jueves, 30 de julio de 2015

EL BATALLÓN JAPONÉS QUE PERDIÓ LA BATALLA CONTRA EL REINO ANIMAL

Yo siempre he creído que todo lo que hacemos "en contra del planeta", en realidad lo estamos haciendo en contra nuestra. Nuestro orgullo no nos permite ver que no somos mas que una especie más entre todas las que han poblado la Tierra, y que cuando ésta se canse, se deshará de nosotros con la misma facilidad que se deshizo de los dinosaurios.

Y es que la verdad, en ocasiones nos pasamos. En especial con el reino animal. El reciente caso del desgraciado dentista estadounidense que asesinó a Cecil, un majestuoso león que vivía en una reserva natural en Zimbabwe es tan sólo una muestra de ello. Cada día desaparecen varias especies animales, y en la mayoría de los casos el culpable es el ser humano. Sin embargo, en ocasiones los animales toman cumplida venganza, aunque no nos guste la idea.

De entre todos los animales, hay uno que causa especial repudio entre las personas por el miedo instintivo que nos causa. Me refiero al cocodrilo. Normalmente lo etiquetamos como una máquina de matar, un asesino en serie, cruel y despiadado. Pero no dudamos en matarlos por miles para utilizar su piel en bolsos, zapatos y carteras.

Cocodrilo de agua salada

El cocodrilo es uno de los animales más antiguos del planeta. Aparecieron casi al mismo tiempo que los dinosaurios, por lo que tienen ya muchos millones de años habitando el planeta. Y sin embargo, la acción del ser humano lo está poco a poco llevando a la extinción. Pero a veces los cocodrilos toman cumplida venganza y creo que es justo reconocer que lo hacen con sobrados motivos. En ocasiones atacan a los seres humanos, sobre todo si éstos se acercan demasiado a ellos. Pero hay algunos casos en que el ataque es masivo, y el ser humano pasa de ser el depredador a ser la presa.

El que voy a narrarles ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial, en la isla Ramree, situada en las costas de Myanmar (antes llamada Birmania o Burma), y el protagonista principal fue el cocodrilo de agua salada. Esta especie de cocodrilo puede llegar a pasar de los 7 metros de largo y pesar 1,500 kilos, lo que lo convierte en el reptil más grande del planeta. Su hábitat es el norte de Australia y las zonas pantanosas del sudeste asiático. Su fama de comehombres es bien merecida (aunque también como mujeres y niños, no es nada remilgoso a ese respecto).

Pues bien, resulta que en su avance hacia la India, en esos tiempos aun colonia inglesa, los ejércitos japoneses ocuparon otra colonia británica vecina llamada Birmania. Esto obligó a los ingleses, que ya habían perdido Singapur, Hong Kong; Malasia y varias islas del Pacífico, lanzaran todas las fuerzas de que podían disponer contra los japoneses, habida cuenta de que la situación en Europa no les permitía distraer muchas.

Uno de los enfrentamientos que estas tropas tuvieron contra los japoneses ocurrió en la isla de Ramree, que los nipones habían ocupado en 1942. Se trata de una pequeña isla de 1350 kilómetros cuadrados llena de pantanos y manglares, es decir, el hábitat natural del cocodrilo de agua salada.



En enero de 1945, cuando Japón se encontraba ya en franca retirada principalmente ante el avance estadounidense, el 14° Ejército Británico inició una ofensiva para expulsarlos de Birmania. El 21 de ese mes, las tropas británicas llegaron a la isla de Ramree. Tras un bombardeo preliminar llevado a cabo por los buques acorazados, desembarcaron sus tropas, siendo los primeros los miembros de la 71a Brigada India. Un batallón japonés de 1,000 soldados, atrincherado en una base cercana al lugar del desembarco, resistió durante varios días, pero al final, superado en número, emprendió la retirada para reunirse con otras tropas niponas dispersas por la isla, tomando el único camino que aun no habían ocupado las fuerzas del Imperio Británico.

Soldados japoneses en Ramree

De esa forma, el 19 de febrero de 1945 por la mañana casi 1,000 japoneses se internaron en los espesos manglares para iniciar un recorrido de casi 16 kilómetros. No parece mucho. Pero en un terreno pantanoso como ese el avance se torna difícil y lento. Y al parecer los japoneses, al huir de los ingleses, no pensaron en la naturaleza. Esos pantanos no son sólo el hogar de millones de mosquitos, escorpiones y serpientes venenosas, sino también de otros muchos animales entre los que destaca el famoso cocodrilo de agua salada.

Cuando buen cuerpo militar, los japoneses caminaban confiados en sus armas y en su espíritu guerrero, sin cuidarse mucho de los animales. Al caer la noche comenzó la tragedia. Para los miles de cocodrilos que vivían ahí, fue como acudir a una cena con buffet. Simplemente tenían que escoger al japonés que más les apeteciera e ir por él, para después repetir plato.



Poco podían hacer los japoneses, pues los cocodrilos son depredadores natos, cazadores expertos, silenciosos y mortíferos. De nada servían los disparos en medio de la oscuridad contra unos animales que salían de improviso del agua, regresando a ella de inmediato con su presa bien agarrada entre los dientes. Los gritos desgarradores de los soldados del Emperador se escuchaban por toda la isla, mientras los cocodrilos se daban un auténtico festín. Realmente comieron hasta quedar hartos.

Cuando los británicos finalmente se internaron en los pantanos en busca de los japoneses, varios días después, se encontraron con una auténtica tragedia. De los casi mil que se internaron en ellos, tan sólo escaparon 20 y no precisamente en buenas condiciones. Esta matanza está inscrita en el Libro Guinness de los Records como la más grande llevada a cabo por cocodrilos.



Otra versión dice que en realidad murieron poco más de 400, pues 500 consiguieron escapar y unirse con las demás tropas japonesas en el otro extremo de la isla para seguir combatiendo. Pero no hay forma de probar esto.

Uno de los soldados británicos testigos del hecho fue el también naturalista Bruce Wright, quien dejó escrito los siguiente:

"Esa noche fue la más horrible que cualquiera de la dotación de la ML [lanchón de desembarco de la infantería de marina] haya visto nunca. Entre el esporádico sonido de los disparos podían oírse los gritos de los hombres heridos, aplastados en las fauces de los enormes reptiles, y el vago, inquietante y alarmante sonido de de los cocodrilos girando creaba una cacofonía infernal que rara vez se ha igualado en la Tierra. Al amanecer llegaron los buitres para limpiar lo que los cocodrilos habían dejado... Del alrededor de 1000 soldados japoneses que entraron en los pantanos de Ramree, sólo unos 20 fueron encontrados con vida."

Suena terrible, es cierto, pero igual de terrible son los miles de cocodrilos asesinados todos los años para aprovechar su piel. Al menos, ellos mataron a los japoneses para comer. no para hacer bolsos.

Además, no es el único caso documentado de un ataque masivo de animales en la Segunda Guerra Mundial, pues existe otro que tiene que ver con tiburones y marineros estadounidenses. Pero esa es otra historia de la que luego les hablaré.


martes, 28 de julio de 2015

¿Y SI HUBIERA SIDO DIFERENTE? LA BATALLA DE CEMPOALA

En los últimos años se ha puesto un poco de moda la llamada "historia ficción", cuya base es la frase "¿Y qué hubiera pasado si...?" o en inglés "What if?". En base a ello se han hecho algunos análisis interesantes sobre diversos episodios de la historia intentando mostrar algunas de las posibilidades si algún acontecimiento en específico hubiera cambiado. ¿Qué tanto habría afectado eso a la historia?
Por ejemplo, ¿qué hubiera pasado si Alejandro Magno no hubiera muerto en Babilonia cuando venía de regreso a Macedonia? Posiblemente, tras un par de años en su tierra natal, sus ansias de conquista lo hubieran llevado hacia el oeste, donde se hubiera enfrentado a la todavía débil República Romana. ¿Hubiera conquistado Roma? Posiblemente. Pero Alejandro murió en Babilonia a los 33 años y nunca sabremos lo que hubiera podido ocurrir en caso contrario.

Ejemplos como ese abundan en la historia. Yo mismo escribí una novela, llamada Crónica de un México que nunca fue, en la que a través de un pequeño cambio en la situación del país, nuestra historia se vuelve totalmente distinta. En la entrada de hoy quiero estrenar una nueva serie llamada ¿Y si hubiera sido diferente?, en la que intentaré mostrar la enorme facilidad con que puede cambiar la historia. Espero que les guste.

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Las noticias que Pínotl, calpixque de Cuextlan, hizo llegar a Moctezuma, no dejaban lugar a dudas. Aún así, el huey tlatoani dudaba. ¿Y si de verdad fuera Quetzalcóatl? Los presagios así lo habían anunciado. Además, la leyenda era muy claro. El dios iba a regresar por su trono. Sí, pero, ¿por qué le tuvo que tocar a él? ¿Por qué el dios Quetzalcóatl no pudo esperar un poco más? El emperador mexica se encontraba sumido en sus pensamientos cuando entró su hermano Cuitláhuac, señor de Iztapalapa, acompañado de su primo, el tlacatecuhtli Cuauhtemoc.

Ambos hablaron con Moctezuma. Sabían de los informes de Pínotl, y como él, estaban convencidos de que esos hombres llegados del mar en las impresionantes casas flotantes, no eran dioses. Su jefe no era Quetzalcóatl. Tenían que combatirlo, pues si dejaban que llegara a Tlaxcala, sin duda éstos se aliarían con los extranjeros. Por otro lado, si mostraban debilidad, muchos de los pueblos tributarios sin duda se rebelarían contra ellos, los mexicas. Tenían que mostrar que aun eran los más fuertes. Y pata eso, había que moverse, había que juntar a las tropas y salir al encuentro de los recién llegados.

Pero Moctezuma no cejó. Les ordenó que se retiraran y lo dejaran sólo. Desesperados, Cuitláhuac y Cuauhtemoc dialogaron entre ellos. Entonces, el primero tuvo una idea. Conocía bien al sumo sacerdote de Quetzalcóatl. Sabía que era un hombre ambicioso, dispuesto a todo. Así que le propuso a su primo sobornarlo. Podrían ofrecerle algún señorío si éste aceptaba hablar con el huey tlatoani y convencerlo de que esos hombres no eran dioses. ¿Quién mejor que el sumo sacerdote de Quetzalcóatl para saber quien era el dios y quien no?

Moctezuma Mendoza.jpg
Moctezuma II Xocoyotzin

No les fue difícil convencerlo. Tras una corta negociación, éste aceptó hablar con Moctezuma. Y por fin, las cosas cambiaron. Convencido por el sumo sacerdote, el emperador se dispuso a combatir. Inmediatamente mandó mensajeros a todas las ciudades tributarias exigiendo su cooperación. En un par de semanas, ya se habían reunido en una de las riberas del lago más de 80,000 guerreros. Moctezuma se puso al frente de ellos y nombró como su subalterno a su primo Cuauhtémoc, dejando a Cuitláhuac al frente de la capital mientras ellos salían a combatir.

Mientras tanto Cortés, el capitán español, comenzaba a mover sus piezas. Había llegado con 518 soldados de a pie, 16 a caballo, 13 arcabuceros, 32 ballesteros, 110 marineros, 200 indígenas caribes y negros esclavos como auxiliares, 32 caballos, 4 cañones de bronce y 4 falconetes (cañones pequeños). No eran muchos, la verdad, por lo que sabía que necesitaba conseguir refuerzos rápidamente. Poco después de desembarcar y tras conseguir deshacerse de la autoridad de Diego Velázquez, gobernador de Cuba, se dirigió a Cempoala, ciudad habitada por los totonacas. Utilizando su astucia, consiguió el apoyo de Chicomácatl, el llamado cacique gordo, y la alianza de más de treinta pueblos totonacas, que pusieron a su servicio a mil trescientos guerreros al mando de Mamexi, Teuch y Tamalli.Poco antes habían conseguido derrotar a una avanzadilla de los mexicas cerca de Tizapancingo. Sin embargo, los hombres de Moctezuma habían sido enviados para observar de cerca la potencia de las armas españolas y de sus caballos, ambos totalmente desconocidos para ellos. Así que, a pesar de la derrota, los informes que llevaron al tlatoani fueron de mucho valor.

Cortés no sospechaba que las fuerzas de Moctezuma, se acercaban rápidamente. El 16 de agosto de 1519, cuando se disponían a partir rumbo a Tenochtitlán (5 conejo 1 caña para los mexicas), el ejército mexica se presentó frente a Cempoala. Eran casi 100,000, pues en el camino se les habían unido guerreros de muchos pueblos tributarios. Además, Moctezuma había dejado 30,000 guerreros en la capital y 15,000 en Cholula, para evitar un posible ataque tlaxcalteca.

Frente a esto, los españoles no podían presentar a más de 600 soldados y 1,300 aliados indígenas. Cortés comprendió que su situación era muy complicada y que sólo un milagro podría salvarlo. Ya estaba al tanto, gracias a los primeros embajadores que el huey tlatoani le había enviado, que éste consideraba a Cortés como una especia de dios, cuyo nombre no podía pronunciar sin hacerse bolas, así que decidió aprovechar eso. Además, si mostraba miedo, sus aliados indígenas lo abandonarían de inmediato.

Hernán Cortés

Cortés envió a dos de sus hombres, acompañados de Marina y de Jerónimo de Aguilar, sus traductores, con un mensaje para Moctezuma. En él le mostraba su extrañeza por la presencia del emperador al frente de su ejército. Le hacía saber, también, que esa situación lo tenía muy molesto y que no dudaría en utilizar sus poderes como dios para acabar con los mexicas si éstos no se retiraban.

Cuando los españoles llegaron al campamento mexica, Moctezuma los recibió. Cuitláhuac y Cuauhtemoc se habían asegurado que el sumo sacerdote de Quetzalcóatl acompañara la expedición, para asegurarse de que Moctezuma no volvía a tener dudas. El emperador aprovechó el momento para constatar por sí mismo si aquellos hombres eran dioses o no. Después de escuchar atentamente el mensaje de Cortés, Moctezuma les preguntó si conocían la ubicación de la mítica Tollan, la ciudad fundada por Quetzalcóatl. Al ver que estos no sabían la respuesta, les preguntó por las tribuciones divinas del dios. Tampoco lo supieron. Marina pudo habérselos dicho, pues desde niña había escuchado esas historias. Pero inteligente como era, se había dado cuenta perfectamente de la situación. Desde que entraron al campamento observó el poderío del ejército mexica y comprendió que Cortés no tenía ninguna posibilidad, así que decidió no seguir prestando más su ayuda a aquellos hombres venidos del mar y poder de esa forma salvar su vida.

Moctezuma ordenó aprehender a los enviados de Cortés y sacrificarlos allí mismo al dios Huitzilopochtli. Marina fue la única que se salvó, al ofrecer la información que poseía sobre las armas españolas a cambio de su vida.

Así que Cortés, en vez de ver el regreso de sus hombres, observó el avance del ejército mexica. Inmediatamente preparó sus tropas. Al frente, los totonacas y los piqueros, protegiendo con sus largas picas a los arcabuceros, los ballesteros y los artilleros. Detrás de ellos, los infantes, y a los costados, la pequeña caballería. Pero entonces sucedió lo previsible. Los totonacas de Cempoala, antes de iniciar la batalla, se dieron a la fuga y regresaron a su ciudad, dejando a los españoles totalmente solos y a su suerte, que a partir de ese momento no fue mucha.

Cempoala, Veracruz

Los guerreros mexicas se lanzaron al ataque. Gracias a los informes de Marina y a los de sus propios exploradores, ya sabían como combatir las armas de fuego y los caballos. Para éstas, simplemente aprendieron a tirarse al suelo en el momento en que veían que los españoles las disparaban. Algunos morían, pero tanto los arcabuces como los cañones y los falconetes eran tan difíciles de cargar que los españoles sólo pudieron hacer una descarga antes de que los mexicas cayeran sobre ellos, presas de un increíble furor guerrero. Asimismo, sabían ya que los caballos no eran seres sobrenaturales, así que bastó con dirigir a un nutrido grupo de arqueros contra ellos para matar a los animales y dejar a los españoles en tierra.

La batalla duró poco más de media hora. Tan sólo 15 españoles, al mando de Pedro de Alvarado, consiguió escapar y llegar a la costa, donde la suerte les sonrió, logrando alcanzar la nave que, al mando de Portocarrero y Montejo, estaba a punto de zarpar hacia España con el oro para el rey. Sin embargo, cinco de sus hombres quedaron tendidos en la playa, traspasados por las flechas de los totonacas, que buscaban con ello congraciarse con los mexicas.

En el campo de batalla no había muchos muertos. Los mexicas preferían tomar cautivos para los sacrificios a sus dioses. De tal forma, habían capturado a más de 400 españoles, entre ellos a la mayoría de los capitanes de Cortés. Sin embargo, entre los cadáveres se hallaba el del extremeño que, decidido a no caer prisionero, había preferido la muerte en batalla.

Tenochtitlán

Los prisioneros fueron llevados a Tenochtitlán, donde esperaron el regreso de Moctezuma para ser sacrificados, la mayoría de ellos al dios Quetzalcóatl, para pagar así la infamia de haber pretendido ser representantes. El emperador permaneció unos días más en Cempoala, donde llevó a cabo un castigo ejemplar contra los totonacas, como forma de demostrar a sus vasallos lo que les ocurría a los que se rebelaban contra su dominio. La ciudad fue literalmente destruida y sus habitantes esclavizados.

Las fiestas celebradas en Tenochtitlán para conmemorar la victoria duraron casi cuatro meses, en los que se sacrificaron los prisioneros españoles y más de 5,000 totonacas. El imperio se había salvado.


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Antes de seguir, hago la siguiente precisión. La batalla de Cempoala nunca se dio, no existió. Es un invento mío, como parte de la "historia ficción" de la que hablaba en un principio. Moctezuma esperó a Cortés en Tenochtitlán y ahí le permitió ingresar con todos sus hombres. Dicho esto, continuemos.

En este pequeño texto, hago la siguiente pregunta: ¿qué hubiera ocurrido si Moctezuma, en lugar de dudar, hubiera enfrentado a Cortés con todo el poder de su imperio? Seguramente Cortés hubiera sido derrotado, ¿pero ésto hubiera terminado con las ansias europeas de conquista? Desde luego que no. En mi opinión, tarde o temprano, los españoles hubieran vuelto. Pero entonces la conquista hubiera sido totalmente distinta a como la conocemos. Probablemente los deseos de venganza hubieran vuelto más crueles y decididos a los españoles y la destrucción hubiera sido mayor. Pero, con todas las guerras que España sostenía en Europa y el norte de África, ¿podía realmente permitirse enviar una expedición mucho más poderosa contra el imperio mexica? Es muy dudoso. ¿Cuántos soldados españoles hubieran hecho falta para conquistar un imperio americano que ya sabía cómo derrotarlos? Miles de hombres, y puedo apostar a que Carlos V, más preocupado por el problema religioso que comenzaba a gestarse en sus dominios alemanes por las tesis de Martín Lutero, y por la rivalidad de Francisco I de Francia, que no perdía oportunidad de atacarlo, no los hubiera enviado a América.

Pero las diferencias tecnológicas eran muchas, y a menos que los mexicas, como hicieron en el siglo XIX los japoneses, hubieran decidido no sólo combatir sino también aprender de los europeos, tarde o temprano hubieran caído, ya fuera en manos de los españoles o más adelante de los franceses o los ingleses. Sea como sea, su mundo estaba condenado a desaparecer.

¿O ustedes qué opinan?


jueves, 23 de julio de 2015

ALGUNAS CURIOSIDADES HISTÓRICAS

La historia no siempre es el reflejo de las acciones de los grandes personajes. Acostumbrados como nos tienen a verlos más o menos como seres cuasiperfectos, no nos damos cuenta que también cometen errores, que en ocasiones la riegan y que, como buenos seres humanos, pueden realizar acciones realmente estúpidas.

Por eso en esta ocasión quiero hablarles de algunas anécdotas protagonizadas por gobernantes, militares y toda esa caterva de personajes que por desgracia en muchas ocasiones deciden nuestro destino. Vamos a ver que les parece.

EL REY GUSTAVO III DE SUECIA CONTRA EL CAFÉ

El rey Gustavo III de Suecia (1746-1792) tenía una obsesión con el café, tan de moda por entonces en Europa. Estaba seguro de que era dañino para la salud (y en algunos casos es cierto, pues a mí, por ejemplo, me causa taquicardia) y que era mucho más sano tomar te. Para probar su teoría, aprovechó que el sistema judicial de entonces permitía al un rey hacer lo que quisiera con los condenados, y ordenó que uno de estos pobres desgraciados fuera obligado a tomar café todos los días, mientras otro era obligado a tomar te. El experimento fue seguido por una comisión médica nombrada por el rey. El resultado: primero murieron los médicos, después el rey, años más tarde, el condenado a beber te, y al final de todos, el que bebía café. Así que no se preocupen mis amigos cafeteros, pues van a vivir muchos años.

Gustavo III de Suecia

JUAN I DE LEPE, REY DE INGLATERRA

Esta es una historia muy curiosa. Resulta que de España llegó a Inglaterra, a finales del siglo XV, un joven llamado Juan de Lepe (Lepe es un pequeño pueblo de Andalucía, famoso en España porque allí sitúan a los personajes de muchos chistes), como bufón de un noble inglés. En cierta ocasión, el rey Enrique VII lo conoció y le hizo mucha gracia, por lo que lo contrató como su bufón personal. Con los años, hicieron gran amistad, pues el rey se reía mucho de las ocurrencias del andaluz. Entre otras cosas, gustaban de organizar juegos en los que apostaban pequeñas cantidades, y hay que reconocerle al rey que cuando perdía, pagaba, lo que no era muy común en aquella época. Pero en cierta ocasión, el rey, que no sabemos en qué estaría pensando, apostó con su bufón todo su reino en un juego. Creía que éste no iba a aceptar, pero cuando vio que sí, rápidamente bajó la oferta a sólo por un día. ¿Recuerdan un concurso muy antiguo llamado "Rey por un día"? Y que gana el bufón. El rey tuvo que apechugar con su estupidez y cumplió con su apuesta. Por un día, Juan fue conocido como The Little King of England, y aprovechó su cargo para hacerse de cuanto dinero pudo, además de obtener la promesa del rey para llevarse todo lo ganado a su pueblo natal cuando quisiera.
Sin embargo, Juan supo ser agradecido y permaneció con el rey hasta su muerte en 1509. Desde luego, en ese momento agarró sus cosas y partió a su Andalucía querida de inmediato, antes de que el nuevo rey, Enrique VIII, decidiera recuperar lo perdido.

Enrique VII de Inglaterra

HITLER, EL EVASOR DE IMPUESTOS

Antes de llegar al cargo de Canciller de Alemania en 1933, Hitler llegó a tener muchas ganancias por la venta de su libro Mein Kampf, pero en todo momento buscó la forma de eludir al fisco alemán, llegando a deber más de 600,000 marcos (casi 9 millones de dólares actuales). Pero en cuanto llegó al poder, un funcionario de Hacienda recalculó la deuda y dijo que el Führer en realidad no debía nada, que todo había sido un error. No cabe duda de que en todos lados se cuecen habas. ¡Para que vean que no sólo en México ocurren esas cosas!

Adolf Hitler

EL LADO OSCURO DE WINSTON CHURCHILL

Todos hemos escuchado hablar de Churchill, el gran líder que llevó a Inglaterra a la victoria final sobre la Alemania nazi, héroe de la libertad y enemigo irreconciliable de las dictaduras.

Sin embargo, este hombre también tenía su lado oscuro. Era sumamente racista y en más de una ocasión lo confesó públicamente, como en cierto discurso en el que abogaba por el uso de gases venenosos en contra de las tribus aborígenes incivilizadas de África. También despreciaba a Gandhi, al que consideraba como "un fakir semidesnudo que tiene la osadía de hablarle al tú por tú al representante del rey en la India". Asimismo, varias veces habló sobre el derecho que tenía el hombre blanco de eliminar a las razas inferiores como los indígenas americanos o los aborígenes australianos.

Winston Churchill

GEORGE WASHINGTON NO ERA TAN HONRADO COMO NOS DICEN

Washington ha pasado a la historia como el gran líder de la independencia de los Estados Unidos y como su primer presidente, de una honradez intachable, que incluso se negó a ser presidente por una tercera vez, prefiriendo retirarse a su hacienda de Mount Vernon, en Virginia, donde por cierto tenía varios esclavos negros.

Pero en realidad no era tan honesto, lo que pasa es que era más listo que sus contemporáneos. Resulta que cuando lo nombraron jefe del Ejército Continental (durante la guerra de Independencia), le ofrecieron un sueldo de $1,000 al mes, pero él se negó aduciendo que aceptaba el cargo, pero no por interés económico, sino por patriotismo. Eso sí, pidió que en lugar de pagarle un sueldo, el Congreso se encargara de pagar las facturas de los gastos personales en que incurriera por la guerra. Y el Congreso, ingenuamente, aceptó. Y empezaron a llegar las facturas. ¿Se acuerdan de Vicente Fox y sus toallas de 4,000 pesos? Pues sólo cambien a Fox por Washington y tendremos lo mismo.

$831 por una caja de madera para guardar las cartas y unos anteojos; $6,000 en licor en siete meses (para uso de su Estado Mayor exclusivamente); y otras más por el estilo. Había tomado posesión de su cargo en 1775 y para 1780 ya le habían pagado $449,261.51 (alrededor de $ 4,250,000.00 actualmente). Y hablamos de dólares, desde luego.

Cuando fue electo presidente, quiso hacer lo mismo, pero el Congreso había aprendido su lección y le asignó un sueldo de $25,000 al año, de donde tendrían que salir todos sus gastos personales. Yo creo que por eso sólo aguantó dos períodos, pues vio que realmente no era negocio.

George Washington

THOMAS JEFFERSON Y EL MESTIZAJE

El autor de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, en la que se hablaba de las libertades inherentes a todos los hombres, tenía esclavos. Y no sólo eso. Públicamente decía que la raza blanca no podía mezclarse con la negra pero eso la degradaría. Por ello se oponía tajantemente a los matrimonios mixtos (que de por sí nadie en esa época patrocinaba) y exigía que se prohibieran las relaciones sexuales entre blancos y negros para evitar la procreación de mestizos. Claro que en su vida privada era otra cosa. Desde aquellos años se sabía que tuvo dos hijos con una de sus esclavas, y aunque él siempre lo negó, pruebas recientes de ADN lo han confirmado.

Thomas Jefferson

EINSTEIN Y LAS MUJERES

Caras vemos, corazones no sabemos. Todos conocemos a Einstein como el científico bonachón y despeinado que revolucionó la física moderna. Sin embargo, poco se sabe de su vida privada. Bueno, pues ahí donde lo ven tan concentrado siempre en sus ecuaciones matemáticas, siempre encontraba tiempo para las mujeres. Tuvo dos esposas y por lo menos siete amantes reconocidas. ¡Quién lo hubiera creído, tan modosito que se veía!

Albert Einstein


Estas son tan solo algunas curiosidades. En otra ocasión les platicaré más.




martes, 21 de julio de 2015

PASEANDO POR EL CENTRO CON SU SEGURO SERVIDOR (2a PARTE)

Espero que hayan descansado. Dejé que se tomaran algunos días libres porque luego hay quien se queja de que los traigo caminando muy rápido. Además, espero que hayan aprovechado para ir de compras por el Centro de la ciudad de México. No hace falta que traigan sus maletas, pues después volverán para dormir en el Hotel Isabel. Así que espero que hayan desayunado bien porque vamos a volver a caminar por las calles de la capital.

Al salir del hotel vamos a dar vuelta a la derecha por la calle de República de El Salvador. Es fácil, sólo sigan el paraguas que tengo levantado. En el número 59 nos vamos a encontrar con una hermosa casa del siglo XVIII que perteneció al Conde de Regla, don Pedro Romero de Terreros, un rico minero que, entre otras cosas, fundó el Monte de Piedad, al que seguramente más de uno de ustedes ha acudido para empeñar el televisor o la plancha y así salir de algún apuro. ¿O me equivoco?

Casa del Conde de Regla

Este señor fue tan rico (incluso se le considera el hombre más rico de su época), que incluso le prestó al rey de España Carlos III un millón de pesos, aun sabiendo que nunca se los iban a regresar, y le regaló un barco de guerra con 80 cañones. A cambio de tan singulares favores, el rey le concedió el título de Conde de Regla. Por cierto, como muchos españoles antes y ahora, don Pedro llegó a la entonces Nueva España con una mano adelante y otra detrás, como se dice popularmente, o lo que es lo mismo, pobre y hambriento. Pero hábil como era para los negocios, al poco tiempo se metió a minero y consiguió encontrar un par de vetas muy ricas en las cercanías de Pachuca. Así que como ven, no es la primera vez que México tiene entre los suyos al más rico del mundo. El problema es que también tenemos a los más pobres. Ahí es donde la cosa no funciona.

Por cierto, en esta misma cuadra se encontraba la casa donde estuvo la imprenta de la llamada Biblioteca Mexicana, del bibliófilo novohispano Juan José de Eguiara y Eguren. Por desgracia, esa construcción ya no existe.

No, señora. El edificio que está usted viendo, en el número 49, no es una iglesia y no puede usted entrar a rezar. Lo siento mucho. Antes sí lo fue. De hecho, están ustedes frente al Oratorio de San Felipe Neri, que ahora cumple una nueva función como Biblioteca Lerdo de Tejada, nombre que se le dio en honor a Miguel Lerdo de Tejada, uno de los héroes del liberalismo decimonónico, aunque en otra ocasión les platicaré porque en realidad no es tan héroe ese señor.

En primer término, la Biblioteca Lerdo de Tejada. Al fondo el Instituto Manuel Toussaint.

Los monjes de la Orden del Oratorio de San Felipe Neri comenzaron la obra a mediados del siglo XVIII, pero cuando se enteraron que los jesuitas habían sido expulsados, ni tardos ni perezosos cayeron como buitres sobre las sobras y consiguieron que el gobierno virreinal les diera en 1767 La Profesa a cambio de su iglesia en construcción y 70 mil pesos. Así que esta iglesia que ven aquí en realidad funcionó muy poco como Oratorio, pues casi por concluirse su construcción, en 1765 un terremoto la tiró, y después fue destinada a casa de Niños Expósitos (abandonados, vaya) y otra parte del convento a comercios y vivienda. Durante el porfiriato, aquí estuvo el famoso Teatro Arbeu, uno de los mejores de la época.

Si quieren pasar para buscar algún libro, aquí los espero, no se preocupen. Siempre es bueno visitar una biblioteca. Cuando entren, no dejen de apreciar un fresco que cubre una superficie de 200 mts. cuadrados, obra del pintor Vlady Kibalchich, quien tardó 9 años y medio en concluir el mural titulado "Las revoluciones y los elementos". En él, plasmó su interpretación de las revoluciones francesa, rusa y algunas latinoamericanas, conjugando en su obra elementos míticos, religiosos y filosóficos. ¡Ah, y no dejen de visitar el Museo de la Cancillería, que se encuentra aquí mismo!

Justo al lado, en el número 47, se encuentra otra iglesia que parece pertenecer al mismo conjunto conventual. Y de hecho, así fue por un tiempo, pues se trata de la antigua iglesia del Oratorio de San Felipe Neri. No señor, no me estoy repitiendo. Ésta fue construida entre 1660 y 1668, pero como siempre pasa, cuando la Orden religiosa tuvo más dinero decidió hacer una nueva iglesia más suntuosa y comenzó a construir la que acabamos de ver, aunque ya vimos lo que pasó.

Y por cierto, ¡los engañé! Cayeron redonditos. Lo que estamos viendo en realidad nunca fue una iglesia, pues tan sólo se trata de una fachada que simula una. En realidad, ésta daba acceso a un patio. La verdadera iglesia estaba construida dentro del convento de los felipenses. Al igual que su vecina, ahora este lugar está destinado a fines culturales, pues aquí es la sede del Instituto Manuel Toussaint, que depende de la Arquidiócesis de México, y que se encarga de la conservación y promoción del patrimonio artístico religioso.

Vamos, vamos no se me pierdan. Señor, controle a su hijo. Bueno, ¿ya están aquí todos? Ok. Un poco más adelante, y aun dentro del conjunto del exconvento, en el número 41 se encuentra la sede del Instituto Cultural México Israel. Éste se encuentra aquí desde 1991, cuando el edificio fue rescatado tras ser abandonado después del temblor de 1985. Es un buen lugar para conocer la cultura y las costumbres de la comunidad judía de México. Les recomiendo que visiten su museo. Se llama Museo del Folklore de Israel y del Pueblo Judío. En ocasiones organizan festivales culturales y conciertos de música clásica (aunque no sé por qué nunca tocan obras de Wagner).

Instituto Cultural México Israel

Muy bien, público asistente, llegamos de nuevo a la calle de Bolívar. Vamos a dar vuelta a la derecha. Síganme, por favor. En las siguientes dos cuadras podremos observar algunos ejemplos de viviendas de principios del siglo XX. Van a poder observar el cambio radical que se da respecto a las construcciones virreinales. Ya no se construye de forma horizontal, eso pasó de moda. Ahora la moda es construir de forma vertical. Por ejemplo, la casa que vemos aquí, en el número 44, fue construida en 1906 por el ingeniero Severo Esparza, mientras que la siguiente, en el número 46, lo fue en 1907 por el ingeniero Agustín del Río. No señora, no es necesario que me adule. Yo no sabía esos datos. Los acabo de leer en las placas que tienen adosadas en sus fachadas. Si en lugar de estar distraída hubiera estado atenta, usted también las habría visto.

Al llegar a la esquina con República de Uruguay, si se asoman un poco (por que no vamos a entrar), podrán ver un buen ejemplo de la arquitectura art decó de los años veinte, en el edificio marcado con el número 37, casi en la esquina con Bolívar. Y en el número 57, que también se alcanza a ver desde aquí, podremos observar un buen ejemplo de arquitectura neogótica de la primera década del siglo XX.

Y ya que estamos en esta esquina, aprovecharemos para comer. Aquí hay varios restaurantes, así que elijan el que quieran. Yo voy a entrar a los Mariscos Frescos del Mar. Se ve muy humilde pero es bueno y barato. También está la Esquina del Pibe, los Antojitos Tere, el Uruguay 28, el Rincón Mexicano, la Casa Churra y el Charco de las Ranas.

Al terminar, los espero a una cuadra, en la esquina de Bolívar y Venustiano Carranza, frente al Reloj Otomano que vimos el otro día.

¡Caramba! ¡Tres horas para comer! O comieron mucho o me quieren ver la cara y aprovecharon para ir de compras. En fin, continuemos, ya que estamos todos. Frente a nosotros se encuentra una iglesia. Ésta, que ahora se conoce como la iglesia de Lourdes, anteriormente fue la capilla privada del Colegio de Niñas, una institución fundada en el siglo XVI para dar educación a niñas de escasos recursos. Claro, la educación que se les daba era para que llegaran a ser unas virtuosas esposas cristianas. De hecho, los mismos cofrades del Colegio se encargaban de conseguirles marido. ¡Ay, que tiempos, señor don Simón!

Iglesia de Lourdes

El Colegio, que está situado en 16 de Septiembre 27 esquina con Bolívar, fue construido en el siglo XVI, aunque en el siglo XVIII sufrió varias modificaciones, y finalmente desapareció en el siglo XIX con las Leyes de Reforma. El edificio fue puesto a la venta y tuvo diversos usos. Fue sede del Casino Alemán, después del Teatro Colón y también del Cine Imperial. Desde 1994, tras ser de nueva cuenta remodelado, es la sede del Club de Banqueros de México. Así es, ahí se juntan a comer los que nos chupan la sangre. Lo único bueno es que también ahí trabaja un excelente peluquero, de los de antes, que recibe clientes de fuera, aunque no sean banqueros. Es un señor ya muy grande pero que es todo un experto en su trabajo. Si quieren ir con él, simplemente digan en la puerta que van con el peluquero y los dejan pasar. Se llama don Arnoldo.

Antiguo Colegio de Niñas

En la otra esquina, en el número 38 de 16 de Septiembre, se encuentra la Biblioteca Silvestre Moreno Cora de la Suprema Corte de Justicia, construida por el ingeniero Miguel Ángel de Quevedo (si, el mismo de los Viveros de Coyoacán), en 1923, como sede del Banco de Londres y México, que ya no existe, pero que fue el primer banco privado fundado en México en el año de 1864.

Biblioteca Silvestre Moreno Cora

Avanzamos media cuadra por la calle de Bolívar para llegar al número 27, donde se encuentra uno de los museos más originales de la ciudad, el Museo del Calzado El Borceguí. La zapatería El Borceguí, que se encuentra al lado del museo, fue fundada en 1865 por Gabriel Chacón y aun sigue en funcionamiento. Sus zapatos suelen ser de gran calidad.

El museo abrió sus puertas en 1991 y cuenta con dos mil pares de zapatos de tamaño natural y quince mil miniaturas. Los zapatos van desde el siglo I hasta nuestros días. Hay zapatos provenientes de todas partes del mundo. Entre otros, están los que usó Neil Armstrong en su viaje a la Luna. Por cierto, en todo el mundo sólo hay 14 museos como éste, y en América Latina no hay ningún otro, así que su visita es OBLIGADA.

La puerta pequeña que se ve del lado derecho es la entrada al Museo del Calzado.

Para terminar este paseo, daremos vuelta en U por Bolívar para regresar a 16 de Septiembre. No se bajen de la banqueta porque me los pueden atropellar. Al llegar a esta última calle, damos vuelta a la derecha hasta encontrarnos en la esquina de la calle de Gante, donde del lado izquierdo podremos admirar el imponente edificio que fue sede por un tiempo de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, esa misma que hace poco despareció el infame expresidente Felipe Calderón. El edificio fue construido entre 1912 y 1918 en estilo parisino. Es realmente soberbio. Actualmente alberga oficinas del Banco de México.

Antigua sede de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro

Si quieren cenar, les recomiendo visitar el Círculo Vasco, en 16 de Septiembre 51, el Centro Castellano, en República de Uruguay 16 o el Salón Luz, en Gante 25. Y desde luego, no dejen de visitar la Panadería Ideal, en 16 de Septiembre 14, una de las más tradicionales de la ciudad. Por cierto, en su interior, además de una maravillosa variedad de panes, aun se pueden contemplar parte de los arcos que pertenecieron al claustro del antiguo convento de San Francisco, hoy desaparecido. En el número 37 se encuentra otra de las panaderías clásicas del Centro, el Molino. Vayan a verla también.

¡Qué rico es el pan dulce mexicano!

Bueno, pues yo aquí los dejo. Si les gustó el paseo no dejen de recomendarme. Se aceptan propinas, sugerencias, apretones de mano y abrazos. No se aceptan críticas ni quejas. Próximamente los invitaré a conocer otros barrios de nuestro hermoso Centro Histórico.


viernes, 17 de julio de 2015

PASEANDO POR EL CENTRO CON SU SEGURO SERVIDOR (1a PARTE)

Con esta entrada quiero iniciar una serie que iré publicando de tanto en tanto acerca del Centro Histórico de la ciudad de México. La idea es que sirva como una especie de Guía de Forasteros (como llamaban en el siglo XIX a las guías turísticas) que despierte en todos ustedes el interés por esta hermosa zona de la capital mexicana, misma que fue mi hogar durante los últimos cuatro años que viví en ella, antes de mudarme a Nueva York, y que definitivamente es una de las cosas que más extraño.

La zona con la quiero empezar fue conocida en la época prehispánica y durante el siglo XVI como barrio de Zoquiapan. Lo más seguro es que este nombre no les diga nada. Pero ya verán que más adelante irán reconociendo el rumbo. Es una de las zonas más bonitas del Centro, con una gran diversidad arquitectónica y con mucha historia. De antemano les advierto que no soy muy amante de las compras, a menos que se trate de libros o discos, por lo que sólo mencionaré algún comercio si se trata de una librería. ¿Queda claro? ¡Qué bueno!

Yo les recomiendo llegar en Metro. Si me hacen caso, se bajan en la estación Allende de la línea azul y caminan por la calle de Tacuba hacia el oriente hasta llegar a Isabel la Católica (Chabela la Mocha, como le decían sus cuates). Ahí los espero. ¿Ya llegaron? ¡Qué rápidos! Ni tiempo me dieron de desayunar. Muy bien, damos vuelta a la derecha y avanzamos un par de cuadras para llegar al número 30, donde se encuentra la casa de los Condes de Miravalle. Esta es una de las casas más antiguas de la ciudad, pues fue construida a mediados del siglo XVII. En el siglo XIX se convirtió en hotel y para el XX fue acondicionada para albergar despachos y departamentos. Actualmente es sede de un hotel y varios restaurantes. Aunque su fachada es muy sobria, conserva muchos de los elementos originales, al igual que el patio interior. Además, en su escalera hay un hermoso mural de Manuel Rodríguez Lozano.

Casa de los Condes de Miravalle

Justo enfrente, en el número 29, se encuentra el Casino Español. El terreno donde se encuentra este hermoso edificio de principios del siglo XX (fue construido entre 1901 y 1903) albergó anteriormente al Hospital del Espíritu Santo, fundado en 1602 y al Hotel de la Gran Sociedad en el siglo XIX. El aspecto actual lo adquirió en 1943 cuando fue ampliado al terreno vecino, aunque respetando la arquitectura ecléctica original. Es uno de los edificios más hermosos del Centro, tanto por fuera como por dentro. Les recomiendo ampliamente su restaurante y, de ser posible, visitar el Salón de los Reyes, aunque no siempre está abierto al público.

Casino Español

En la esquina de Chabela la Mocha y 16 de Septiembre se encuentra la Casa Böker, sede de una de las ferreterías más antiguas de la ciudad, fundada en 1865 por el alemán Roberto Böker. El edificio fue construido por por los arquitectos neoyorkinos W. E. De Lemos y August Wilhelm Cordes, siendo el primero que contó con un armazón de acero. Fue inaugurado en 1900. Actualmente la ferretería sólo conserva un pequeño espacio del mismo, mientras que lo demás es sede de uno de los innumerables restaurantes de la cadena Sanborns, que pululan por el Centro Histórico.

Casa Böker

Si caminamos un poco por 16 de Septiembre, (no sean flojos) llegamos al número 54, donde estuvo la sede de la antigua imprenta Murguía. ¿No les suena? A lo mejor si les doy el nombre de la más célebre de sus publicaciones, la recuerdan: el Calendario del más Antiguo Galván. Es fácil reconocer la casa, pues en la fachada tiene dos bustos, uno de Gutenberg, inventor de los tipos móviles en la imprenta, y otro de Senefelder, inventor de la litografía.

Antigua Imprenta Murguía

Pero regresemos a Isabel la Católica, caminemos unos pasos y démonos de narices con una de las construcciones más hermosas de la capital, el antiguo palacio de los Condes de San Mateo Valparaíso, actualmente sede de Banamex, el Banco Nacional de México, construido en 1769 por uno de los mejores arquitectos novohispanos, Francisco de Guerrero y Torres. El interior es impresionante, así como la escalera helicoidal que se encuentra en el patio principal.

Palacio de los Condes de San Mateo Valparaíso

En la esquina damos vuelta a la derecha para entrar a la calle de Venustiano Carranza donde, en el número 57 (prácticamente en la esquina donde dimos vuelta), vamos a encontrar tres casas del siglo XVIII que hace poco tiempo fue sede de un bazar de artesanías mexicanas. Ahora alberga varios restaurantes.

Poco más adelante, en el número 49, vamos a encontrar el antiguo palacio del Marqués de Selva Nevada, sede en la actualidad, entre otras cosas, del Bar Mancera (nada que ver con el Jefe de Gobierno, no sean malpensados), llamado así por Gabriel Mancera, un empresario y filántropo del porfiriato. El edificio fue construido en el siglo XVIII y reformado en el XIX, cuando fue convertido en hotel. Por cierto, si avanzamos unos pasos más, llegamos a la esquina con Bolívar, donde se encuentra una de las mejores cantinas del centro: El Gallo de Oro, situada en un edificio del siglo XVIII. Ahí pueden comer para continuar después con el recorrido. Yo les espero afuera, no se preocupen, a menos que me inviten a comer, claro.

¿Ya terminaron? Perfecto. Paguen la cuenta y salgamos. Justo enfrente podemos contemplar el llamado Reloj Otomano, que fue regalado a México por la comunidad libanesa en 1910, con motivo de los festejos del Centenario de la Independencia. ¿Por qué Otomano? Porque en aquellos años Líbano era parte del Imperio Otomano, es decir, de Turquía.

Reloj Otomano. Enfrente la cantina El Gallo de Oro.

Muy bien. Caminamos una cuadra por Bolívar y damos vuelta a la izquierda para tomar República de Uruguay. En el número 80 vamos a encontrar la casa en la que vivió en 1803 el famoso científico alemán, barón Alejandro de Humboldt. Se trata de una modesta casa de finales del siglo XVIII. Véanla bien porque no vamos a volver.

Casa de Humboldt

Al llegar de nuevo a Isabel la Católica, nuestra vieja conocida, damos vuelta a la derecha para admirar la soberbia construcción que en una época albergó la Iglesia de San Agustín de México y después a la Antigua Biblioteca Nacional, antes de que ésta fuera trasladada a la Ciudad Universitaria. Por desgracia, este hermoso inmueble está siendo restaurado desde que yo me acuerdo (¡imagínense!), por lo que no se puede visitar. Esta iglesia y su respectivo convento fueron las primeras construcciones de la zona, pues se comenzaron en 1541, y se pudo terminar gracias a las donaciones, entre otros más, de doña Isabel de Moctezuma, hija del emperador Moctezuma II. ¡Cómo habían cambiado los tiempos! Claro que la ayuda del rey de España, Felipe II, también fue importante.

Iglesia de San Agustín

En 1867 se estableció en la Iglesia la Biblioteca Nacional. El convento ya había sido destruido casi en su totalidad. Una parte de la hermosa sillería del coro fue enviada a San Ildefonso, donde aun se conserva en el Salón del Generalito.

Si damos vuelta por la calle de República de El Salvador, que la vamos a dar de todas formas, podemos acceder a lo que antes fue la capilla del Marqués de Salvatierra, que era parte del antiguo convento y que ahora funciona como nueva iglesia de San Agustín.

Capilla del Marqués de Salvatierra

Ya que estamos en esta calle, en los números 81, 85, 95 y 97 vamos a encontrarnos con la afamada Farmacia París, en las casas que antiguamente fueron parte del Noviciado de San Agustín, que funcionó como tal desde 1575 a 1823. Este edificio se comunicaba con el convento mediante un arco a través de la calle. La farmacia fue creada en 1944 y es muy interesante visitarla, pues además de poder admirar el interior del edificio, podemos ver en funcionamiento a una de las farmacias más curiosas de la capital. No les digo más, entren y observen por ustedes mismos. Yo aquí los espero.

Interior de la Farmacia París

Con esto terminamos por el día de hoy. Espero que lo hayan disfrutado. Los voy a dejar que descansen en el Hotel Isabel, situado en la esquina de Isabel la Católica y República de El Salvador, en la que fuera la casa de Lucas Alamán, uno de los políticos más importantes de los primeros años del México Independiente. Es una construcción de finales del siglo XVIII con una decoración sencilla pero agradable. No se desvelen mucho, pues mañana continuamos con nuestro paseo.

Hotel Isabel


jueves, 16 de julio de 2015

EL ASESINATO DE ÁLVARO OBREGÓN


El 17 de julio se cumple un aniversario más del asesinato del general revolucionario y en ese momento presidente electo, Álvaro Obregón. Su muerte modificó seriamente el devenir histórico de México, pues permitió el ascenso del Callismo y dio origen al llamado Maximato. Esta es la crónica de lo que sucedió aquel día.
El domingo 1 de julio de 1928 se celebraron elecciones presidenciales. Mientras que en la capital del país se sentía un clima veraniego y las lluvias persistentes inauguraban el mes, en los círculos políticos y en la opinión pública se presagiaban tormentas.
Álvaro Obregón era el candidato único a la Presidencia del país. Un año antes se había reformado la Constitución para posibilitar la reelección no consecutiva; además, se había anulado a Arnulfo R. Gómez y Francisco R. Serrano, fusilados por atreverse a competir contra Obregón. La Revolución se seguía comiendo a sus hijos.

Álvaro Obregón

El candidato concluyó su campaña en la Ciudad de México y se retiró a esperar los resultados en su hacienda La Quinta Chilla, en Sonora. El domingo 15 regresó a la capital del país ya como presidente electo. Existían muchos rumores acerca de que su vida corría peligro, lo que no era nuevo, pues el año anterior había sufrido varios atentados a manos de fanáticos religiosos y enemigos políticos ocultos.
Una semana antes de la llegada del caudillo a la capital, José de León Toral, un fanático religioso, había decidido convertirse en mártir de la causa católica para ejecutar a Obregón, guiado por el ejemplo de los hermanos Pro Juárez y las elucubraciones de Concepción Acevedo y de la Llata —la Madre Conchita— acerca de la necesidad de matar al presidente Plutarco Elías Calles y al presidente electo para terminar con la persecución religiosa.
Toral pidió prestada una pistola Star 32 con diez cargas de balas. Ese domingo asistió a la recepción del sonorense en la estación Tacuba de ferrocarriles, desde donde recorrería Paseo de la Reforma y se dirigiría al Centro Director Obregonista en la avenida Juárez, para luego trasladarse a una comida en su honor en el Parque Asturias. Toral tuvo tres posibilidades para asesinarlo. En ninguno de los tres lugares se sintió seguro para proceder.

José de León Toral

El lunes siguiente, Toral buscó otra oportunidad en Palacio Nacional, en el Centro Director Obregonista y en la residencia de Obregón en el número 185 de la avenida Jalisco (hoy Álvaro Obregón), en la colonia Roma. Toral era un dibujante amateur, por lo que compró un cuaderno para realizar un dibujo de la víctima y tener un pretexto para entregárselo personalmente en la primera oportunidad que tuviera, pero ese día tampoco la tuvo.

El martes 17 de julio amaneció húmedo luego de una pertinaz lluvia que cayó sobre la Ciudad de México durante la noche. Toral acudió a los servicios espirituales que se brindaban en una casa que servía de convento clandestino, a cargo de la Madre Conchita. Luego desayunó, leyó los periódicos y realizó varios dibujos. A la 1 de la tarde se encontraba cerca de la residencia de Obregón, estudiando los movimientos del político.
El presidente electo, mientras tanto, despachó diversos asuntos en el transcurso de la mañana. Los rumores acerca de su posible asesinato hicieron que revisara su agenda. Estaba invitado a comer con los legisladores federales guanajuatenses en el restaurante “La Bombilla”, en San Ángel, propiedad del español Emilio Cazado. Pero Obregón tenía una cita con el presidente Calles al mediodía. Enrique Torreblanca, secretario de Obregón, llamó a su hermano Fernando, secretario del presidente, a fin de mover la hora de la reunión, para después de la comida, que no se podía posponer ante la insistencia de los diputados. Así, el retraso de la cita con Calles le permitió asistir a la comida.

Restaurante La Bombilla en San Ángel

Antes de la 1 de la tarde el diputado sonorense Ricardo Topete llegó a la casa de Obregón para acompañarlo a la comida en San Ángel, junto con el gobernador de Hidalgo, coronel Matías Rodríguez. El Manco de Celaya se encontraba de muy buen humor y hasta bromeó con sus acompañantes acerca de un posible atentado con bombas, como el perpetrado en noviembre del año anterior cerca del Bosque de Chapultepec, diciendo que ahora tendría que ser con bombitas, dado que iba a “La Bombilla”.
Obregón salió de su domicilio acompañado también por sus amigos y escoltas, Ignacio Otero Pablos y Juan Jaimes. Partieron de avenida Jalisco y siguieron a la izquierda por la avenida Insurgentes hacia el sur. José de León Toral abordó un taxi para seguir a la comitiva al grito de "siga a ese auto", alcanzándola en la avenida Tizapán (hoy Baja California), sin saber hacia dónde se dirigían, aunque intuyó, según sus declaraciones posteriores, que era a “La Bombilla”.

La comida estaba planeada para las 13 horas, ya que el homenajeado solía comer temprano. El caudillo llegó al restaurante a bordo de un automóvil Cadillac; vestía un traje gris y con afabilidad aceptó tomarse unas fotos con el grupo de diputados invitados.
En el jardín del restaurante se dispusieron cuatro grandes mesas acomodadas en cuadro. En la cabecera lucía un arreglo floral alusivo: “Homenaje de honor de los guanajuatenses al C. Álvaro Obregón”. El menú seleccionado fue coctel, entremés a la mexicana, crema portuguesa de tomate, huevos con champiñón, pescado a la veracruzana y pastel “Bombilla”.



Para amenizar, la orquesta típica del maestro Alfonso Esparza Oteo comenzó a tocar varias melodías, disponiendo también la participación de dos cancioneras. La “Rapsodia mexicana” de Chucho Corona, el “Pajarito barranqueño” y varias melodías de Guty Cárdenas fueron interpretadas en el transcurso de la comida.
En la mesa principal se sentó al centro el invitado de honor, a su izquierda Aarón Sáenz, el diputado Enrique Fernández y Ricardo Topete; a su derecha, el licenciado Federico Medrano, jefe de la diputación guanajuatense; el licenciado Arturo H. Orcí y el presidente de la Corte, Jesús Guzmán Vaca. Otros invitados sobresalían a los costados de la mesa de honor, como José Luis Solórzano, Antonio Díaz Soto y Gama, Aurelio Manrique Jr., Ezequiel Padilla, David Montes de Oca, Tomás A. Robinson, José Aguilar y Maya y Alejandro Sánchez (médico de cabecera de Obregón, por cierto). No se había dispuesto ninguna seguridad en el evento, excepto por la presencia de tres agentes y el cuidado de los escoltas y amigos que acompañaban al presidente electo. Definitivamente eran otros tiempos.

León Toral llegó minutos después que Obregón al restaurante. Entró con facilidad, vestido con un traje café, una corbata rojiza, su cuaderno de dibujo y un lápiz. Preguntó por un señor Cedillo; fue informado que posiblemente se encontraba en la comida del jardín, por lo que penetró sin dificultad. Antes había bebido un cuarto de cerveza para darse valor. Pasó al baño, desenfundó la pistola, le quitó el seguro y se la colocó a la altura del abdomen con el cañón hacia abajo y la cacha sujetada con el chaleco del traje. Salió para sentarse en el jardín y dibujar a Obregón, al director de la orquesta y a Aarón Sáenz.
La comida transcurría con toda normalidad. Ricardo Topete fue el único que desconfió del dibujante. Llamó a uno de los agentes para preguntarle quién era el que estaba sentado dibujando, a lo que el agente le informó que era un caricaturista de los periódicos que estaba haciendo un retrato del caudillo.

Toral se dio cuenta de la desconfianza de Topete, por lo que se levantó y caminó a la mesa de honor. Se dirigió al diputado, preguntándole cuál de los bocetos le parecía mejor. Enseguida se acercó a Sáenz para enseñarle el boceto del mismo y del general, a lo que Sáenz respondió que luego lo viera para quedarse con ellos.
Enseguida, Toral se acercó al caudillo para mostrarle el dibujo. El general movió la cabeza para ver. En ese momento, Toral sostuvo con la mano izquierda el cuaderno y con la derecha sacó la pistola para realizar el primer disparo a cinco centímetros; luego fueron cuatro más en la espalda y otro en el muñón derecho. Seis en total. Eran las 14:20 horas, justo en el momento en que se servían los postres “Bombilla”, del gusto de don Álvaro, y se escuchaba la canción “Limoncito”, confundiéndose con el sonido de los disparos.

Dibujo hecho por Toral antes de asesinar a Obregón

Obregón se inclinó hacia adelante y hacia la izquierda, se flexionó sobre la silla, abrió los ojos y dio con la cabeza sobre la mesa, mientras recibía los demás disparos en la espalda; luego cayó al suelo, lastimándose la frente. Sáenz alargó los brazos, tratando de atrapar el cuerpo sin lograrlo. La confusión se apoderó de todos.
Toral quedó petrificado después de realizar los disparos y sólo atinó a apuntar la pistola hacia el suelo. El primero en tomar al asesino y desarmarlo fue el diputado Enrique Fernández Martínez, después lo rodearon Ricardo Topete, Aurelio Manrique, Ignacio Otero, Antonio Valadez, Antonio Díaz Soto y Gama, Juan Jaimes, Homobono Márquez y Tomás A. Robinson. Lo tundieron a golpes y cachazos. Jaimes quería acribillar al asesino. Manrique gritó que no había que matarlo para saber la trama del crimen. Topete recogió el arma asesina.

Mientras, el cuerpo del caudillo estaba sangrando, tirado con las piernas flexionadas y la cabeza contra el suelo. Sáenz, Otero y el médico Sánchez trataron de levantarlo. Decían que estaba aún vivo, otros gritaban que había muerto. Con trabajos fue trasladado al asiento trasero del Cadillac. En el mismo coche se subieron Sáenz, Orcí, Topete, Medrano y Manrique, quienes fueron seguidos de otros automóviles hasta el domicilio del general, a donde se había dado aviso. El presidente Calles fue informado de inmediato. Los presagios fueron realidad: la tormenta caía.
El asesino fue trasladado a la Inspección General de Policía en un auto Packard por el coronel Juan Jaimes, el coronel Tomás A. Robinson y el diputado Enrique Fernández Martínez; allí esperarían al general Roberto Cruz, jefe de la policía. Toral, impávido, con los ojos cerrados y ensangrentado por los golpes, no podía o no quería hablar, sólo se había identificado como “Juan”. Ya se sentía "un mártir de la religión".

La noticia corrió como reguero de pólvora por la Ciudad de México. A las afueras del domicilio de Obregón había una multitud en el momento en que llegó el Cadillac con el cadáver. Valentina, la sirvienta, gritó que habían matado a su padrecito y cayó desmayada. El cuerpo sin vida fue colocado en una habitación de la planta baja, donde ya se encontraba el médico Enrique Osornio, quien había amputado el brazo de Obregón en 1915, para dar fe de que estaba muerto. Luego se procedió a realizar la máscara mortuoria, marcada por un balazo y un golpe, para la posteridad broncínea.
El presidente Calles llegó a la residencia visiblemente disgustado. Entró a la habitación donde se encontraba el fallecido. Se acercó a la cabeza del cadáver y dijo: “¿querías ser presidente? Tal por cual, pues no llegaste”. El general Higinio Álvarez García se molestó y hasta sacó la pistola, pero el médico Osornio intervino para bajar los ánimos.

Calles pidió a Cholita, su secretaria, que lo comunicara desde ahí a la Inspección General de Policía para solicitar fuerzas policiales y dar instrucciones. Llegó entonces el general Palomera de la gendarmería a recibir la orden de sacar los archivos del asesinado inmediatamente, como si escondieran grandes secretos.
Luis N. Morones, uno de los sospechosos de ser el autor intelectual del crimen.

Manrique enfrentó a Calles oponiéndose a dicha orden, diciéndole además que el obregonismo no había muerto y acusando a Morones, el líder de la CROM y miembro del gabinete del presidente, de urdir el asesinato. Calles salió de la casa de Obregón para dirigirse a la Inspección General de Policía. En la oficina de Roberto Cruz entrevistó personalmente al asesino José de León Toral, acompañado por los generales Joaquín Amaro y Abundio Gómez. Preguntó quién lo había mandado a cometer el crimen, a lo que Toral respondió que no quería cambiar su declaración inicial en el sentido de que había obrado solo, y que lo había hecho para lograr que “Cristo nuestro señor pueda reinar en México”. El presidente solamente expresó: ¿“Qué clase de reino es ése?” Además lo cuestionó sobre las razones de no haber procedido primero contra el presidente y no con Obregón, a lo que Toral respondió que era indispensable destruir los cimientos para que cayera el edificio, única forma de extirpar la persecución religiosa. El general salió visiblemente enojado de esa oficina, con el entrecejo fruncido, sin expresar nada.

Los obregonistas del círculo cercano del presidente electo se organizaron para que una comisión, integrada por Aarón Sáenz, Emilio Portes Gil, Luis L. León y Arturo H. Orcí, se presentara ante el presidente Calles. Esa misma tarde fueron recibidos. Insistieron en culpar a Morones de la muerte del caudillo y pidieron el esclarecimiento del crimen cuanto antes, además de manifestar su desconfianza ante el hecho de que el encargado de las investigaciones fuera el general Roberto Cruz, pues “no garantizaba los intereses del obregonismo”, ya que había sido enemigo del Manco de Celaya. Colérico, el presidente Calles ordenó cesar a Cruz y nombrar en su lugar a un cercano del caudillo, el general Antonio Ríos Zertuche.
Por la noche, el cadáver del presidente electo fue llevado al salón Embajadores del Palacio Nacional. Se formó una valla compuesta por generales, jefes y oficiales desde la puerta central de Palacio hasta el salón. El féretro fue cargado por Joaquín Amaro, Ricardo Topete, Tomás A. Robinson, Aarón Sáenz y cuatro elementos del Estado Mayor Presidencial.

Máscara mortuoria de Obregón

La primera guardia de honor fue realizada por Calles, Amaro, Orcí, Sáenz y Manrique. Una segunda la encabezaron Patricio Salido, Humberto Obregón, Ignacio Otero Pablos, el coronel Juan Jaimes, Homobono Márquez y Marte R. Gómez. El féretro de metal fue cubierto por la bandera nacional. Gente del pueblo desfiló ante el ataúd, unos impávidos, otros con morbo.
A las 11 de la mañana inició la última guardia del presidente Calles, junto con familiares y amigos del difunto. Sáenz, Manrique, Topete, Ponce de León y Orcí fueron los encargados de cargar el ataúd para llevarlo al patio central de Palacio e iniciar el recorrido a fin de conducirlo a la estación de ferrocarril en una carroza de la agencia Gayosso. Detrás de la carroza fúnebre figuraba el presidente Calles junto con Sáenz y Amaro, y con miembros del Centro Director Obregonista, del Colegio Militar y del Estado Mayor Presidencial, escoltando la carroza.

El inicio del recorrido fue Palacio Nacional, la Catedral, avenida Madero y luego avenida Juárez, donde se detuvo para recibir homenaje en las oficinas del Centro Director Obregonista. Sáenz dijo unas palabras muy emotivas acerca del caudillo, de su servicio a la patria, de su protagonismo como baluarte de la Revolución. Continuó hasta la estación Colonia de ferrocarril, donde se encontraba arreglado un vagón como capilla ardiente. Ahí Manrique pronunció otro discurso exaltando la figura de Obregón y su contribución a la historia revolucionaria, que había sido cortada por el artero crimen que requería la mano firme de la justicia. La banda del Estado Mayor de la Secretaría de Guerra y Marina ejecutó el Himno Nacional, dando pie a que arrancara el tren con destino a Sonora.
El tren Olivo (el tren presidencial) quedó bajo las órdenes de los generales Benito Bernal y Agustín Cisneros, con una avanzada de fuerzas que iba en otro tren. A las 7 de la mañana del día 19, el convoy con los restos de Obregón llegó a Guadalajara, donde se realizó un homenaje oficial con honores militares por espacio de una hora. Dos días después el tren llegó a la población de Navojoa. Los familiares decidieron trasladar los restos del ex presidente Obregón a Huatabampo, para enterrarlos junto a los de su señora madre. Por la noche del sábado, bajo un intenso calor, Álvaro Obregón fue sepultado en el panteón municipal de su tierra natal. El “rayo de la guerra” se había extinguido para siempre, no así su legado en la memoria revolucionaria del país.

José de León Toral y la Madre Conchita fueron juzgados durante los siguientes meses. Hubo muchos involucrados, exculpados, alegatos, amparos y testigos. El escándalo en la opinión pública continuó durante el tiempo en que se celebraron las audiencias, sobre todo en el juicio popular que se celebró en San Ángel, cuyo resultado fue la sentencia de pena de muerte para Toral y la pena por 20 años a la Madre Conchita, mismos que cumpliría en las Islas Marías.
La Madre Conchita y Toral, cuando estaban detenidos

El sábado 9 de febrero de 1929, José de León Toral fue ejecutado por un pelotón en la Penitenciaría de Lecumberri. De inmediato se hizo mártir de la causa católica, como lo corroboraron sus funerales. Fue sepultado en el Panteón Español, pasando a la historia como un hombre fanático, diminuto, delgado, oscuro, tembloroso y arrepentido, que apagó la vida del “estadista” por antonomasia de la revolución vencedora.

El gran beneficiado con la muerte de Obregón fue, sin duda alguna, Calles. Tan es así, que de inmediato algunas personas comenzaron a sospechar de él como autor intelectual del crimen. Incluso se acuñó un chiste. "Una persona se encuentra en la calle con un amigo, y en la plática, le pregunta: ¿Quién cree usted que mató a Obregón? Y el amigo le responde de inmediato: ¡Cállese!"

¿Qué hubiera ocurrido si Toral hubiese fallado? Hay quien dice que Obregón se hubiera convertido en un segundo Porfirio Díaz, mientras que Calles hubiera pasado a desempeñar el mismo papel que el Manco González en 1880. Inclusive en una ocasión leí un artículo sobre historia ficción en el que se contaba la historia de la presidencia de Obregón, asegurando que murió en la década de 1960 como presidente vitalicio de México. Es una posibilidad, desde luego, pero a fin de cuentas, no son mas que elucubraciones. Cada quien podrá creer lo que quiera.

Plutarco Elías Calles

Para terminar, quiero hacer una aclaración que la decencia me exige. Encontré este texto en mi computadora pero no recuerdo cuando lo escribí e inclusive tengo serias dudas sobre mi autoría del mismo. Sin embargo, consideré que está bien escrito y es muy interesante, por lo que para el blog tan sólo hice algunas correcciones y agregué algunos comentarios. Si en algún momento alguna persona reclama la autoría del mismo, estoy dispuesto a reconocerlo sin problema alguno, siempre y cuando lo demuestre, desde luego.