Yo siempre he creído que todo lo que hacemos "en contra del planeta", en realidad lo estamos haciendo en contra nuestra. Nuestro orgullo no nos permite ver que no somos mas que una especie más entre todas las que han poblado la Tierra, y que cuando ésta se canse, se deshará de nosotros con la misma facilidad que se deshizo de los dinosaurios.
Y es que la verdad, en ocasiones nos pasamos. En especial con el reino animal. El reciente caso del desgraciado dentista estadounidense que asesinó a Cecil, un majestuoso león que vivía en una reserva natural en Zimbabwe es tan sólo una muestra de ello. Cada día desaparecen varias especies animales, y en la mayoría de los casos el culpable es el ser humano. Sin embargo, en ocasiones los animales toman cumplida venganza, aunque no nos guste la idea.
De entre todos los animales, hay uno que causa especial repudio entre las personas por el miedo instintivo que nos causa. Me refiero al cocodrilo. Normalmente lo etiquetamos como una máquina de matar, un asesino en serie, cruel y despiadado. Pero no dudamos en matarlos por miles para utilizar su piel en bolsos, zapatos y carteras.
Cocodrilo de agua salada |
El cocodrilo es uno de los animales más antiguos del planeta. Aparecieron casi al mismo tiempo que los dinosaurios, por lo que tienen ya muchos millones de años habitando el planeta. Y sin embargo, la acción del ser humano lo está poco a poco llevando a la extinción. Pero a veces los cocodrilos toman cumplida venganza y creo que es justo reconocer que lo hacen con sobrados motivos. En ocasiones atacan a los seres humanos, sobre todo si éstos se acercan demasiado a ellos. Pero hay algunos casos en que el ataque es masivo, y el ser humano pasa de ser el depredador a ser la presa.
El que voy a narrarles ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial, en la isla Ramree, situada en las costas de Myanmar (antes llamada Birmania o Burma), y el protagonista principal fue el cocodrilo de agua salada. Esta especie de cocodrilo puede llegar a pasar de los 7 metros de largo y pesar 1,500 kilos, lo que lo convierte en el reptil más grande del planeta. Su hábitat es el norte de Australia y las zonas pantanosas del sudeste asiático. Su fama de comehombres es bien merecida (aunque también como mujeres y niños, no es nada remilgoso a ese respecto).
Pues bien, resulta que en su avance hacia la India, en esos tiempos aun colonia inglesa, los ejércitos japoneses ocuparon otra colonia británica vecina llamada Birmania. Esto obligó a los ingleses, que ya habían perdido Singapur, Hong Kong; Malasia y varias islas del Pacífico, lanzaran todas las fuerzas de que podían disponer contra los japoneses, habida cuenta de que la situación en Europa no les permitía distraer muchas.
Uno de los enfrentamientos que estas tropas tuvieron contra los japoneses ocurrió en la isla de Ramree, que los nipones habían ocupado en 1942. Se trata de una pequeña isla de 1350 kilómetros cuadrados llena de pantanos y manglares, es decir, el hábitat natural del cocodrilo de agua salada.
En enero de 1945, cuando Japón se encontraba ya en franca retirada principalmente ante el avance estadounidense, el 14° Ejército Británico inició una ofensiva para expulsarlos de Birmania. El 21 de ese mes, las tropas británicas llegaron a la isla de Ramree. Tras un bombardeo preliminar llevado a cabo por los buques acorazados, desembarcaron sus tropas, siendo los primeros los miembros de la 71a Brigada India. Un batallón japonés de 1,000 soldados, atrincherado en una base cercana al lugar del desembarco, resistió durante varios días, pero al final, superado en número, emprendió la retirada para reunirse con otras tropas niponas dispersas por la isla, tomando el único camino que aun no habían ocupado las fuerzas del Imperio Británico.
Soldados japoneses en Ramree |
De esa forma, el 19 de febrero de 1945 por la mañana casi 1,000 japoneses se internaron en los espesos manglares para iniciar un recorrido de casi 16 kilómetros. No parece mucho. Pero en un terreno pantanoso como ese el avance se torna difícil y lento. Y al parecer los japoneses, al huir de los ingleses, no pensaron en la naturaleza. Esos pantanos no son sólo el hogar de millones de mosquitos, escorpiones y serpientes venenosas, sino también de otros muchos animales entre los que destaca el famoso cocodrilo de agua salada.
Cuando buen cuerpo militar, los japoneses caminaban confiados en sus armas y en su espíritu guerrero, sin cuidarse mucho de los animales. Al caer la noche comenzó la tragedia. Para los miles de cocodrilos que vivían ahí, fue como acudir a una cena con buffet. Simplemente tenían que escoger al japonés que más les apeteciera e ir por él, para después repetir plato.
Poco podían hacer los japoneses, pues los cocodrilos son depredadores natos, cazadores expertos, silenciosos y mortíferos. De nada servían los disparos en medio de la oscuridad contra unos animales que salían de improviso del agua, regresando a ella de inmediato con su presa bien agarrada entre los dientes. Los gritos desgarradores de los soldados del Emperador se escuchaban por toda la isla, mientras los cocodrilos se daban un auténtico festín. Realmente comieron hasta quedar hartos.
Cuando los británicos finalmente se internaron en los pantanos en busca de los japoneses, varios días después, se encontraron con una auténtica tragedia. De los casi mil que se internaron en ellos, tan sólo escaparon 20 y no precisamente en buenas condiciones. Esta matanza está inscrita en el Libro Guinness de los Records como la más grande llevada a cabo por cocodrilos.
Otra versión dice que en realidad murieron poco más de 400, pues 500 consiguieron escapar y unirse con las demás tropas japonesas en el otro extremo de la isla para seguir combatiendo. Pero no hay forma de probar esto.
Uno de los soldados británicos testigos del hecho fue el también naturalista Bruce Wright, quien dejó escrito los siguiente:
"Esa noche fue la más horrible que cualquiera de la dotación de la ML [lanchón de desembarco de la infantería de marina] haya visto nunca. Entre el esporádico sonido de los disparos podían oírse los gritos de los hombres heridos, aplastados en las fauces de los enormes reptiles, y el vago, inquietante y alarmante sonido de de los cocodrilos girando creaba una cacofonía infernal que rara vez se ha igualado en la Tierra. Al amanecer llegaron los buitres para limpiar lo que los cocodrilos habían dejado... Del alrededor de 1000 soldados japoneses que entraron en los pantanos de Ramree, sólo unos 20 fueron encontrados con vida."
Suena terrible, es cierto, pero igual de terrible son los miles de cocodrilos asesinados todos los años para aprovechar su piel. Al menos, ellos mataron a los japoneses para comer. no para hacer bolsos.
Además, no es el único caso documentado de un ataque masivo de animales en la Segunda Guerra Mundial, pues existe otro que tiene que ver con tiburones y marineros estadounidenses. Pero esa es otra historia de la que luego les hablaré.
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