lunes, 13 de julio de 2015

HORACE DE VERE COLE, UN BROMISTA CONSUMADO

William Horace de Vere Cole (1881-1936) es sin duda uno de los más grandes bromistas que ha dado el mundo. Si a eso sumamos el hecho de que nació y creció en una sociedad tan conservadora y puritana como la sociedad inglesa de la época victoriana, pues más a su favor.

Desde joven, ya había mostrado un carácter excéntrico y teatral, además de un peculiar sentido del humor, que lo llevaba a gastar bromas en ocasiones muy pesadas. Y como además era muy rico, pues ya se imaginarán que recursos no le faltaban.

William Horace de Vere Cole

Dicen los que saben (aunque no siempre saben bien), que de pequeño hacía bromas a sus amiguitos acorde con su edad, es decir, pequeñas. Pero ya de joven decidió debutar en las Grandes Ligas del humorismo británico. En 1905, siendo estudiante de la prestigiosa Universidad de Cambridge, se enteró que el sultán de Zanzíbar (¿recuerdan aquella narración sobre la guerra más corta de la historia que publiqué aquí mismo, en el blog?), Sayyid Ali bin Hamud Al-Busaid, estaba de visita en Londres, y ni tardo ni perezoso se puso de acuerdo con los miembros de su pandilla para organizar una broma de antología. Junto con su mejor amigo, Adrian Stephen, y otros dos compañeros, Bowen Colthurst y Leland Buxton, viajó a Londres, desde donde mandó un telegrama al rector de la Universidad, anunciándole la visita del sultán, que tenía gran interés de conocer las instalaciones de la misma. Después se maquillaron, se disfrazaron con ropas exóticas y tomaron el tren de regreso a la Universidad, donde ya les esperaba un comité de recepción encabezado por el mismo rector. Stephen iba disfrazado de sultán, Cole de su traductor y los otros dos de sus sirvientes. El rector en persona les dio un tour por el campus universitario que tan bien conocían. Desde luego que ninguno de ellos hablaba árabe, pero eso no era problema, pues lo que hacían era lo siguiente: cuando el rector decía algo, el traductor (Cole) se lo repetía al oído al supuesto sultán, fingiendo que hablaba en árabe y el sultán, cuando quería decir algo, se lo decía al oído al traductor y este lo repetía en voz alta. Alguna costumbre exótica, habrá pensado el rector, quien incluso organizó un banquete con las autoridades locales. Pero entonces, una dama invitada al banquete y que había sido misionera en Egipto (es decir, hablaba árabe), quiso conversar con el sultán en su propia lengua. Los reflejos de Stephen y Cole fueron los que los salvaron del desastre. El sultán dijo algo al oído de su traductor y éste inmediatamente "tradujo" al inglés. El sultán solo hablaba con mujeres pertenecientes a su harén, así que si la distinguida dama quería platicar con él, primero tendría que pasar por ese requisito. Obviamente, la mujer, asustada de semejante proposición, desistió de su empeño platicador.

Universidad de Cambridge

Terminado el banquete, el sultán y su comitiva regresaron a Londres, tras ser despedidos en la estación del tren por el rector y las autoridades locales. Horas después, Cole y los suyos regresaban como si nada a la universidad. Días más tarde, el rector se enteró, por los periódicos de la capital inglesa, que el sultán nunca había viajado a Cambridge, pues el día de la supuesta visita, en realidad había estado con el rey de Inglaterra. Pero nunca consiguieron castigar a los responsables, pues Cole y sus amigos sólo confesaron ser los autores de la broma hasta que terminaron sus estudios y obtuvieron sus títulos profesionales.

Años después, en febrero de 1910. realizó la que fue su broma más sonada y que tuvo como blanco, nada más y nada menos, que a la conservadora y elitista Marina de Guerra Británica. Para empezar, alguien mandó un telegrama firmado por el subsecretario de Asuntos Exteriores, sir Charles Hardinge, al capitán del acorazado HMS Dreadnought, avisándole de la visita de varios miembros de la familia real de Abisinia (actualmente Etiopía) con la intención de conocer el barco, que se encontraba fondeado en el puerto de Weymouth. Junto con cinco amigos (Adrian Stephen, su hermana la futura Virginia Woolf, Guy Ridley, Duncan Grant y Anthony Buxton) partieron en tren desde Londres hacia el puerto en cuestión. Los últimos cuatro iban disfrazados como la familia real, mientras que Stephen actuaba como traductor, usando el nombre alemán de Herr kauffmann y Cole interpretaba a un funcionario del ministerio de Relaciones Exteriores, llamado Herbert Cholmondeley, encargado de acompañar a los príncipes africanos. Al llegar a Weymouth ya les esperaba un recibimiento de gala, con banda de música, escolta y coche privado. En el buque los recibió el almirante sir William Henry May, comandante de la flota, quien les ofreció un gran recibimiento. Por error, en lugar de la bandera y el himno de Abisinia se utilizaron los de Zanzíbar, pero nadie lo notó, así que la broma continuó. La visita por el barco duró tres cuartos de hora, durante los cuales los supuestos príncipes hablaban en una curiosa mezcla de swahili, latín y griego que su traductor se apresuraba a traducir al inglés. Cuando algo les llamaba la atención, simplemente decían "Bunga, bunga". El almirante les ofreció un banquete, pero los príncipes declinaron y regresaron en tren a Londres. Días después, Cole envió fotografías de la visita al periódico Daily Mirror, confesando ser el autor de la broma. La indignación en la Marina fue mayúscula y se exigió castigo para los responsables. Sin embargo, éstos no habían cometido ningún delito tipificado en las leyes de esa época. Tan sólo la falsificación de la firma del subsecretario del Foreign Office en el telegrama que anunció su visita al barco, pero como ese había sido enviado cuando ellos seis ya estaban en el tren rumbo al puerto, no se pudo probar que ellos lo hubieran enviado.

El famoso barco

Se cree, asimismo, que algunos miembros de la Marina estaban coludidos, pues varios de los que estuvieron presentes conocían a algunos de los bromistas e incluso el comandante Willie Fischer, que era miembro de la comitiva del almirante May, era primo de Adrian y Virginia Stephen. Por otro lado, los seis bromistas pertenecían al llamado Círculo de Bloomsbury, un grupo de intelectuales británicos caracterizados por su rechazo hacia la sociedad victoriana y su puritana moral. Fue precisamente en el seno de este grupo en el que se gestó la broma del HMS Dreadnought, como protesta hacia la Marina. Por cierto, durante muchos años, los tripulantes de otros buques de guerra ingleses usaban las palabras "Bunga, bunga" para burlarse de sus colegas del Dreadnought.

Los príncipes de Abisinia. A la izquierda se encuentra Virginia Woolf y a la derecha Cole.

Otras de las bromas realizadas por Cole, con el tiempo se han convertido en grandes clásicos, e incluso son utilizadas constantemente por los programas televisivos de "cámara escondida". En una ocasión, se encontró en la calle a un viejo compañero de la escuela que ahora era parlamentario. Tras saludarlo efusivamente, deslizó con discreción su reloj en el bolsillo de su amigo. Tras despedirse, esperó a que éste avanzara unos metros y comenzó a gritar: "¡Al ladrón, al ladrón!", lo que hizo que acudiera un policía y se llevara detenido al asombrado miembro del Parlamento Británico. Ya en la comisaría, Cole confesó que todo había sido una broma, por lo que le pusieron una multa de cinco libras. Su amigo no volvió a dirigirle la palabra.

En otra ocasión comenzó a regalar entradas para una obra de teatro a la gente que encontraba por la calle. El único requisito es que tenían que ser calvos y prometer acudir a la función si sombrero. Cuando el teatro se llenó, poco antes de la función, los miembros de los palcos pudieron observar como los calvos, situados en asientos previamente seleccionados por Cole en la parte baja del teatro, formaban con sus cabezas descubiertas una palabra obscena.

Otro clásico fue cuando fingía ser topógrafo y le pedía a un peatón que le detuviera el extremo de una cuerda para realizar una medición.  Luego, doblaba la esquina y hacía la misma petición a otro amable transeúnte y se iba, dejando a las dos víctimas agarrando ambos extremos de la cuerda. Un día se encontró con una cuadrilla de obreros municipales que estaban esperando a su capataz, y los convenció de que era un alto cargo del ayuntamiento. Los llevó a Piccadilly Circus, en pleno centro de Londres, y los hizo cavar una zanja en mitad de una de las calles más transitadas de la capital, obligando a desviar el tráfico. Las autoridades tardaron varias horas en averiguar que nadie había ordenado cavar aquel agujero.



Aprovechando su parecido físico con el entonces líder del partido laborista y futuro Primer Ministro Ramsay MacDonald, improvisaba discursos callejeros en los que atacaba las políticas que el verdadero MacDonald defendía y defendía a las que éste atacaba, dejando a la gente muy confundida. Otras veces se disfrazaba de obrero y solicitaba la ayuda de la policía para cortar el tráfico en alguna calle, con la excusa de que se iba a llevar a cabo algún trabajo urgente. También conducía llevando a su lado un maniquí con el que fingía discutir para luego arrojarlo a la calle. Y en una ocasión condujo un rebaño de vacas a través de Picadilly hasta Leicester Square, donde celebró un picnic rodeado por ellas.

Picadilly Circus

En 1919 se casó con una rica heredera irlandesa y se fue de viaje de luna de miel por Italia. Estando en Venecia, decidió organizar una de sus célebres bromas. Una noche se escapó del hotel sin decirle nada a su mujer y contrató a un barquero que lo llevó a tierra firme, donde compró una gran cantidad de estiércol de caballo. De regreso a Venecia con su carga, la vació y distribuyó por toda la Plaza de San Marcos, provocando un grave escándalo cuando, al día siguiente, los venecianos madrugadores se encontraron con semejante espectáculo, pues en la ciudad no había caballos.

Por fin, tras dos matrimonios y varios negocios fracasados, William Horace de Vere Cole murió en París en 1936, en la más completa ruina. Murió pobre, pero disfrutó de la vida hasta el último momento.

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