lunes, 18 de mayo de 2015

¿ALGUNA VEZ HAS IDO AL BAILE DE LOS 41?

Bueno, suena a broma, pero en realidad es un episodio vergonzoso de nuestra historia al tratarse de un claro espejo de nuestra intolerancia, corrupción, impunidad, favoritismo y todo lo que quieran agregarle. Así que sinceramente espero que tú no seas de los que piden que prohiban el baile de los 41.

Todo ocurrió en el año de 1901, el 18 de noviembre para ser más precisos. Gobernaba en el país don Porfirio Díaz, el polémico dictador que ocupaba el poder, por la buena o por la mala, desde 1877, salvo el pequeño intervalo en se tomó un descanso dejándola al cuidado de su compadre don Manuel González, quien gobernó de 1880 a 1884.

En aquellos años, y esto por desgracia no ha cambiado mucho, la sociedad mexicana era sumamente hipócrita, intolerante y machista. Aunque la homosexualidad estaba despenalizada desde 1871, éstos todavía tenían que esconder sus preferencias sexuales ante el rechazo que éstas ocasionaban en una sociedad dominada por una moral católica con tintes medievalistas. Claro que, siendo justos, ésta era una tendencia que dominaba en todos los países del mundo en aquella época, sin importar su religión, su lengua o su ubicación geográfica. Basta recordar el juicio contra el genial Oscar Wilde en Inglaterra tan sólo unos años antes, o los procesos llevados a cabo en Alemania cinco años después.

Pues bien, resulta que ese día, por la madrugada, un guardián del orden, policía, gendarme, cuico, tamarindo, azul o como quieran llamarlo, estaba haciendo su ronda nocturna por la 4a calle de la Paz, hoy Ezequiel Montes, muy cerca de donde se comenzaría a levantar poco tiempo después el Palacio Legislativo, actualmente Monumento a la Revolución.

Al pasar por el frente de una casa escuchó ruido de música y voces y decidió tocar la puerta para pedir explicaciones ante el escándalo. El periódico El Popular, Diario independiente de la mañana, daba cuenta del suceso, dos días después, de la siguiente forma:

Notó el gendarme de la Cuarta Calle de la Paz que en una accesoria se efectuaba un baile a puerta cerrada, y para pedir la licencia fue a llamar a la puerta. Salió a abrirle un afeminado vestido de mujer, con la falda recogida, la cara y los labios llenos de afeite y muy dulce y melindroso de habla. Con esa vista, que hasta al cansado guardián le revolvió el estómago, se introdujo éste a la accesoria, sospechando lo que aquello sería y se encontró con cuarenta y dos parejas de canallas de éstos, vestidos los unos de hombres y los otros de mujer que bailaban y se solazaban en aquel antro....

Inmediatamente pido ayuda a sus colegas y al poco tiempo un nutrido grupo de policías habían allanado el inmueble en cuestión. Cuál sería su sorpresa al encontrar entre los detenidos a muchos miembros de la más rancia aristocracia porfiriana. Incluso las malas lenguas aseguran que entre ellos se encontraba don Ignacio de la Torre y Mier, cuya esposa era doña Amada Díaz, nada más y nada menos que la hija del presidente, por lo que don Ignacio era su yerno.

Grabado alusivo de José Guadalupe Posada

Esto sale a cuento porque, aunque la policía nunca redactó un parte oficial ante la categoría social de los arrestados, se dice que originalmente eran 42 pero que después, misteriosamente, tan sólo quedaban 41, ya que se había permitido escapar al Primer Yerno de la Nación, por aquello de que había que cuidar la buena reputación y la honra presidencial.

Ignacio de la Torre y Mier

Aunque el gobierno trató de ocultar lo acaecido, la noticia terminó por filtrarse a los dos días en todos los periódicos, mismos que dieron cumplida difusión de dicha fiesta. Aunque desde luego, nadie hacía mención de don Ignacio de la Torre y Mier. El escándalo sacudió hasta sus cimientos a la decente y mojigata sociedad de la época. Más de una vio allí a su esposo o a su hijo, con la correspondiente vergüenza social que aquello implicaba.

Grabado alusivo de José Guadalupe Posada
Como bien dijo Carlos Monsiváis: "la redada adquiere de inmediato perfiles legendarios", "Desde entonces, el número 41 se asocia automáticamente con la homosexualidad". Todavía algunos de nuestros padres, cuando eran pequeños, aprendieron que si alguien les decía "41", tenían que responder de inmediato "¡zafo!", sin saber ni entender la razón de aquello.

Amada Díaz

De acuerdo con los informes extraoficiales, en la fiesta en cuestión se iba a rifar a un agraciado joven conocido como "El bigotes". Aunque los 41 individuos fueron arrestados, nunca se supo el nombre de aquellos que pertenecían a las familias de postín, los que, obviamente, fueron liberados de forma discreta al poco tiempo. Tan sólo se supo el nombre de aquellos que no pertenecían a esa casta dominante. El de tres de ellos han llegado hasta nuestros días: Jesús Solórzano, Jacinto Luna y Carlos Zozaya, mismos que, juntos con otros 16, fueron enviados a servir de forma "voluntariamente a fuerza" en el ejército que se encontraba peleando contra los indígenas mayas en Yucatán. Es decir, como siempre ocurre, tan sólo los que no tenían dinero para comprar a la justicia fueron condenados por los que deciden por ella. Los ricos salieron totalmente impunes y Amadita Díaz siguió fingiendo que tenía un matrimonio feliz y muy decente, con uno de los hombres más ricos del porfiriato.

Una vez más citamos a Monsiváis: "Se dice el pecado pero, si los pecadores tienen dinero, su identidad circula únicamente en los patíbulos del chisme, tan volátiles por lo común."

El general Francisco L. Urquizo, años después, comentaba lo siguiente: "En México el número 41 no tiene ninguna validez y es ofensivo para los mexicanos [...] La influencia de esa tradición es tal que hasta en lo oficial se pasa por alto el número 41. No hay en el ejército División, Regimiento o Batallón que lleve el número 41. Llegan hasta el 40 y de ahí se salta al 42. No hay nómina que tenga renglón 41. No hay en las nomenclaturas municipales casas que ostenten el número 41. Si acaso y no hay remedio, el 40 bis. No hay cuarto de hotel o de Sanatorio que tenga el número 41. Nadie cumple 41 años, de los 40 se salta hasta los 42. No hay automóvil que lleve placa 41, ni policía o agente que acepte ese guarismo."

Esta historia viene a cuento ya que el día de ayer, 17 de mayo, fue el Día Internacional Contra la Homofobia, una enfermedad que aun sigue carcomiendo a nuestra sociedad. Los sectores más conservadores siguen mostrando su indignación cada vez que se promulga una ley que fortalece los derechos de los gays y se rasga las vestiduras siempre que éstos se muestran en público.


Lo que no saben, o no quieren saber, es que en muchas culturas de la antigüedad la homosexualidad no era mal vista, sino por el contrario, era considerada como algo completamente normal. Los griegos son el más claro ejemplo de ello. Y no sólo entre los humanos. A todos aquellos que claman por lo "antinatural" de tal conducta, es preciso informarles que las especies animales que la practican de una u otra forma son innumerables, desde los mamíferos hasta las aves, reptiles, anfibios y peces.

Actualmente la homosexualidad es ilegal en 77 países de todos los continentes con excepción de Europa, y se le castiga con penas que van de multas hasta la muerte. Tan sólo Sudáfrica, Canadá, Argentina, Brasil, Colombia, Uruguay, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Suecia, Reino Unido, Bélgica, Francia, Luxemburgo, Holanda, Portugal, España y Nueva Zelanda permiten el matrimonio entre parejas del mismo sexo, y Sudáfrica, Canadá, Argentina, Brasil, Uruguay, Israel, Camboya, Filipinas, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Suecia, Reino Unido, Bélgica, Francia, Luxemburgo, Holanda, República Checa, España y Nueva Zelanda les permiten la adopción. En algunos países, como México y los Estados Unidos, ambos supuestos están contemplados por algunas leyes locales aunque todavía no lo es a nivel nacional.

La homofobia no es más que la consecuencia de una moral mal entendida, intolerante con lo "diferente" y celosa guardiana de un pensamiento monolítico y de una verdad, para ellos, inatacable. Es hora de dejar atrás esas ideas y aprender a respetarnos con todas nuestras particularidades. Enseñémosle a nuestros hijos que todos tenemos derechos, que todos somos humanos, sin importar nuestras preferencias sexuales o religiosas, sin importar nuestros orígenes y el lugar en el que nacimos. Dejemos atrás, de una buena vez, el estigma del 41. No es mas que un número, entre el 40 y el 42. Sólo eso y nada más. Dejémonos de estupideces.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario