martes, 28 de julio de 2015

¿Y SI HUBIERA SIDO DIFERENTE? LA BATALLA DE CEMPOALA

En los últimos años se ha puesto un poco de moda la llamada "historia ficción", cuya base es la frase "¿Y qué hubiera pasado si...?" o en inglés "What if?". En base a ello se han hecho algunos análisis interesantes sobre diversos episodios de la historia intentando mostrar algunas de las posibilidades si algún acontecimiento en específico hubiera cambiado. ¿Qué tanto habría afectado eso a la historia?
Por ejemplo, ¿qué hubiera pasado si Alejandro Magno no hubiera muerto en Babilonia cuando venía de regreso a Macedonia? Posiblemente, tras un par de años en su tierra natal, sus ansias de conquista lo hubieran llevado hacia el oeste, donde se hubiera enfrentado a la todavía débil República Romana. ¿Hubiera conquistado Roma? Posiblemente. Pero Alejandro murió en Babilonia a los 33 años y nunca sabremos lo que hubiera podido ocurrir en caso contrario.

Ejemplos como ese abundan en la historia. Yo mismo escribí una novela, llamada Crónica de un México que nunca fue, en la que a través de un pequeño cambio en la situación del país, nuestra historia se vuelve totalmente distinta. En la entrada de hoy quiero estrenar una nueva serie llamada ¿Y si hubiera sido diferente?, en la que intentaré mostrar la enorme facilidad con que puede cambiar la historia. Espero que les guste.

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Las noticias que Pínotl, calpixque de Cuextlan, hizo llegar a Moctezuma, no dejaban lugar a dudas. Aún así, el huey tlatoani dudaba. ¿Y si de verdad fuera Quetzalcóatl? Los presagios así lo habían anunciado. Además, la leyenda era muy claro. El dios iba a regresar por su trono. Sí, pero, ¿por qué le tuvo que tocar a él? ¿Por qué el dios Quetzalcóatl no pudo esperar un poco más? El emperador mexica se encontraba sumido en sus pensamientos cuando entró su hermano Cuitláhuac, señor de Iztapalapa, acompañado de su primo, el tlacatecuhtli Cuauhtemoc.

Ambos hablaron con Moctezuma. Sabían de los informes de Pínotl, y como él, estaban convencidos de que esos hombres llegados del mar en las impresionantes casas flotantes, no eran dioses. Su jefe no era Quetzalcóatl. Tenían que combatirlo, pues si dejaban que llegara a Tlaxcala, sin duda éstos se aliarían con los extranjeros. Por otro lado, si mostraban debilidad, muchos de los pueblos tributarios sin duda se rebelarían contra ellos, los mexicas. Tenían que mostrar que aun eran los más fuertes. Y pata eso, había que moverse, había que juntar a las tropas y salir al encuentro de los recién llegados.

Pero Moctezuma no cejó. Les ordenó que se retiraran y lo dejaran sólo. Desesperados, Cuitláhuac y Cuauhtemoc dialogaron entre ellos. Entonces, el primero tuvo una idea. Conocía bien al sumo sacerdote de Quetzalcóatl. Sabía que era un hombre ambicioso, dispuesto a todo. Así que le propuso a su primo sobornarlo. Podrían ofrecerle algún señorío si éste aceptaba hablar con el huey tlatoani y convencerlo de que esos hombres no eran dioses. ¿Quién mejor que el sumo sacerdote de Quetzalcóatl para saber quien era el dios y quien no?

Moctezuma Mendoza.jpg
Moctezuma II Xocoyotzin

No les fue difícil convencerlo. Tras una corta negociación, éste aceptó hablar con Moctezuma. Y por fin, las cosas cambiaron. Convencido por el sumo sacerdote, el emperador se dispuso a combatir. Inmediatamente mandó mensajeros a todas las ciudades tributarias exigiendo su cooperación. En un par de semanas, ya se habían reunido en una de las riberas del lago más de 80,000 guerreros. Moctezuma se puso al frente de ellos y nombró como su subalterno a su primo Cuauhtémoc, dejando a Cuitláhuac al frente de la capital mientras ellos salían a combatir.

Mientras tanto Cortés, el capitán español, comenzaba a mover sus piezas. Había llegado con 518 soldados de a pie, 16 a caballo, 13 arcabuceros, 32 ballesteros, 110 marineros, 200 indígenas caribes y negros esclavos como auxiliares, 32 caballos, 4 cañones de bronce y 4 falconetes (cañones pequeños). No eran muchos, la verdad, por lo que sabía que necesitaba conseguir refuerzos rápidamente. Poco después de desembarcar y tras conseguir deshacerse de la autoridad de Diego Velázquez, gobernador de Cuba, se dirigió a Cempoala, ciudad habitada por los totonacas. Utilizando su astucia, consiguió el apoyo de Chicomácatl, el llamado cacique gordo, y la alianza de más de treinta pueblos totonacas, que pusieron a su servicio a mil trescientos guerreros al mando de Mamexi, Teuch y Tamalli.Poco antes habían conseguido derrotar a una avanzadilla de los mexicas cerca de Tizapancingo. Sin embargo, los hombres de Moctezuma habían sido enviados para observar de cerca la potencia de las armas españolas y de sus caballos, ambos totalmente desconocidos para ellos. Así que, a pesar de la derrota, los informes que llevaron al tlatoani fueron de mucho valor.

Cortés no sospechaba que las fuerzas de Moctezuma, se acercaban rápidamente. El 16 de agosto de 1519, cuando se disponían a partir rumbo a Tenochtitlán (5 conejo 1 caña para los mexicas), el ejército mexica se presentó frente a Cempoala. Eran casi 100,000, pues en el camino se les habían unido guerreros de muchos pueblos tributarios. Además, Moctezuma había dejado 30,000 guerreros en la capital y 15,000 en Cholula, para evitar un posible ataque tlaxcalteca.

Frente a esto, los españoles no podían presentar a más de 600 soldados y 1,300 aliados indígenas. Cortés comprendió que su situación era muy complicada y que sólo un milagro podría salvarlo. Ya estaba al tanto, gracias a los primeros embajadores que el huey tlatoani le había enviado, que éste consideraba a Cortés como una especia de dios, cuyo nombre no podía pronunciar sin hacerse bolas, así que decidió aprovechar eso. Además, si mostraba miedo, sus aliados indígenas lo abandonarían de inmediato.

Hernán Cortés

Cortés envió a dos de sus hombres, acompañados de Marina y de Jerónimo de Aguilar, sus traductores, con un mensaje para Moctezuma. En él le mostraba su extrañeza por la presencia del emperador al frente de su ejército. Le hacía saber, también, que esa situación lo tenía muy molesto y que no dudaría en utilizar sus poderes como dios para acabar con los mexicas si éstos no se retiraban.

Cuando los españoles llegaron al campamento mexica, Moctezuma los recibió. Cuitláhuac y Cuauhtemoc se habían asegurado que el sumo sacerdote de Quetzalcóatl acompañara la expedición, para asegurarse de que Moctezuma no volvía a tener dudas. El emperador aprovechó el momento para constatar por sí mismo si aquellos hombres eran dioses o no. Después de escuchar atentamente el mensaje de Cortés, Moctezuma les preguntó si conocían la ubicación de la mítica Tollan, la ciudad fundada por Quetzalcóatl. Al ver que estos no sabían la respuesta, les preguntó por las tribuciones divinas del dios. Tampoco lo supieron. Marina pudo habérselos dicho, pues desde niña había escuchado esas historias. Pero inteligente como era, se había dado cuenta perfectamente de la situación. Desde que entraron al campamento observó el poderío del ejército mexica y comprendió que Cortés no tenía ninguna posibilidad, así que decidió no seguir prestando más su ayuda a aquellos hombres venidos del mar y poder de esa forma salvar su vida.

Moctezuma ordenó aprehender a los enviados de Cortés y sacrificarlos allí mismo al dios Huitzilopochtli. Marina fue la única que se salvó, al ofrecer la información que poseía sobre las armas españolas a cambio de su vida.

Así que Cortés, en vez de ver el regreso de sus hombres, observó el avance del ejército mexica. Inmediatamente preparó sus tropas. Al frente, los totonacas y los piqueros, protegiendo con sus largas picas a los arcabuceros, los ballesteros y los artilleros. Detrás de ellos, los infantes, y a los costados, la pequeña caballería. Pero entonces sucedió lo previsible. Los totonacas de Cempoala, antes de iniciar la batalla, se dieron a la fuga y regresaron a su ciudad, dejando a los españoles totalmente solos y a su suerte, que a partir de ese momento no fue mucha.

Cempoala, Veracruz

Los guerreros mexicas se lanzaron al ataque. Gracias a los informes de Marina y a los de sus propios exploradores, ya sabían como combatir las armas de fuego y los caballos. Para éstas, simplemente aprendieron a tirarse al suelo en el momento en que veían que los españoles las disparaban. Algunos morían, pero tanto los arcabuces como los cañones y los falconetes eran tan difíciles de cargar que los españoles sólo pudieron hacer una descarga antes de que los mexicas cayeran sobre ellos, presas de un increíble furor guerrero. Asimismo, sabían ya que los caballos no eran seres sobrenaturales, así que bastó con dirigir a un nutrido grupo de arqueros contra ellos para matar a los animales y dejar a los españoles en tierra.

La batalla duró poco más de media hora. Tan sólo 15 españoles, al mando de Pedro de Alvarado, consiguió escapar y llegar a la costa, donde la suerte les sonrió, logrando alcanzar la nave que, al mando de Portocarrero y Montejo, estaba a punto de zarpar hacia España con el oro para el rey. Sin embargo, cinco de sus hombres quedaron tendidos en la playa, traspasados por las flechas de los totonacas, que buscaban con ello congraciarse con los mexicas.

En el campo de batalla no había muchos muertos. Los mexicas preferían tomar cautivos para los sacrificios a sus dioses. De tal forma, habían capturado a más de 400 españoles, entre ellos a la mayoría de los capitanes de Cortés. Sin embargo, entre los cadáveres se hallaba el del extremeño que, decidido a no caer prisionero, había preferido la muerte en batalla.

Tenochtitlán

Los prisioneros fueron llevados a Tenochtitlán, donde esperaron el regreso de Moctezuma para ser sacrificados, la mayoría de ellos al dios Quetzalcóatl, para pagar así la infamia de haber pretendido ser representantes. El emperador permaneció unos días más en Cempoala, donde llevó a cabo un castigo ejemplar contra los totonacas, como forma de demostrar a sus vasallos lo que les ocurría a los que se rebelaban contra su dominio. La ciudad fue literalmente destruida y sus habitantes esclavizados.

Las fiestas celebradas en Tenochtitlán para conmemorar la victoria duraron casi cuatro meses, en los que se sacrificaron los prisioneros españoles y más de 5,000 totonacas. El imperio se había salvado.


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Antes de seguir, hago la siguiente precisión. La batalla de Cempoala nunca se dio, no existió. Es un invento mío, como parte de la "historia ficción" de la que hablaba en un principio. Moctezuma esperó a Cortés en Tenochtitlán y ahí le permitió ingresar con todos sus hombres. Dicho esto, continuemos.

En este pequeño texto, hago la siguiente pregunta: ¿qué hubiera ocurrido si Moctezuma, en lugar de dudar, hubiera enfrentado a Cortés con todo el poder de su imperio? Seguramente Cortés hubiera sido derrotado, ¿pero ésto hubiera terminado con las ansias europeas de conquista? Desde luego que no. En mi opinión, tarde o temprano, los españoles hubieran vuelto. Pero entonces la conquista hubiera sido totalmente distinta a como la conocemos. Probablemente los deseos de venganza hubieran vuelto más crueles y decididos a los españoles y la destrucción hubiera sido mayor. Pero, con todas las guerras que España sostenía en Europa y el norte de África, ¿podía realmente permitirse enviar una expedición mucho más poderosa contra el imperio mexica? Es muy dudoso. ¿Cuántos soldados españoles hubieran hecho falta para conquistar un imperio americano que ya sabía cómo derrotarlos? Miles de hombres, y puedo apostar a que Carlos V, más preocupado por el problema religioso que comenzaba a gestarse en sus dominios alemanes por las tesis de Martín Lutero, y por la rivalidad de Francisco I de Francia, que no perdía oportunidad de atacarlo, no los hubiera enviado a América.

Pero las diferencias tecnológicas eran muchas, y a menos que los mexicas, como hicieron en el siglo XIX los japoneses, hubieran decidido no sólo combatir sino también aprender de los europeos, tarde o temprano hubieran caído, ya fuera en manos de los españoles o más adelante de los franceses o los ingleses. Sea como sea, su mundo estaba condenado a desaparecer.

¿O ustedes qué opinan?


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