jueves, 27 de agosto de 2015

DONALD TRUMP, LA NUEVA CARA DEL RACISMO ESTADOUNIDENSE

A todos nos ha llamado la atención en fechas recientes los cada vez más virulentos ataques del precandidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, el multimillonario Donald Trump, hacia México y los inmigrantes mexicanos.

Pero no es nada raro en este país (recuerden que escribo desde Nueva York) escuchar a algunos políticos hablar sobre el tema de la inmigración. Especialmente los republicanos en los últimos años se han especializado en usarlo como tema de campaña, aunque hay que decir que nunca había sido EL tema de campaña, sino tan sólo uno más perdido entre los problemas económicos, la guerra con Iraq y Afganistán, los problemas raciales, la delincuencia y otros más.

Donald Trump March 2015.jpg
No hace falta decir de quien se trata.

Sin embargo, lo que ahora llama la atención es la virulencia con la que Trump fustiga este asunto, la reacción de algunos medios de comunicación y empresas, que han roto relaciones con el magnate, y especialmente el apoyo que sus dichos le están consiguiendo entre el segmento de la población estadounidense más proclive a dejarse llevar por el racismo: rural, poco instruida y en muchas ocasiones, pobre. Tan pobre como la mayoría de los inmigrantes. Pero ¡cuidado!, no se trata aquí de culpar a esa gente de su ignorancia, sino de verlos también como víctimas de un sistema que busca dividir a su gente para evitar que se unan en contra de los que los explotan a todos.

Esto no es algo nuevo. El racismo ha sido usado desde tiempos antiguos como una forma de evitar que los oprimidos se unan entre ellos. En el caso de los Estados Unidos, les tocó a los irlandeses sufrirlo en el siglo XIX, a pesar de ser blancos, por parte de los descendientes de ingleses. Le tocó también a los españoles, a los italianos, a los rusos, a los judíos, a los indios (habitantes de la India), a los chinos, a los japoneses, a los mexicanos, a los sudamericanos y centroamericanos, a los caribeños, a los africanos, etc. La lista es larga. Y normalmente son las élites las que fustigan esos odios hasta dejarlos bien sembrados en la mente de los pueblos.

En el sur esclavista de los Estados Unidos, por ejemplo, el odio racial que sentían (y aun sienten en algunos lugares) los trabajadores blancos pobres por los esclavos negros (especialmente después de que los liberaron) sólo se puede entender por esto. ¿De qué otro modo se podría explicar que se sintieran superiores a los de raza negra si los dos estaban igual de fregados? La misma élite blanca se encargaba de fomentar esos odios, haciéndole creer al blanco pobre que tenía suerte de ser blanco aunque fuera pobre, pues de esa forma se encontraba por encima del negro en la pirámide social. Y así evitaban que esos dos grupos oprimidos se unieran en su contra.

En cierta ocasión, visitando el Museo de los Chinos en América (MOCA por sus siglas en inglés), aquí en Nueva York, Judith y yo vimos un cuadernito de lo más curioso. Se trataba de un manual publicado por el gobierno de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial para enseñarle a la población a distinguir entre un chino y un japonés. En ese momento, China era aliada de Estados Unidos, por lo que en el manual se presentaba al chino como un hombre de facciones delicadas, trabajador, amable y civilizado. Como Japón era el enemigo, se presentaba al japonés como un hombre feo, traicionero, de facciones toscas, grosero y salvaje. Me recordó a las descripciones que los nazis hacían de los judíos. Incluso venían dibujos para explicar las "diferencias raciales" entre chinos y japoneses. El mensaje era claro: no agredas al chino por que lo necesitamos, descarga tu furia contra el japonés. Terminada la guerra, las cosas cambiaron: China se vuelve comunista y se convierte en enemiga del capitalista Estados Unidos y el Japón ocupado se convierte en aliado. Ahora ya puedes odiar al chino y proteger al japonés. El racismo al servicio del poder político.

El polémico escritor y cineasta estadounidense Michael Moore, en su magnífico libro Estúpidos hombres blancos, nos muestra claramente cómo el racismo se ha arraigado profundamente en esta sociedad a pesar de que muchos aun lo niegan. Si una persona blanca va caminando por una banqueta, nos dice, y de repente ve que dos jóvenes negros vienen por la misma banqueta en dirección contraria a la suya y que, por lo mismo, se van a cruzar con él, de forma instintiva se cambia de banqueta para evitarlo, pues teme que lo vayan a asaltar. No hará lo mismo si los que se acercan son dos jóvenes blancos. Y sin embargo, según las estadísticas de la policía, continúa en su relato, es más probable que lo asalten los jóvenes blancos a que lo hagan los negros. Pero la educación recibida desde la niñez los condiciona a temerle a los negros y no a los blancos.

Michael Moore

Y ahora vemos que Trump vuelve a utilizar el racismo como arma de dominio político. En pocas palabras, el mensaje que el magnate inmobiliario le transmite a sus seguidores, en su mayor parte miembros de la población rural en estados conservadores y pobres, es el siguiente: "tú eres pobre por culpa de esos inmigrantes que se aprovechan de tí, que viven de tus impuestos, que se aprovechan de las instituciones que tú creaste, que toman los trabajos que a tí te faltan. No eres pobre porque nosotros, los ricos, te paguemos un salario de mierda, te quitemos las prestaciones laborales a las que tienes derecho y te obliguemos a trabajar cada vez más para pagar tus deudas, que generalmente son con nosotros mismos. No, no es nuestra culpa, es de los que vienen de afuera". Ese es el pervertido mensaje que envía a sus cientos de miles de seguidores.

Y no es extraño que ocurra en estos momentos, cuando los Estados Unidos han sufrido las mayores olas de protesta contra el capitalismo depredador desde las grandes luchas laborales de finales del siglo XIX y principios del XX o la lucha por los derechos de los afroamericanos en los años 50's y 60's. Los magnates estadounidenses como Trump vuelven a lanzar sus discursos racistas contra los mexicanos para desviar la atención de los problemas reales del país, como el aumento de la pobreza y de la impunidad de que gozan la inmensa mayoría de los causantes de la actual crisis. Occupy Wall Street es un claro ejemplo de esto.

Pero además estos señores saben muy bien con quien pueden meterse y con quien no. Ahora se lanzan contra los mexicanos porque saben que tenemos un gobierno débil que lo más que hará será decir que deplora los comentarios de Trump y que éstos son injustos, pero seguirá teniendo negocios con él y con otros que piensan como él, y desde luego, en el remoto caso (¡espero!) de que Trump gane y cumpla sus amenazas (algo que es casi imposible), no haría nada para defender a nuestros paisanos más allá de emitir notas diplomáticas de protesta.

¿Por qué Trump no ataca a los inmigrantes chinos, por ejemplo, que ya superan a los mexicanos en cuanto a números de arribo? ¿Acaso será porque China es un país poderoso, con un gobierno fuerte (y no estoy aquí defendiendo su sistema de gobierno) y con un gran poder económico sobre los Estados Unidos? China, el nuevo gigante industrial, controla prácticamente el mercado estadounidense. Aquí en Nueva York se puede ver claramente. Es raro encontrar algo que no esté fabricado en China. Incluso las marcas más emblemáticas han preferido trasladar sus fábricas a China, pues allí les sale más barato producir y así obtienen más ganancias. En alguna ocasión leí un artículo del New York Times en el que el articulista decía que si China se decidiera podría ahorcar económicamente a los Estados Unidos, pues ha ido comprando la mayor parte de su deuda externa. ¿Será por eso que el señor Trump prefiere dejar en paz a los inmigrantes chinos y cebarse con los mexicanos?

Por otro lado, la hipocresía con que se maneja el asunto de la inmigración en este país no tiene parangón con ningún otro. Con excepción de los indígenas originarios, todos los estadounidenses descienden de inmigrantes. Todos, sin excepción. En el caso de Trump, su madre vino de Escocia y sus abuelos paternos de Alemania. Así que su familia es estadounidense apenas de dos generaciones por parte paterna y de una por parte materna. Ni siquiera puede presumir de un rancio abolengo estadounidense.

Y ya para terminar, pues de seguir escribiendo me va a dar una úlcera del coraje que traigo, quisiera presentar a un personaje que a lo mejor no ha sido tan nombrado fuera de los Estados Unidos pero que representa una postura aun peor que la de Trump. Me refiero al senador republicano por Texas, Rafael Edward Cruz, mejor conocido como Ted Cruz. Nacido en Canadá, su padre era un inmigrante cubano. Y aun así, el senador Cruz ha sido uno de los principales instigadores de esta nueva ola racista contra los inmigrantes latinos, no solo contra los mexicanos. Un sujeto despreciable que, al igual que Trump, está peleando por la candidatura republicana a la presidencia en 2016. ¡Esperemos que la gente inteligente de este país (que también los hay) eviten que sujetos como ellos logren el triunfo.

Ted Cruz, official portrait, 113th Congress.jpg
Ted Cruz

Finalmente, no quiero que este alegato se vea como un baño de pureza para los mexicanos, pues por desgracia nosotros, como pueblo, también llevamos el racismo muy arraigado en nuestro subconsciente, por lo que siempre denigramos, no sólo al indígena, sino también al inmigrante centroamericano que llega a nuestro país. Así que es importante comenzar por limpiar la conciencia propia antes de enojarse por la mugre de la conciencia ajena.



miércoles, 26 de agosto de 2015

DIATRIBA CONTRA EL FANATISMO Y OTRAS ESTUPIDECES HUMANAS

La semana pasada leí una historia que me dejó impactado. Resulta que ISIS o EI (abreviatura de Estado Islámico), ese grupo terrorista conformado por pseudohumanos que se dicen seguidores de un dios que les ordena cometer cualquier cantidad de atrocidades, asesinó a Jaled al Asad, de 82 años, quien fuera el arqueólogo encargado del sitio arqueológico (valga la redundancia) de Palmira, en Siria, uno de los más importantes del mundo. El hombre fue decapitado y expuesto en la plaza pública de la ciudad siria. Su "delito": representar al régimen sirio en citas internacionales junto con "infieles" (es decir, participar en coloquios internacionales sobre historia y arqueología), y ser el director de los "ídolos" de Palmira. Increíble.

Jaled al Asad

Este grupo de imbéciles que se autodenominan "seguidores de Alá" se han pronunciado desde sus inicios como contrarios a las culturas antiguas, a las que califican de idolátricas. Pero como todo grupo de fanáticos, juegan con una doble moral. Por un lado, presentan ante el mundo la destrucción de obras de arte antiguas, ya sea en sitios arqueológicos o en museos, pero lo que no hacen público es que seleccionan las más valiosas para venderlas en el mercado negro y así poder financiar su yihad ("guerra santa"). Pero no sólo se van contra el arte antiguo. También asesinan a todo aquel que no profese su misma ideología, ya sea musulmán o "infiel" (o sea, todo aquel que no sea musulmán). Persiguen por igual a cualquier grupo religioso distinto al suyo.

Pero esto no es algo nuevo. Desde que surgieron las dos grandes religiones monoteístas, cristianismo e islamismo, la intolerancia y el fanatismo religioso llegaron al mundo. En épocas más antiguas, cuando la inmensa mayoría de las religiones eran politeístas, este tipo de problemas no se daban. Los seres humanos se mataban, igual que ahora, por cualquier tontería, pero no por tratar de demostrar que su dios es el único y verdadero. La intolerancia y el fanatismo van estrechamente ligados al monoteísmo.

Ejemplos hay muchos. En el caso de los cristianos, desde que que se convirtieron en religión oficial del Imperio Romano, comenzaron a perseguir a todos aquellos que pensaban distinto a ellos. Pero no sólo mataron personas (a las que llamaban "infieles") sino que destruyeron gran parte del patrimonio cultural alegando que eso fomentaba la idolatría (el mismo argumento que ahora maneja ISIS). Se incendió (por enésima vez) la Biblioteca de Alejandría, matando a la célebre Hipatia, se destruyeron templos, archivos y un sinnúmero más de monumentos, además de que se mató a un gran número de personas. Todo en nombre de un dios.

Más adelante, en la Edad Media, tenemos el caso de las Cruzadas, la creación de la Inquisición para perseguir a los cátaros (grupo cristiano disidente) y el establecimiento de la religión única para todos los europeos. Después, con la llegada de Lutero, vienen las guerras de religión que asolaron Europa durante los siglos XVI y XVII, la imposición del cristianismo en América, el surgimiento de grupos como los puritanos y, una vez más, la muerte de millones de personas en nombre de un dios.

Y si bien en la actualidad el cristianismo ya no puede asesinar en masa a todos aquellos que están en contra de él, aún tiene la fuerza suficiente para imponerse como religión única en diferentes lugares del mundo y aún existen grupos de fanáticos que de vez en cuando nos dan uno que otro susto. Pero también es justo reconocer que ahora hay muchos cristianos respetuosos y tolerantes.

Los musulmanes han seguido una senda muy parecida. Desde que surgieron comenzaron a perseguir a todos aquellos que pensaban distinto. Sin embargo, a diferencia de los cristianos, en un principio los musulmanes no mataban a los "infieles", sino que se contentaban con imponerles un fuerte tributo. Pero con el tiempo, y en especial después de las Cruzadas, se volvieron tan fanáticos como los cristianos y en muchos casos hasta los superaron. Una vez más, todo en nombre de un dios.

En la actualidad, prácticamente no hay grupo religioso que no profese cierto grado de fanatismo e intolerancia. Baste como ejemplo el asesinato de dos mujeres participantes en la marcha lésbico gay de Jerusalén en 2015 por parte de un judío ortodoxo quien, por cierto, acababa de salir de la cárcel tras cumplir condena por el mismo delito. Y es que este grupo, el lésbico gay, se ha convertido en el principal blanco de los grupos de fanáticos.

Y aquí pretendo condenar cualquier tipo de fanatismo, no sólo el religioso. El otro día, en una de las playas de Nueva York, me tocó ver a un grupo de mujeres hindúes metiéndose al mar completamente vestidas, pues su cultura les impide usar un traje de baño, misma situación que impera entre muchos grupos musulmanes y en menor medida de cristianos. Someter de esa forma a las mujeres no es cultura, es machismo e intolerancia.

En política también tenemos ese mismo fanatismo, especialmente entre los grupos radicales de la derecha y de la izquierda. Baste con mencionar las palabras fascismo y comunismo para saber de que estoy hablando.

En fin, sea como sea, es increíble que en pleno siglo XXI se mantengan este tipo de conductas y existan personas que aun creen que sólo su dios es el verdadero y que tienen todo el derecho de imponer sus creencias y su ideología a todos los demás.

Espero que ustedes no pertenezcan a ninguno de esos grupos. Y descanse en paz, Jaled al Asad.


viernes, 21 de agosto de 2015

EL PRIMER SISTEMA DE TRANSPORTE SUBTERRÁNEO (METRO) DEL MUNDO

Seguramente conoces el Metro. Lo más probable es que seas como yo y lo usas casi todos los días. O a lo mejor eres de aquellos que sólo lo usa de vez en cuando o ya de plano, perteneces a aquella minoría que sabe de él pero nunca lo ha utilizado por que crees que es para "nacos" y prefieres utilizar tu automóvil. Aunque también hay que reconocer la existencia de un pequeñísimo grupo que no sabe de su existencia y mucho menos lo utiliza, pues pertenece a un grupo de nivel económico tan alto que cree que todos los seres humanos nacen con un Ferrari en la puerta. ¡De todo hay en este mundo!

Pues bueno, sin importar a que grupo pertenezcas tú, te voy a platicar la historia del primer Metro del mundo. Bien, resulta que éste comenzó, ni más ni menos, que en Inglaterra. En Londres, para ser más exactos. Y te apuesto a que ni siquiera te imaginas en que año. Acostumbrados a ver el Metro como un moderno servicio de transporte masivo de pasajeros, mucha gente cree que es algo relativamente reciente. Se equivocan totalmente. El primer Metro, que como ya dije se construyó en Londres, se inauguró el 10 de enero de 1863 y tenía seis kilómetros de longitud, comenzando en la estación del tren en Paddington y terminando en Farringdon Street. Tan sólo tenía tres estaciones. Imaginen los problemas de tráfico que ya había en Londres para que se pensara en construir un sistema como éste. ¡Y eso que todavía no existían los automóviles y la gente se transportaba a pie, a caballo o en coches tirados por caballos! La idea original simplemente era construir un transporte que llevara del centro de la ciudad, la llamada City, a la principal estación del tren de la que era entonces la ciudad más grande del mundo.

24 May 1862: Chancellor of the Exchequer, William Ewart Gladstone, and directors and engineers of the Metropolitan Railway Company, embark on an inspection tour of the world's first underground line. Built between Paddington and the City of London, it opened in January of the following year. Gladstone is seen in the front row, near right.
Primer viaje en metro
El principal promotor del proyecto fue promovido por el abogado Charles Pearson, un hombre respetado pero que era famoso por defender causas "perdidas" como derogar el bando que prohibía a los judíos trabajar en la Bolsa, retirar la placa en la que se acusaba a los católicos de provocar el Gran Incendio de Londres en el siglo XVII o instaurar el sufragio universal. Causas bien locas, la verdad. Pero su proyecto favorito era el de meter un tren bajo el suelo de la ciudad, mismo que presentó por primera vez en 1845, provocando la risa y el desprecio de sus contemporáneos. Éste proyecto de Pearson tenía fines eminentemente sociales. En aquella época, en plena Revolución Industrial, la ciudad crecía a pasos agigantados. Los miles de empleados y obreros se veían obligados a vivir cerca de las fábricas y las oficinas, que se encontraban en su mayoría en el centro de la ciudad, conocido como la City, apiñándose en casas pequeñas que compartían con otras familias, pues en esa zona la vivienda era cara. Así que lo que Pearson quería era un transporte barato que conectara el centro con las afueras de la ciudad, donde la vivienda era mucho más barata, lo que permitiría a los trabajadores mejorar su nivel de vida, viviendo en los suburbios y trabajando en el centro. Además, eso descongestionaría las atestadas calles de la ciudad. Por fin, en 1855, la Cámara de los Comunes aceptó el proyecto, rendidos ante la evidencia de más de 200,000 obreros haciendo cola para entrar a la City todos los días. Por aquellos años, Londres ya tenía casi tres millones de habitantes y era la ciudad más grande del mundo. Para que se den una idea aproximada, la ciudad de México no llegaba a los 100,000 y seguía limitada por la traza colonial. Sin embargo, la crisis y cierto temor a agujerear el suelo, creyendo que las casas se iban a caer, hicieron que la construcción se iniciara hasta 1860. Los inversionistas aun dudaban en arriesgar su dinero en este proyecto, pues aunque era el Londres de Julio Verne y sus maravillosos proyectos futuristas, también era el de Dickens y sus miles de desheredados. A mucha gente no le convencía un proyecto cuya finalidad era mejorar la vida de las clases pobres.

An engraving from the Illustrated London News showing the first stages of construction of the Metropolitan Railway at King's Cross, 1862.
Construcción del metro de Londres
El proyecto fue realizado por la Great Western Railway (GWR) y estuvo bajo la dirección del ingeniero John Fowler. En aquella época no existía la tecnología actual para la construcción de túneles, por lo que el Metro se realizó mediante el sistema de cortar, construir y cubrir. Es decir, hacer una gran zanja, construir el túnel y taparlo. El problema fue que para realizar esto tenían que tirar algunas casas. En el caso de los barrios pobres, como siempre, no hubo bronca. Se corrió a los vecinos, en algunos casos se les indemnizó y se tiraron sus casas para poder abrir la zanja. Se calcula que 12,000 personas se quedaron sin casa, lo que provocó un escándalo. La compañía constructora construyó entonces una serie de edificios para alojar a algunos de ellos, pero dos años después, pasado el escándalo, los corrió y realquiló los edificios como almacenes a precios más elevados. En el caso de los barrios elegantes no fue tan sencillo. Como no podían tocar las casas de los ricos, tuvieron que seguir el trazado de las calles, donde si podían abrir las zanjas. Esto hizo que en algunas zonas el túnel tuviera formas algo caprichosas y diera vueltas un poco forzadas. Una vez terminado, el servicio fue operado por la North Metropolitan Railway, de donde derivó el popular nombre de Metro, aunque en Londres es más conocido por el de "Underground".

Por otro lado, los grupos más conservadores seguían oponiéndose al proyecto. Incluso el periódico The Times, que ya era uno de los más influyentes, sacaba artículos alabando las ventajas del aire libre y decía que nadie en su sano juicio podría preferir el nauseabundo subsuelo a éste.

Pero el tren fue un éxito. El día de la inauguración, más de 40,000 personas lo utilizaron, entre ellas muchos miembros del Paramento y del gobierno de la ciudad. Sin embargo, hubo dos grandes ausentes. Pearson, su principal promotor, había muerto un año antes, y el Primer Ministro, lord Palmerston, había mandado decir que a sus 79 años prefería quedarse arriba, pues ya tendría mucho tiempo para estar bajo tierra una vez que se muriera. Un periodista de The London Journal afirmó con entusiasmo que los túneles eran espaciosos, limpios y bien iluminados, lo que también era una exageración.

Una estación del metro

El sistema, como todo en un principio, era un poco complicado. Las locomotoras usadas eran de vapor (las únicas que había en esos momentos), lo que obligó a los constructores a diseñar y construir torres de ventilación a lo largo del recorrido. Para evitar que éstas afearan el paisaje urbano, se les cubría con fachadas falsas de casas, a las que inclusive se les ponía número y todo. Aun quedan en Londres unas pocas de estas "casas" falsas, por lo que es común realizar la broma de pedir por teléfono algún servicio a domicilio dando la dirección de alguna de ellas. Pero esos tubos de ventilación no eran suficientes para sacar todo el humo, lo que provocó la muerte de tres obreros en 1867. La compañía negó que su deceso se hubiera debido a la inhalación del sulfuro que salían de las locomotoras, e inclusive aseguró que eso era bueno para el asma, y que había enfermos que hacían varios viajes al día para aprovechar sus beneficios. Como vemos, las cosas no han cambiado mucho. No se por qué me recordó al derrame tóxico en Sonora, con la compañía negándolo y luego diciendo que era seguro. Ayer como hoy, como bien dice un amigo.

Por otro lado, el sueño de un transporte más democrático que tenía Pearson se cumplió tan sólo a medias, pues si bien ahora ricos y pobres viajaban en el mismo tren, no lo hacían en el mismo vagón, ya que había de primera, segunda y tercera. Costaban seis, cuatro y tres peniques respectivamente. Obviamente, los vagones de primera contaban con finas tapicerías en los asientos, éstos eran más cómodos y se iluminaban con finas lámparas de gas.



Fue tal el éxito obtenido que rápidamente otras compañías decidieron entrarle al negocio, surgiendo pocos años después hasta seis distintas. Ésto fue un caos. Cada una tendía sus vías, construía sus estaciones donde se le daba la gana y cobraba su propia tarifa. Una de esas compañías, la City & South, en 1890 fue la primera que utilizó trenes eléctricos y que excavó sus túneles con un nuevo procedimiento mucho más barato que el de abrir zanjas y taparlas. Para ello utilizaron una máquina diseñada por el ingeniero James Henry Greathead, que parecía un escudo metálico semicircular y que permitía excavar y reforzar la bóveda al mismo tiempo para evitar derrumbes. Las ventajas eran muchas. Ya no había que expropiar terrenos ni derribar edificios, lo que abarataba mucho la construcción, además de que ahora se podía seguir un camino en línea recta, olvidándose de las calles de arriba. Pero en su afán de abaratar costos, esta compañía decidió instalar vagones sin ventanas. Su razonamiento fue simple: no había paisaje que ver. Pero no contaron con la claustrofobia que esto causó entre muchos pasajeros, por lo que al final tuvieron que instalar sus dichosas ventanas.

El caos terminó en 1900 cuando el magnate estadounidense Charles Tyson Yerkes compró la mayoría de las compañías, unificando vías, tarifas y poniéndole fin a los vagones divididos por clase. Con el tiempo, muchas de las estaciones construidas sin ningún sentido a finales del siglo XIX fueron abandonadas, de las cuales aun quedan en pie más de 40. Pero así como es el más antiguo, también es el que menos ha crecido con el paso del tiempo, pues en los últimos cien años sólo se han construido dos nuevas líneas, una en los 60's y otra en los 70's.

Otra de las innovaciones de esa época fue la construcción de las primeras escaleras eléctricas, toda una novedad que, sin embargo, causaba miedo entre los usuarios, por lo que las empresas contrataban personas para que se pasaran el día entero utilizándolas y así demostrar que eran seguras.

Para terminar, quiero platicarles una curiosa historia. Como en muchos Metros del mundo, al llegar a una estación suelen escucharse avisos para que la gente tenga cuidado al bajar y no caiga en el peligroso hueco que se forma entre la puerta del vagón y el suelo de la plataforma de embarque. En el caso de Londres, la grabación que simplemente decía "Mind the gap, please" había sido realizada utilizando la voz de un famoso actor inglés de los cincuentas y sesentas: Oswald Laurence. Durante más de 40 años, esta voz acompañaba a los londinenses en su viaje por el subterráneo. Pero poco a poco esa grabación le fue dejando su lugar a una nueva versión digital, hasta que en 2012 se dejó de escuchar en la última estación en la que quedaba: Embankment. Hasta aquí todo normal.

Pero resulta que desde que el famoso actor había muerto en 2001, su viuda Margaret acudía todos los días al Metro para escuchar, sentada, la voz de su marido. Según iba desapareciendo de las estaciones, ella buscaba incansable otra donde aun continuara, hasta que terminó en la famosa Embankment. Mucha gente conocía ya su historia, por lo que cuando en 2012 se cambió en esa última estación la voz de su marido por la digital, se armó todo un alboroto por los que pudieron ver a la pobre y triste viuda retirarse de la estación tras ver que su marido ya tampoco estaba ahí. Ante ello, el Metro decidió volver a utilizar la versión antigua con la voz de Laurence, aunque sólo en esa estación, a donde doña Margara sigue acudiendo sin faltar un sólo día, convirtiéndose además en todo un atractivo turístico.

Este año la cineasta Ana Stanojevic realizó un pequeño corto contando esta historia. Aquí les dejo el enlace para que lo vean. https://www.youtube.com/watch?v=v9Fa5RLD1BI








miércoles, 19 de agosto de 2015

LOS MEJORES MUSEOS DE LA CIUDAD DE NUEVA YORK (SÍ, YA SABEN, DE ACUERDO A MI GUSTO PERSONAL)

Si algo caracteriza a la ciudad de Nueva York es la intensa vida cultural que tiene. La Ópera, la Orquesta Filarmónica, el Ballet y muchos de sus museos son famosos a nivel mundial. Y ni qué decir de los múltiples teatros del llamado "Distrito del Teatro" a lo largo de la avenida Broadway entre las calles (más o menos) 40 a 45. En la ciudad se celebran infinidad de festivales cinematográficos, algunos malos, otros buenos, pero que se adecuan al gusto de la mayoría de las personas. Desde luego, a esto contribuye indudablemente su enorme diversidad étnica. Los inmigrantes procedentes de todo el mundo nos permiten acudir una mañana a un festival cultural ucraniano y por la tarde a un ciclo de películas egipcias, acabando el día en una exposición fotográfica de algún artista brasileño.

El Lincoln Center, sede la Ópera, el Ballet y la Filarmónica de Nueva York

Pocas ciudades del mundo tienen esta variedad cultural. En el caso de los museos, la ciudad de Nueva York cuenta con una larga lista, algunos muy grandes, otros muy pequeños, con una enorme variedad en sus exposiciones. Para mí, éstos son los mejores (o más originales) de todos:

1) El Museo Metropolitano de Arte o Met. Bueno, éste es obvio pero no por eso podía dejarlo fuera. Este museo, fundado en 1872, es uno de los más importantes a nivel mundial. La exposición permanente es simplemente increíble por su tamaño y su variedad, y las exposiciones temporales suelen ser muy buenas. A mí, en lo personal, lo que más me gusta es el ala egipcia (que incluye el maravilloso templo de Dendur) y la sala de arte africano. Está ubicado dentro del Parque Central, sobre la Quinta avenida, a la altura de la calle 80.

El Met

2) Los Claustros. Este museo, que es en sí mismo una obra de arte, depende del Met. Se trata de cinco claustros de abadías medievales francesas y una capilla española que fueron adquiridos por el Met y restaurados en la década de los 30's. Fueron traídos a Manhattan piedra por piedra y en ellos se puede admirar la vasta colección de arte medieval del museo. Está ubicado en Fort Tyron Park, en la parte más al norte de la isla de Manhattan, sobre una pequeña colina, y cuenta con unos jardines medievales muy hermosos y unas vistas espectaculares del río Hudson.

Los Claustros

3) El Museo Americano de Historia Natural. También es uno de los más importantes en su género a nivel mundial. Fue creado en 1869. Su colección de esqueletos de dinosaurios y de animales disecados es simplemente fabulosa. Además, constantemente presenta exposiciones temporales muy buenas. Para que se den una idea, cuenta con 32 millones de piezas (obviamente no todas están expuestas). Se encuentra ubicado en la Octava avenida, frente al Central Park.

Museo Americano de Historia Natural

4) El Museo Nacional de los Indios Americanos. Este museo es muy reciente, pues fue fundado apenas en 1994 como parte del Instituto Smithsoniano. Su colección incluye no sólo a los pueblos indígenas de los Estados Unidos sino a los de todo el Continente Americano. Además, más que centrarse en su historia, busca enseñarle al visitante su cultura, sus tradiciones y sus lenguas. Es un museo imperdible si viajas a Nueva York, además de contar con un plus: es gratis y se encuentra en un hermoso edificio construido a principios del siglo XX. Está ubicado en Bowling Green, en la punta sur de Manhattan.

Museo Nacional de los Indios Americanos

5) El Museo de Brooklyn. Este espectacular museo está situado, lógicamente, en Brooklyn, a un lado del Jardín Botánico. Fue inaugurado en 1897 y en un principio se quería que fuera tan grande como el Met. Sin embargo, ante el desinterés de los vecinos, tan sólo se construyó la cuarta parte del edificio proyectado. A pesar de ello, tiene un tamaño respetable. Cuenta con una excelente colección de arte egipcio y un área donde reconstruyeron diversas casas antiguas, desde granjas holandesas de Nueva Amsterdam hasta casas del siglo XIX.

Museo de Brooklyn

6) El Museo de Arte de Queens. Este museo se encuentra en el Parque Corona, y el edificio en un principio funcionó como sede de las oficinas de la Feria Mundial de 1939, después fue sede de la Asamblea General de las Naciones Unidas de 1946 a 1951. Ahí estuvo también el pabellón de la ciudad de Nueva York durante la Feria Mundial de 1964. Por último, se instaló ahí el museo, que por cierto, acaba de ser remodelado. Una de sus principales atracciones es el "Panorama", una gigantesca maqueta de la ciudad (incluye los cinco boroughs: Manhattan, Queens, Brooklyn, Bronx y Staten Island) que permite apreciarla en su totalidad, además de que se va poniendo al día constantemente.

Museo de Arte de Queens

7) El Museo de la Sociedad Histórica de Nueva York. Este museo se fundó a principios del siglo XIX. Está ubicado en un precioso edificio a un lado del Museo de Historia Natural. En él se presentan diversas exposiciones sobre la historia de la ciudad. Tiene muchas piezas muy interesantes, incluidas las cadenas que se le ponían a los niños esclavos.

Museo de la Sociedad Histórica de Nueva York

8) El Museo de la Sociedad Hispánica de Nueva York. Este museo fue fundado en 1904 en una hermosa casa ubicada en la avenida Broadway entre las calles 155 y 156. En sus salas se puede admirar una vasta colección de arte antiguo y moderno de España, Portugal y Latinoamérica. A pesar de ser uno de los mejores del mundo en su rama no es muy conocido por el turismo (¡por suerte, pues así se puede visitar con calma!).

Museo de la Sociedad Hispánica de Nueva York

9) El Museo Casa de Louis Armstrong. Este museo, ubicado en la calle 107 del barrio de Corona en Queens, es de visita obligada para todos aquellos que sean amantes del jazz. Se trata, en efecto, de la casa donde vivió el famoso jazzista junto con su mujer Lucille, quien dejó en su testamento la casa a la ciudad para que fuera convertida en museo. En el sótano se encontraron más de 600 grabaciones inéditas del músico, las que ahora se pueden escuchar en el museo. Se los recomiendo mucho.

Museo Casa de Louis Armstrong

10) El Museo del Tránsito de Nueva York. Este museo, inaugurado en 1976, presenta una excelente colección de artefactos relacionados con el servicio de transporte público de la ciudad, incluyendo los camiones y el metro. Está ubicado en una antigua estación del metro de la calle Court, en Brooklyn Heights. Entre otras cosas se pueden ver los primeros vagones del metro de Nueva York, que es uno de los más antiguos del mundo y el primero en América.

Entrada al Museo del Tránsito

11) El Museo de la Inmigración en Ellis Island. Esta isla fue el lugar al que llegaban los inmigrantes, especialmente los provenientes de Europa, y donde eran revisados y fichados antes de poder entrar a los Estados Unidos. Está situada cerca de la isla donde está la Estatua de la Libertad. Cerró sus puertas como centro de inmigrantes en 1954 y fue reabierto como museo poco tiempo después. Para llegar hay que tomar el ferry que sale hacia la Estatua de la Libertad. Su colección es muy interesante, además de que presenta muchos datos sobre la inmigración a lo largo de la historia de Nueva York.

Museo de la Inmigración

12) El Museo Lower East Side Tenement. Y siguiendo con el tema de la inmigración, este museo, ubicado en algunos edificios antiguos, nos permite conocer las condiciones en que vivían los inmigrantes una vez que se instalaban en la ciudad. Cuartos pequeños donde vivían y trabajaban familias completas, en condiciones insalubres y de extrema pobreza. Es realmente impresionante visitarlo.

Tenement Museum

Desde luego, en la ciudad existen muchos museos más. Algunos tan famosos como el MOMA, el Guggenheim, el Cooper-Hewitt, la Biblioteca de Morgan, el Museo de Arte y Diseño, el Museo Whitney, la Colección Frick o el Museo de El Barrio. Otros cientos no tan famosos o nada famosos, pero también algunos muy originales, como el museo más pequeño del mundo, situado dentro de un elevador de carga en un viejo edificio del barrio chino. También hay muchos museos que preservan la cultura de los diversos grupos de inmigrantes que conforman la población de la ciudad, como el Museo Ucraniano, el Museo de la Sociedad Asiática, el Museo de Arte Ruso, el Museo Italiano o el Museo Chino, por mencionar algunos.

Asimismo, existen en la ciudad varias casas antiguas que funcionan como museos. Tal es el caso de la casa de Edgar Allan Poe, la casa donde vivió George Washington cuando intentó atacar la ciudad durante la guerra de Independencia o varias granjas situadas a lo largo y ancho de la mancha urbana actual.

Pequeño museo dentro de un elevador

En fin, cuando vengan a Nueva York no dejen de darse una vuelta por estos museos, pues es algo que vale la pena.





martes, 11 de agosto de 2015

¿CONOCES NUEVA AMSTERDAM?

Yo creo que sí la conoces. Nada más que no te acuerdas. Y si no la conoces, si nunca has estado ahí, lo que sí te puedo asegurar es que has escuchado hablar de ella a cada rato. Que si es la capital financiera del mundo, que si es una de las ciudades más visitadas por el turismo internacional, que si es famosa por sus enormes rascacielos (a los que se acaba de agregar uno más conocido como Liberty Tower). ¿Todavía no sabes cual es? Algunos de sus principales monumentos salen constantemente en anuncios, en programas televisivos y en el cine. Es más, te la pongo más fácil: Nueva Amsterdam es la ciudad más utilizada para filmar películas.

Bueno, creo que ya se lo que pasa. Sí conoces Nueva Amsterdam pero estás acostumbrad@ a oír su nombre actual: Nueva York. ¿Ahora sí ya sabes de qué ciudad te estoy hablando? ¿A poco no sabías que Nueva York se llamó originalmente Nueva Amsterdam?



Bueno, pues deja te platico. Estamos acostumbrados a creer que los Estados Unidos se formaron como fruto de la rebelión de trece colonias inglesas situadas en la costa este de Norteamérica, desde Georgia hasta Nueva Hampshire. Y así fue, en efecto, pero lo que poca gente sabe es que muchas de esas colonias no siempre fueron inglesas. Por ejemplo, en 1638 se fundó una colonia llamada Nueva Suecia en parte de lo que ahora son los estados de Delaware, Nueva Jersey y Pensilvania. Y se llamó así porque fue fundada por... ¡suecos!. Muy bien adivinaste. Claro que esta colonia tuvo corta vida, pues en 1655 fue ocupada por los... ¡holandeses! Otra vez adivinaste. Se me hace que ya te conoces esta historia. Como sea, el hecho es que casi nadie sabía de esta colonia sueca debido a su corta vida.

Pero no fue el único caso. Lo que ahora conocemos como la ciudad de Nueva York originalmente se llamó Nueva Amsterdam, pues fue fundada, aunque no lo creas, por holandeses, y era la capital de una colonia llamada los Nuevos Países Bajos, que incluía parte de lo que ahora es Nueva York, Connecticut, Nueva Jersey y Delaware e incluía algunos puestos fronterizos en Pensilvania y Rhode Island. Esta colonia pertenecía a la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales.


Los holandeses comenzaron a llegar a lo que ahora es la isla de Manhattan en 1614, aunque en un principio no establecieron ningún asentamiento permanente, pues se limitaban a comerciar pieles con los indígenas del interior. Fue hasta 1625 en que decidieron construir un pequeño fuerte para defender la desembocadura del río Hudson, lo que daría origen a la ciudad de Nueva Amsterdam.

Al año siguiente el nuevo gobernador, Pierre Minuit, "compró" la isla de Manhattan a los indígenas lenapes por el equivalente a 60 florines en mercancías (más o menos 1000 dólares actuales), acto que se volvió legendario, pero que en realidad no tenía ningún sustento legal, pues como la mayoría de los pueblos indígenas de lo que ahora son los Estados Unidos, los lenapes no conocían el concepto de propiedad privada, y para ellos la tierra era de todos y de nadie, es decir, todos la podían disfrutar porque no le pertenecía a nadie. Así que seguramente los lenapes jamás consideraron que el intercambio al que se refería Minuit implicara que la tierra pasara a ser propiedad de Holanda.

Nueva Amsterdam en 1660.

Como haya sido, es en esos momentos cuando surge la ciudad en torno al fuerte construido un año antes. En esos momentos estaba habitada tan sólo por 270 personas, pero pronto comenzó a crecer. Hacia el norte, su límite se estableció en lo que ahora se llama Wall Street, que de hecho debe su nombre a que ahí se encontraba la muralla de madera que protegía la ciudad (Wall street significa "calle de la pared o calle de la muralla").

Los ingleses conquistaron la colonia de los Nuevos Países Bajos en 1664, siendo su último gobernador Peter Stuyvesant. Inmediatamente le cambiaron el nombre por el de Nueva York, en honor al duque de York, Jacobo, hermano del rey Carlos II de Inglaterra. Desde entonces y hasta la independencia de los Estados Unidos, salvo un corto período entre 1673 y 1674 en que los holandeses la reconquistaron, la ciudad permaneció en manos inglesas.

Peter Stuyvesant decide entregar la ciudad a los atacantes ingleses.

Sin embargo, la huella holandesa aun es muy visible en la actual Nueva York. Algunos de sus barrios más emblemáticos conservan sus nombres holandeses, como Harlem, Brooklyn, Staten Island, Coney Island y Flushing. Una de las principales avenidas en Manhattan, que aunque recorre la isla de norte a sur en diagonal, es famosa por el área de los teatros, también tiene un nombre de origen holandés: Broadway. Otra calle, llamada Bowery, debe su nombre a las antiguas granjas que cubrían el resto de la isla y que se llamaban así. El Bronx debe su nombre a un terrateniente holandés que tenía tierras en esa zona y se llamaba Bronck. Asimismo, varias bahías y pueblos cercanos aun conservan sus nombres holandeses, como Hoboken, situado en Nueva Jersey al otro lado del río Hudson, frente a Nueva York.



Otra reminiscencia de este pasado es el apelativo de Yankees que se le dio a ciertos estadounidenses en el pasado y que ahora se ha generalizado a todos los habitantes del país. Resulta que muchos de los pobladores de Nueva Amsterdam se llamaban Jan o Kees. Asimismo, la palabra dolar se deriva de la antigua moneda holandesa llamada "daalder". ¡E inclusive Santa Claus, ese simpático y barrigón señor vestido de rojo que aparece en las latas de Coca Cola y que le trae regalos en navidad a todos los niños ricos del planeta, se deriva del holandés Sinterklaas o San Nicolás, un obispo holandés que le daba regalos a la gente en navidad.

Nueva Amsterdam al día de hoy.

Para terminar, quiero platicarte algo muy interesante. Resulta que Nueva Amsterdam fue el primer y único lugar (por muchos años) en América (y quizá en el mundo de esa época) en el que se estableció una absoluta libertad religiosa, incluso para los judíos y para los no creyentes (es decir, para los indígenas). Toda una innovación en la época, y desde luego, considerada peligrosa para la mayoría, especialmente para los puritanos ingleses establecidos en la vecina Nueva Inglaterra y para los españoles situados más al sur del continente.

Así que la próxima vez que vengas a Nueva York, presúmele a tus amigos que vas a Nueva Amsterdam, a ver que cara ponen.

Si quieres saber más, te recomiendo que leas "El origen secreto de Nueva York", del historiador Russell Shorto. Se puede conseguir en español.


Interesante imagen que sobrepone la ciudad de Nueva Amsterdam a la actual Nueva York.






viernes, 7 de agosto de 2015

A 70 AÑOS DE LA TRAGEDIA ATÓMICA

El 6 y el 9 de agosto de 1945 los Estados Unidos lanzaron las primeras bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Ambas ciudades sufrieron severos daños y el número de muertos fue impresionante.

¿Los motivos? Bueno, de acuerdo con los Estados Unidos (cuyo presidente era Harry Truman, tras el fallecimiento unos meses antes de Franklin D. Roosevelt), el objetivo era acortar la guerra y de esa forma salvar miles de vidas estadounidenses y japonesas. Supuestamente Japón estaba decidido a continuar la lucha hasta las últimas consecuencias, advirtiendo que defendería su territorio palmo a palmo. Y no era un argumento difícil de creer. Japón había defendido las islas del Pacífico con desesperación. A los Estados Unidos les había costado mucha sangre conquistarlas. Claro que la mayor parte de esa sangre había sido japonesa..., pues en promedio moría un soldado estadounidense por cada 5 japoneses.

Harry Truman, presidente de los Estados Unidos

Aunque las cifras varían, se estima que murieron más de 250,000 personas entre el día de la explosión y las primeras semanas posteriores. La mayoría de ellas en Hiroshima. El 69% de los edificios fue destruido y murieron el 90% de los médicos y enfermeras, al intentar ayudar a la población. Fue un evento terrible que no debe volver a suceder.

Sin embargo, ¿realmente Estados Unidos buscaba evitar más muertes terminando de una buena vez con la resistencia japonesa? Ese argumento hasta parece humanitario, pero es totalmente falso. Al gobierno de los Estados Unidos le preocupaban otras cosas. La vida de los japoneses y de sus propios soldados le tenían sin cuidado, como siempre.

Hirohito, emperador de Japón

Aquí cabe destacar un punto. Si bien habían sido aliados durante la guerra, Estados Unidos y la Unión Soviética ya se perfilaban como los nuevos rivales en el mundo de la posguerra. Estados Unidos le había insistido a la Unión Soviética, liderada por Stalin, que declarara la guerra a Japón y lo atacara por el norte. Pero Stalin siempre les dio largas, pues para él era más importante derrotar a Alemania que a Japón. Una vez derrotada Alemania y consolidado su dominio sobre Europa Oriental, la Unión Soviética vuelve sus ojos a Japón, declarándole la guerra dos días después de la bomba de Hiroshima, el 8 de agosto. Su avance fue rápido y en poco tiempo se apoderó del Manchuria, Mongolia interior, el norte de Corea, el sur de Sajalin y las islas Kuriles. Su avance fue muy rápido. Estados Unidos temía esto y por eso lanzó la primera bomba, cuyo fin era obligar a Japón a aceptar la rendición incondicional y a la vez, mostrarle al mundo su nuevo poder atómico. Pero cuando ven que Japón tarda en anunciar su rendición y que la Unión Soviética se dispone a invadir Japón, lanzan la segunda bomba sobre Nagasaki. Tras ésta, Japón se rinde.

Iosif Stalin, líder de la Unión Soviética

En realidad, lo que le importaba al gobierno de los Estados Unidos era evitar que Japón se rindiera ante la Unión Soviética, quedando bajo su esfera de influencia, y a la vez mostrar al mundo el poder atómico que ahora poseía.

Si bien Japón aun no se rendía, está probado que el emperador Hirohito estaba dispuesto a negociar la paz. De hecho, hacía meses que estaba buscando la mediación de Stalin para negociar con los Estados Unidos. El ala dura del ejército japonés había perdido fuerza y lo más seguro es que el emperador se hubiera salido con la suya. Japón ya no estaba en condiciones de luchar por más bravatas que lanzara el general Tojo y los demás miembros del partido que quería la guerra hasta el final. Pero eso no le servía a los Estados Unidos, pues si Japón se rendía antes de que las bombas fueran lanzadas, no podría mostrar su poder.

Hiroshima

En mi opinión, lo acontecido en Hiroshima y Nagasaki fue simplemente un acto terrorista fríamente calculado que, más que obligar a Japón a rendirse, buscaba aterrorizar a Stalin y a la Unión Soviética. Y por cierto, esto último no lo consiguió, pues hacía tiempo que Stalin tenía sus espías en el Proyecto Manhattan y sus científicos estaban ya trabajando en el desarrollo de su propia bomba nuclear, la que por cierto obtuvieron en 1949.

Nagasaki

Lo único positivo fue que, al mostrar su poder destructor, las bombas se convirtieron en un efectivo poder disuasorio. Y aunque varios países ahora las poseen y se han fabricado bombas mucho más poderosas que las de Hiroshima y Nagasaki, nunca más han tenido que utilizarse en alguna guerra.

Sirva esta entrada como homenaje a todos aquellos que murieron el 6 y el 9 de agosto de 1945, así como a todas aquellas personas que desde entonces se han opuesto a la fabricación de armamento atómico, sin importarles pasar algunos años en la cárcel o morir por sus ideales.

¡Nunca más una Hiroshima! ¡Nunca más una Nagasaki!

¿O ustedes qué opinan?


martes, 4 de agosto de 2015

LA DRAMÁTICA HISTORIA DE ISHI, EL ÚLTIMO SOBREVIVIENTE DE SU PUEBLO



Seguramente la mayoría de ustedes conocen la famosa novela El último de los Mohicanos, escrita por James Fenimore Cooper y publicada por primera vez en 1826. Si no la conocen, una de dos: o fueron a una escuela patito donde no les inculcaron el hábito de la lectura, o fueron a una buena escuela pero fue su mentalidad patito la que, por más esfuerzo de sus profesores, se negó a adquirir el hábito de la lectura.

Como sea, esta novela narra una historia trágica, la de los últimos Mohicanos, una tribu indígena del noreste de lo que ahora son los Estados Unidos, más concretamente de Connecticut. En la novela, cuyos hechos transcurren en 1757 durante la Guerra de los Siete Años que enfrentó a Inglaterra contra Francia y España, y que en América fue conocida como la Guerra Franco India, los dos últimos representantes de la tribu de los mohicanos, padre e hijo, pelean al lado de los ingleses. Sin embargo, al final el hijo muere y entonces el padre se da cuenta que como ya es viejo, no podrá engendrar más hijos y entonces con su muerte llegará también la de su pueblo. La novela tiene varias fallas históricas que aquí no comentaré por que no hay lugar para ello, pero en sí tiene un trasfondo de realidad. Muchas tribus indígenas de Norteamérica, durante la larga lucha contra los europeos desde el siglo XVI y posteriormente contra los estadounidenses desde finales del siglo XVIII, desaparecieron completamente, pues fueron exterminadas por el hombre blanco. Y para hacerlo más trágico, con su extinción también se murió su cultura, su lengua y sus tradiciones.

Ishi [Photo: P.A. Hearst Museum of Anthropology, U.C. Berkeley]
Ishi

La historia que hoy les quiero contar es la de Ishi, el último miembro de la tribu de los Yahi, perteneciente al grupo de los Yana, totalmente extintos. La historia de Ishi es una historia trágica, es la historia de un hombre que vio morir de forma violenta a todos los miembros de su tribu en manos de los hombres blancos y que terminó sus días como una especie de atracción antropológica en un museo, sabiendo que con su muerte moría su cultura.

Los Yana era una familia de tribus amerindias que vivían en el norte de lo que hoy es California, en la cuenca superior del río Sacramento, en pleno centro de la Sierra Nevada. Hablaban una lengua hokana (investiguen flojos) y se dividían en cuatro grupos, uno de los cuales era el de los Yahi. Una curiosidad linguística era que tenían tres lenguas, una masculina, otra femenina y una mixta. Es decir, las mujeres hablaban una lengua, los hombres otra y para comunicarse entre ellas usaban una tercera. Durante mucho tiempo vivieron tranquilos en su refugio de las montañas, hasta que las cosas cambiaron con el descubrimiento de ricos yacimientos de oro en California en el año de 1848, lo que atrajo al territorio a cientos de miles de oportunistas, mineros, gambusinos, comerciantes, abogados y demás gentuza blanca, quienes llegaron en busca de una fortuna que la inmensa mayoría de ellos nunca consiguió.

Los enfrentamientos con los indígenas locales no se hicieron esperar, especialmente por la costumbre de estos nuevos pobladores de invadir las tierras indígenas y agredir a estos últimos, poniendo el grito en el cielo y clamando por justicia y venganza cuando los indígenas, hartos de sus tropelías, decidían defenderse y mataban a unos cuantos de ellos. De acuerdo con el pensamiento de aquellos años, los indígenas eran un estorbo para el progreso que representaba el hombre blanco, y por ello debían ser exterminados.

Ishi nació probablemente hacia 1860. Obviamente no contaba con un acta de nacimiento o fe de bautizo que acredite lo anterior, por lo que solo son suposiciones. Desde pequeño le tocó ser testigo de la violencia del hombre blanco hacia su tribu. La masacre de Three Knolls en 1865 (en la que murió su padre), a la que sucedieron otras más en 1866, 1867 y 1868, dieron como resultado que de los más de 1,500 yanas que existían antes de 1848, tan sólo quedaran vivos unos 30, de los cuales un pequeño grupo estaba formado por los Yahi, grupo al que pertenecía Ishi. Este grupo buscó entonces refugio en lo más profundo de los cañones y de las cuevas del lugar, alejándose completamente de los blancos.

Con el paso de los años, estos fueron muriendo hasta que al final tan sólo quedaba Ishi con su familia más cercana, entre ellos su anciana madre. Tan sólo eran cuatro. Pero en 1908 un grupo de ingenieros que estaban trabajando en la construcción de una presa hidroeléctrica encontraron su refugio y los atacaron. Tan solo Ishi sobrevivió. Se dedicó entonces a vagar por la región, escondiéndose y buscando la forma de sobrevivir.

El 26 de agosto de 1911, sin embargo, Ishi fue capturado cuando intentaba robar un pedazo de carne para comer. Otra versión indica que en realidad decidió entregarse, cansado de vivir solo y escondido, y que por ello acudió a un pequeño rancho donde sus recuerdos le decían que vivía un hombre que, hace 40 años, había tenido algún gesto de afecto con él y con su hermana, cuando ambos eran niños. Como sea, fue entregado al sheriff del pueblo de Oroville, quien lo encerró en la cárcel. Cuando lo capturaron, el solo repetía la palabara Ishi, así que ese fue el nombre que le dieron. Para poder hablar con él se localizó a otro sobreviviente yana, llamado Batwi, que vivía en el pueblo. Pero su dialecto era diferente al de Ishi, así que aunque se entendieron un poco, no pudieron conversar mucho.

Ishi en el momento de su 'captura'
Ishi al momento de su captura. La ropa que trae se la dieron sus captores, pues él iba desnudo.
El comisario de Oroville notificó del caso a Alfred Kroeber, quien dirigía el área de Antropología en la Universidad de California. Éste envió a uno de sus ayudantes, llamado Thomas T. Waterman, quien se encargó de llevar a Ishi a San Francisco, alojándolo en el Museo de Antropología, donde pronto se convirtió en una gran atracción. Cuando llegó a San Francisco, Waterman ya había conseguido que usara traje, sombrero y hasta corbata, en lugar de andar desnudo como lo habían encontrado. Sin embargo, siempre se negó a utilizar zapatos. Según sus propias palabras: “Ahora lo sé. No hay nada que esté mal en los pies de los saldu (rostros pálidos). Lo que está mal es lo que vosotros llamáis zapatos. ¿Cómo sabes por dónde andas cuando tus pies no tocan la tierra?”.

Por las noches, Ishi prefería salir a una cueva cercana y pasar allí la noche. Nunca le gustaron las multitudes, algo comprensible en una persona acostumbrada a no ver a más de treinta personas juntas. Por ejemplo, dicen que cuando lo llevaron a ver el mar en San Francisco, estaba más impresionado por la cantidad de personas que había en la playa que por la inmensidad del Océano, al que nunca había visto. Cuando lo llevaron al teatro a escuchar a Caruso, le impresionó más la multitud ahí reunida que la voz del famoso tenor.

La única ventaja para Ishi es que Kroeber y sus ayudantes se esmeraron en averiguar todo sobre la cultura y el pueblo yahi, lo que permitió que no se perdieran en el olvido. Incluso se llegó a grabar su voz. Aquí les dejo el enlace para escucharla: http://news.berkeley.edu/2011/04/06/ishi-recordings/

Cuando aprendió un poco de inglés, los antropólogos le preguntaron por su nombre, él respondió lo siguiente: "No tengo ninguno, porque no hay gente para nombrarlo". El problema era que, de acuerdo con las tradiciones de su pueblo, una persona no podía decirle a nadie su nombre. La única forma de saberlo era que alguien los presentara. Y como no había nadie que presentara a Ishi, él no podía decir su nombre, por lo que hasta eso perdió el pobre. Se convirtió en el hombre sin nombre. Ishi, en su lengua, significaba "soy una persona". Tampoco había forma de saber el nombre de sus parientes y amigos, pues las costumbres de los yahi prohibían nombrar a los muertos por su nombre.

Kroeber lo empleó como celador en el Museo, donde los domingos por la tarde hacía exhibiciones de talla de puntas de flecha, elaboración de raspadores, arpones, cestas y arcos. También encendía fuego e imitaba los sonidos de los animales salvajes, sentado a la puerta de una cabaña de ramas. 

En el Museo

Desde luego, Kroeber aprovechaba el interés del público por el "salvaje" para beneficio propio y del Museo. En  la edición de Los Angeles Times del 10 de septiembre de 1911  invitaba al público a contemplar a“el último hombre de América que no conoce las Navidades”. La afluencia durante los seis primeros meses de vida del Museo fue superior a 24.000 visitantes, todo un espaldarazo a la labor de difusión de Kroeber.

Pero también hay que decir que éste le dio a Ishi un trato humanitario y que inclusive se convirtió en su amigo, ayudándolo a emprender un trabajo de rescate etnológico sin precedentes. La esposa de Kroeber cuenta la emoción que le produjo a Ishi reconocer en las vitrinas del Museo unas cestas que había fabricado una de sus primas muchos años atrás. Sintió que las últimas posesiones de su tribu estaban a salvo.

Alfred Kroeber e Ishi.

A pesar de todo, Ishi supo adaptarse a su nueva vida. A fin de cuentas, era un superviviente nato. Todo le llamaba la atención. Los automóviles, el Golden Gate, los tranvías, los trenes. Para el público en general, sin embargo, lo que le atraía era la estampa del "salvaje casi prehistórico" (como lo calificó un periódico) que llegaba por primera vez a la "civilización". En su afán de vender más ejemplares, algunos periódicos especularon con la posibilidad de que Ishi buscara una esposa blanca para perpetuar y mejorar su estirpe. Incluso algunas mujeres llegaron a proponerle matrimonio. Pero con más de cincuenta años encima, eso era algo que a Ishi ya no le importaba.

[Ishi]
Esa mirada de tristeza dice muchas cosas...

En más de una ocasión acompañó a los miembros del Museo en recorridos por los territorios que habían pertenecido a su tribu, en busca de recuerdos o de objetos que pudieran ayudar a reconstruir su historia.

Pero su contacto con los blancos, a los que por cierto nunca mostró rencor, también le produjo varias enfermedades. A finales de 1911 padeció una bronconeumonía, misma que le fue tratada por el doctor Saxton Pope, del que se hizo gran amigo. A finales de 1914 le diagnosticaron tuberculosis, enfermedad que lo llevó a la muerte el 24 de marzo de 1916. Ishi había dejado en claro sus instrucciones para el funeral. Quería ser enterrado como sus ancestros. Para su viaje hacia el Oeste debían quemarlo y enterrarlo con su mejor arco, cinco de sus mejores flechas, una caja llena de conchas, su pipa de piedra, un monedero con tabaco, un cestito con harina de bellota suficiente para cinco días y sus recuerdos familiares.

Ishi demostrando sus habilidades para la pesca.

Sin embargo, en esos momentos Kroeber se encontraba fuera de San Francisco y no pudo evitar que los últimos deseos de Ishi no se cumplieran. Le hicieron la autopsia y enviaron su cerebro al Instituto Smithsonian. Su cuerpo fue cremado y enterrado con una ceremonia cristiana en el cementerio local, dentro de una urna negra y con la siguiente leyenda: “Ishi, the Last Yana Indian 1916”.

Tras una larga lucha legal, en 2010 el Smithsonian regresó su cerebro y sus restos fueron enterrados en un lugar secreto de las montañas en una ceremonia indígena privada. Las pertenencias de Ishi están expuestas en el Museo de Antropología de Berkeley, en una sala destinada exclusivamente a ello.

Sin embargo, tiempo después aparecieron otros yahi que se habían mezclado con otras tribus de la región, aunque al final, éstos tampoco dejaron descendencia, por lo que de cualquier manera, su pueblo se extinguió.

¿Se imaginan el dolor que se ha de sentir que uno es el último sobreviviente de una cultura? ¿Que cuando uno muera, con él (o ella) van a desaparecer también su lengua, sus tradiciones y su historia? Pues eso es lo que han sentido muchos seres humanos sometidos por pueblos más poderosos. No es un fenómeno nuevo o propio del siglo XIX, pues desde épocas antiguas ya era algo normal. ¿Cuánta riqueza cultural no habremos perdido con ello?

Si quieren saber más al respecto, les recomiendo los siguientes libros:
Ishi. El último de su tribu. Crónica antropológica de un indio americano, Theodora Kroeber, ed. Antoni Bosch, 2006.
Ishi y el museo, Fernando Monge, en Etnohistoria, UNED, 2009.