jueves, 21 de mayo de 2015

CUANDO LA CASA BLANCA... SE HIZO NEGRA

El término "Casa Blanca" tiene varios significados. Los amantes del cine piensan de inmediato en aquella famosa película de 1942 protagonizada por Humphrey Bogart e Ingrid Bergman llamada Casablanca; los mexicanos nos acordamos con coraje de la Casa Blanca de Angélica Rivera y Enrique Peña Nieto; pero para la mayoría de los mortales, ese término hace referencia a la residencia del presidente de los Estados Unidos y por extensión a todo el gobierno de ese país. Y de hecho, tal parece que es una casa mágica, porque en las noticias siempre dicen: "la Casa Blanca dijo...", "la Casa Blanca ordenó...", "de acuerdo con la Casa Blanca...". Yo no consigo que la mía tan siquiera murmure algo, por más que le enseño.

La Casa Blanca

En fin, chascarrillos aparte, esa casa se ha vuelto una de las más famosas del mundo. Pero resulta que no siempre ha tenido su característico color. Por unos cuantos días, la casa blanca se convirtió en la casa negra. Hagan de cuenta como Michael Jackson pero al revés.

Una vez conseguida la independencia en 1783, los Estados Unidos tuvieron que enfrentarse a varios problemas. Uno de ellos fue la residencia de los gobernantes del país. No contaban con una capital, por lo que probaron primero con Nueva York y después con Filadelfia, para llegar por fin a un acuerdo, construyendo una nueva ciudad en un territorio circular cedido por los estados de Virginia y Maryland, al que pusieron por nombre Distrito de Columbia. La nueva y flamante ciudad recibiría a su vez el nombre de Washington, a pesar de la oposición del entonces primer presidente, George Washington.

Una vez trazada la ciudad se comenzó la construcción de los primeros edificios del gobierno. Uno de ellos fue el destinado a residencia del presidente. El proyecto estuvo a cargo de James Hoban, un arquitecto irlandés recién emigrado al nuevo país. Éste propuso una mansión de grandes proporciones que, aunque fue aprobada por el Congreso, mereció la crítica de algunos de los prohombres de la joven República. Por ejemplo, Thomas Jefferson dijo de ella que era "lo bastante grande como para dos emperadores..., un papa y un dalai lama". Claro que ello no evitó que la habitara cuando fue presidente y que incluso ordenara su ampliación.

Como siempre ocurre, una cosa fue lo presupuestado originalmente y otra el costo real de la construcción. Siempre suele elevarse a más del doble, ya sea por corrupción o por malos cálculos de los arquitectos. Total, que Washington se murió sin que la casa estuviera lista. El primero que la habitó fue el segundo presidente, John Adams, a pesar de que algunas habitaciones aun seguían prácticamente en obra negra. Pero una vez terminada, se le dio un baño de pintura blanca, de donde devino su nombre.



El interior fue ricamente decorado con muebles franceses y otras linduras más, se estableció un servicio de servidumbre digno de un palacio real y se acondicionaron unos bellos jardines para solaz de sus ocupantes. Por cierto, prácticamente todos los edificios del gobierno de la llamada "nación de la libertad", incluyendo la Casa Blanca, fueron construidos... por esclavos negros.

Pero todo cambió bruscamente en 1812. Gran Bretaña estaba en guerra con Francia y su emperador Napoleón, Los Estados Unidos, siendo neutrales, tenían un fluido comercio con ambos países, pero principalmente con Francia, quien compraba casi el 60% de los productos estadounidenses. Cuando Inglaterra decidió cortar ese comercio para debilitar a su enemigo, comenzó a detener a todos los buques mercantes con bandera de Estados Unidos que se dirigían a los puertos franceses, confiscando la carga y enrolando por la fuerza a los marineros en su propia marina de guerra. Total, como también hablaban inglés...

James Madison

Esto motivó el enojo de los estadounidenses y en especial de su presidente James Madison. Claro que ese no era el único motivo de tensión entre los dos países, pues el Reino Unido aun conservaba sus posesiones en Canadá y desde ahí continuamente hostigaba a sus antiguas colonias o aleccionaba a las tribus indígenas de la frontera para que combatieran a los colonos de Estados Unidos.

Así las cosas, el 18 de junio de 1812, Madison, con la autorización del Congreso, le declaró la guerra a la Gran Bretaña. Los dos primeros años fueron relativamente tranquilos. Estados Unidos lanzó varias ofensivas contra Canadá, pero como no disponía de un ejército profesional sino tan sólo de milicianos con más arrojo que técnica militar, todas ellas fueron repelidas por los ingleses. Éstos, por su parte, más concentrados en su guerra contra Napoleón, se contentaban con defenderse sin atacar.

La Casa Blanca en llamas

Pero eso cambió en 1814, cuando Napoleón fue finalmente derrotado y enviado a la isla de Elba, cerca de la costa italiana. Entonces la Gran Bretaña mandó a sus mejores tropas a América para ponerle fin de una buena vez a esta guerra. Entre el 24 y el 25 de agosto de 1814, 5,000 soldados británicos desembarcaron cerca de la ciudad de Washington. Su objetivo era tomar la ciudad para desmoralizar al enemigo.

El presidente Madison, siempre tan valiente, agarró sus maletas y huyó de la ciudad con todo su gabinete, dejando a su esposa como encargada de rescatar lo más que pudiera de la mansión. Ésta tan sólo consigo sacar algunas joyas personales, algunos documentos oficiales y un cuadro de George Washington, que de esa forma se convirtió en el único objeto de la original Casa Blanca que aun se conserva.

Gilbert Stuart's 1797 portrait of George Washington, saved by Dolley Madison’s order, was taken down and reframed to better preserve it in 2004. Erik Kvalsvik for the White House Historical Association
Este es el cuadro de Washington que se salvó del incendio

Los ingleses derrotaron fácilmente a los milicianos que defendían la capital y se apoderaron de ella. Inmediatamente le echaron el ojo a los bellos edificios que la formaban y decidieron vengarse del incendio que los estadounidenses habían provocado en Toronto el año anterior. Así que sin pensárselo dos veces, le prendieron fuego a la ciudad con todo y sus edificios de gobierno.

Ardieron el Capitolio, la Oficina del Tesoro y, por supuesto, la Casa Blanca. Los ingleses apilaron todos los muebles en el vestíbulo y le prendieron fuego. Claro que, antes de eso, vaciaron las bodegas de vino y comida. La casa Blanca ardió hasta los cimientos, quedando en pie tan sólo una parte de la fachada, aunque eso sí, sin su color blanco característico, adoptando en su lugar un hermoso color negro chamuscado.

El día que ardió la Casa Blanca
El Capitolio en ruinas

Los ingleses sólo permanecieron un día en la ciudad y después la abandonaron. Poco después fueron derrotados cerca de Baltimore y luego en Nueva York. Entonces comenzaron las conversaciones de paz. Se llegó a un acuerdo mediante el cual ambos países se quedaban con sus fronteras originales (es decir, nadie ganaba nada) y los ingleses se comprometían a respetar los barcos y las tripulaciones de los Estados Unidos. Sin embargo, como en aquella época las comunicaciones eran muy lentas y deficientes, la noticia de la firma de la paz no llegó a tiempo de evitar una nueva derrota inglesa, esta vez en Nueva Orleans, a manos del general Andrew Jackson. Es decir, esta batalla se libró cuando la guerra ya había acabado. Pero como nadie les avisó...

Al poco tiempo la ciudad fue reconstruida y la Casa Blanca fue levantada de nuevo. Desde entonces, jamás ha vuelto a caer. Ya veremos en el futuro.

Así que ahora ya saben de donde tomaron la idea los guionistas de la película el Día de la Independencia, cuando hacen que un platillo volador destruya la Casa Blanca. O conocían la historia, o de chiripa le atinaron.

Lo que es un hecho es que los estadounidenses han tratado desde entonces olvidar este traumático suceso, e inclusive hay historiadores que prefieren no mencionarlo.


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