecto a Juan José Domenchina, poeta y político republicano, Bassols escribió en el mismo telegrama: "literato ingenioso de azañismo resentido que puede envenenar por odios personales ambiente español en México" (AEMFRA 354-2, folio 101). Sin embargo, al final Domenchina si fue aceptado en el país y murió en la Ciudad de México. Lo de azañismo se debe a que era partidario de Manuel Azaña, presidente de la República Española.

Para traer a los refugiados, el gobierno mexicano alquiló los servicios de varios barcos, que salieron rumbo al país en el siguiente orden (obvio, en diferentes fechas): Flandre, con 70 pasajeros (AEMFRA 354-2, folio 12); Sinaia, con 1092 hombres y 517 mujeres (AEMFRA 354-1, folio 307); Ipanema, con 832 hombres y 388 mujeres (AEMFRA 354-1, folio 339); y el Mexique, con 1144 hombres, 628 mujeres, 158 niños y 146 niñas (AEMFRA 354-1, folio 453).

El más famoso de estos barcos fue el Sinaia, en el que llegaron muchos de los intelectuales y en el que inclusive se publicó un Diario, donde escribían sobre sus experiencias a bordo. De los demás barcos se habla muy poco y creo saber la razón, por lo menos en lo referente a uno de ellos.



Tarjetas de embarque para el Ipanema.


En efecto, en el Ipanema ocurrió algo que no habla muy bien de algunos de sus pasajeros. Durante la travesía, el 4 de julio de 1939, uno de los oficiales del barco, de apellido Carbó, mandó un telegrama al gobierno mexicano en el que, entre otras cosas, decía lo siguiente: "Eficazmente ayudado hombres absoluta confianza estoy punto descubrir completa extensa organización trata blancas. Stop. Tropiezo dificultades influencia supuestos comprometidos viajan nombres falsos. Stop" (AEMFRA 354-1, folio 398).

El gobierno mexicano informó a Bassols, quien telegrafió el mismo día 4 de julio al oficial Carbó lo siguiente: "Organización trata debe ser objeto reposada y cautelosa conducta ligerezas provocarían escándalo perjudicial. Stop. Inclusive peligrosos telegramas abiertos ruégole no dar pasos sin aprobación telegráfica previa. Stop" (AEMFRA 354-2, folio 289).

En pocas palabras, no digan nada, nadie sabe nada y aquí no pasó nada. Había que evitar cualquier escándalo que predispusiera a la población mexicana con los refugiados españoles, teniendo en cuenta que había grupos que no apoyaban esta política del gobierno, no sólo grupos de derecha que no veían con buenos ojos la llegada de estos "rojos" españoles, sino inclusive varios gobernadores y sindicatos estatales.

Pero bueno, además de lo anterior, hay información respecto a polizones en los barcos, a españoles que falsificaron el pase de la embajada mexicana que autorizaba a su portador a embarcar en alguno de los barcos mencionados, otros que se hicieron pasar por mexicanos falsificando pasaportes de nuestro país y otras cosas más por el estilo.

Por cierto, Fernando Gamboa, uno de los diplomáticos mexicanos en Francia, perdió en el pueblo de Séte una maleta llena de pasaportes de los refugiados españoles en 1939. ¡Y la maleta no tenía llave!

Terminada la Segunda Guerra Mundial, un nuevo grupo de refugiados solicitó la ayuda del gobierno mexicano. Algunos de ellos eran españoles, pero la mayoría eran alemanes. ¿Por qué alemanes? Bueno, pues resulta que muchos germanos que vivían en México, algunos de ellos ya nacionalizados, decidieron volver a Alemania cuando Hitler llegó al poder. Inclusive varios de ellos se afiliaron al partido nazi. Pero una vez finalizada la Segunda Guerra, los que sobrevivieron buscaron la forma de regresar a México en lugar de permanecer en una Alemania derrotada y destruida por completo. Así que comenzaron a enviar solicitudes de ayuda al gobierno de Manuel Ávila Camacho, alegando que eran mexicanos, que la guerra los había atrapado en Alemania por casualidad y que nunca habían apoyado al régimen nacionalsocialista. Sí, como no.

Pero un caso que me llamó la atención, fue el de las menores Hertha y Marlene Niepmann, de 19 y 17 años (en aquella época la mayoría de edad era a los 21 años). Resulta que estas chamacas, nacidas en la Ciudad de México, fueron enviadas a Alemania por su padre, W. Niepmann, con objeto de que estudiaran allá mientras él permanecía en México trabajando. El viaje a Alemania lo realizaron por barco. ¿Y qué tendrá esto de raro?, me preguntarán mientras me ven con cara de perdonavidas. Bueno, resulta que este viaje tuvo lugar en 1944. ¿A qué clase de imbécil se le ocurre enviar a sus hijas menores de edad a estudiar a un país en guerra que, para 1944, está siendo bombardeado todos los días y todas las noches? Además, el Océano Atlántico, todavía en ese año, estaba lleno de submarinos alemanes que atacaban a cualquier barco enemigo. No podía alegar desconocimiento, porque las noticias de la guerra se seguían con gran interés en México. De milagro sobrevivieron las pobres. Yo hubiera encarcelado al papá por irresponsable y por poner en peligro la vida de sus hijas.

Bueno, pues con esto termino por hoy. En otra ocasión les platicaré sobre otras cosas que encontré en el mencionado archivo.



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