martes, 20 de octubre de 2015

EL SENDERO DE LÁGRIMAS, UNA CLARA MUESTRA DE LA CRUELDAD ANGLOSAJONA

Desde que los primeros exploradores anglosajones llegaron a tierras americanas a finales del siglo XVI dejaron en claro cuál iba a ser su relación con las múltiples tribus indígenas de la región. Robos, asesinatos, violaciones, despojos, desplazamientos y exterminio, son algunas de las cosas que les tenían reservadas.

Antes de continuar quiero puntualizar que los indígenas tampoco eran los hombres pacíficos que vivían en armonía con la naturaleza que en una época se quiso hacer creer, pues ellos, al igual que todos los seres humanos, vivían su vida con violencia, en constante batalla contra sus vecinos. Y si bien es cierto que la conducta de los anglosajones blancos no tiene defensa posible, también lo es el hecho de que en más de una ocasión pudieron exterminar a una tribu indígena gracias al apoyo de otras tribus indígenas. Es decir, que ellos mismos, en más de una ocasión, coadyuvaron en su propia desaparición.

Pero en esta ocasión quiero hablarles de uno de los acontecimientos más crueles de la historia estadounidense: el llamado Sendero de Lágrimas. Desde que los Estados Unidos se hicieron independientes comenzaron a presionar a las diferentes tribus indígenas que vivían en el joven país para que se fueran lo más lejos posible. No querían compartir su joven república con ellos. La compra de la Luisiana en 1805 los dejó en posesión de un vasto territorio inexplorado con grandes cantidades de tierras vírgenes sin dueño y listas para ser explotadas. Los estadounidenses, al igual que habían hecho sus abuelos ingleses, holandeses y alemanes en América, no consideraban a los indígenas como personas, por lo que si una porción de tierra estaba habitada por indígenas, para los estadounidenses estaba desocupada y podían tomar posesión de ella. Esa era la política.

Sin embargo, para evitar posibles luchas con los indígenas, en ocasiones aceptaban celebrar tratados con ellos para poder establecerse en sus tierras, mismos que las autoridades y los mismos colonos blancos recién llegados violaban al poco tiempo sin ningún miramiento y reprimiendo a los indígenas cuando éstos protestaban por dicha violación. De esa forma tan poco ortodoxa los fueron desplazando poco a poco.

Sin embargo, en zonas poco habitadas, como era el caso de Georgia, Florida y Alabama, se daba el caso de una convivencia más o menos pacífica entre ambos grupos. Pero en 1829 se descubrió oro en Georgia y eso cambió por completo la situación. Miles de mineros y especuladores se desplazaron al territorio en busca del preciado metal y, como era lógico, entraron en conflicto con las tribus indígenas al invadir sin ningún remordimiento sus tierras ancestrales.

Las tribus indígenas que vivían en esa región eran los Cheroqui, los Choctaw, los Chickasaw, los Creek y los Seminola, mismas que eran conocidas como "Las cinco tribus civilizadas", ya que desde la época colonial habían adquirido algunas de las costumbres de los hombres blancos, incluyendo la posesión privada de tierras y de esclavos.

Ante la presión de los especuladores, el gobierno de Georgia, apoyado por el presidente Jackson, ofreció a los indígenas cambiarles sus tierras por otras situadas al otro lado del río Misisipi, en el actual estado de Oklahoma. Para ello, se valían de un Tratado firmado en 1802 entre Georgia y el gobierno federal, mediante el cual Georgia renunciaba a sus derechos sobre lo que ahora es Alabama y Misisipi, a cambio de que se le permitiera reubicar a todos los indígenas fuera de su territorio. Y como el presidente Jackson no era precisamente un amigo de los indígenas, no tuvo ningún reparo en hacerlo.

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Andrew Jackson

En 1830 se promulgó el Acta de Remoción India, que dio a su vez lugar a algunos tratados con ciertos dirigentes indígenas para lograr su reubicación. Uno de estos fue el Tratado de New Echota, firmado con los cheroqui, pero que fue repudiado por la inmensa mayoría de éstos. Los cheroqui eran un caso muy especial. Vivían en un territorio que cubría parte de los estados de Georgia, Carolina del Sur, Alabama y Tennessee. En 1825 habían establecido su capital en New Echota y en 1827 habían adoptado una constitución que los declaraba como una nación libre e independiente, todo ello de la mano de su principal líder, el jefe John Ross, quien curiosamente era mestizo, pues su padre era escocés. Incluso tenían su propio periódico, el Cherokee Phoenix, y un Centro Cultural y de Aprendizaje, y se habían convertido años antes al cristianismo.

John Ross

Pero cuando comenzaron los problemas, como siempre sucede, los cheroqui se dividieron. Una facción, encabezada por el jefe John Ridge, estaba a favor del traslado y urgía a negociar con el gobierno federal antes de que las cosas se pusieran peores y no obtuvieran buenas concesiones. La otra facción, al mando de John Ross, se negaba sin tapujos a abandonar sus tierras ancestrales. Todo ello mientras el gobierno de Georgia iniciaba la venta de sus tierras a colonos blancos. John Ross acudió ante la Suprema Corte de Justicia y obtuvo una resolución algo favorable, en la que se consideraba que las leyes que Georgia estaba aplicando en su contra era ilegal, pero a la vez les quitaba su condición de naciones independientes.

"...si bien los indios tienen un derecho indiscutible e indiscutido a las tierras que ocupan (...) cabe sin embargo, dudar que las tribus que residen actualmente dentro de las fronteras reconocidas de los Estados Unidos puedan con derecho ser llamadas naciones extranjeras. Es más correcto llamarlas naciones domésticas dependientes (...) La nación cherokee es, pues, una comunidad distinta que ocupa su propio territorio dentro de los límites claramente definidos y en el que las leyes de Georgia no se aplican (...) Las relaciones entre los Estados Unidos y esta nación incumben totalmente al gobierno de los Estados Unidos".


En otras palabras, de acuerdo con la Corte, sólo el gobierno federal de los Estados Unidos podía legislar acerca de los asuntos indígenas. Y con Andrew Jackson en la presidencia, ya sabrán cual fue el desenlace de esta historia. Los primeros en irse fueron los Chickasaw en 1829, seguidos por los Choctaw en 1831. En 1837 los líderes Creek fueron apresados y con ello se forzó la marcha de la tribu. Quedaban tan sólo los Cheroqui y los Seminola.

Con la ley de su lado, el nuevo presidente Martin Van Buren ordenó su concentración en algunas fincas a finales de 1837 y los obligó a marchar los más de 1,600 kilómetros que los separaban de las tierras que les habían asignado. Escoltados por tropas federales al mando del general Winfield Scott, emprendieron la marcha poco más de 17,000 cheroquis y 2,000 esclavos propiedad de algunos indígenas ricos, de los cuáles murieron cuatro mil en el camino, debido a la falta de alimentos, el clima extremo y las enfermedades, además del hostigamiento de los colonos blancos por cuyas tierras tenían que cruzar. Aunque como siempre ocurre, el número de muertos varía dependiendo de la fuente. La cifra del gobierno fue de 474, un doctor que acompañó la marcha habló de 4,000 y hay incluso quien ha dicho que fueron 8,000.

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Martin van Buren

El Centro Cultural y de Aprendizaje fue convertido en taberna por sus nuevos propietarios y las instalaciones del periódico cheroqui fueron saqueadas y las imprentas destruidas. Toda la miseria y el horror de la marcha se reflejó en un libro titulado Sendero de las Lágrimas, escrito por John G. Burnett, capitán de la compañía Abraham MaCllan, 2º regimiento, 2ª brigada de la Infantería montada, que intervino en dicho traslado.

Pero para ser justos, también hay que decir que algunos estadounidenses blancos se opusieron a estas medidas, como el escritor Ralph Waldo Emerson, quien escribió una carta al presidente Van Buren para pedirle que no expulsara de sus tierras a los Cheroqui. Otro, llamado William Holland Thomas, acogió en su finca a unos 400, logrando así impedir su traslado.

Los Siminola siguieron luchando hasta el año de 1857 en que fueron finalmente vencidos y trasladados desde Florida hasta Oklahoma, en otro Sendero de Lágrimas.

En 1987 el gobierno decidió sacarle provecho al acontecimiento y estableció un sendero turístico al que llamó Sendero Histórico Nacional Sendero de Lágrimas (Trail of Tears National Historic Trail), que miles de turistas recorren año con año desde entonces dejando una buena derrama económica en los pueblos de los alrededores... donde ya no viven los indígenas.


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