martes, 19 de mayo de 2015

TODO DEPENDIÓ DE UN ESPERMATOZOIDE. FERNANDO EL CATÓLICO Y GERMANA DE FOIX

Desde que comenzamos a tomar clases de historia en la primaria, cuando nos hablan de España nuestros profesores nos juran por lo más sagrado que con la boda de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, mejor conocidos como Los Reyes Católicos,  se consumó la unidad de España, desapareciendo los reinos medievales y surgiendo, por fin, la tan ansiada patria española. Este historia se volvió oficial desde el siglo XIX y alcanzó su máximo esplendor en la época de Franco, cuando había que demostrar que España estaba unida desde mucho tiempo atrás, tratando con ello de combatir el separatismo catalán y vasco. Pero como siempre sucede, la realidad fue muy distinta.

Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla

Cuando Isabel y Fernando se casaron allá por el año de 1469, ni en sueños se sintieron reyes de un nuevo país llamado España. Isabel siguió siendo reina de Castilla y Fernando rey de Aragón, siendo ambos tan sólo reyes consortes en el reino del otro. Para colmo, la pareja tan sólo tuvo cinco hijos, de los cuales cuatro eran mujeres y uno varón. Sí, ya sé que cinco hijos son muchos, pero eso es en ésta época. En aquella eran pocos, y más tomando en cuenta que la mayoría no conseguía llegar a la edad adulta. Y para colmo, un solo hijo varón era un grave problema, pues recordemos que el hombre tenía primacía sobre la mujer al momento de heredar el trono (en España eso apenas cambió hace unos pocos años). Pero bueno, al menos tuvieron uno y, como es lógico, lo cuidaron como si fuera de porcelana.

En aquellos, las princesas tenían reservado un papel de capital importancia en la política del reino. Servían para casarlas con un potencial aliado o un posible enemigo, sin importar quien fuera ni cuales fueran sus costumbres. Y desde luego, la princesa no opinaba. Hubo desde luego algunas excepciones, como fue el caso de la misma Isabel que se negó a casarse con los pretendientes que su hermano, el rey Enrique IV de Castilla, le conseguía. Se aferró en casarse con Fernando, que ni estaba tan galán, la verdad, hasta que lo consiguió. Pero un caso así era raro. Años después la misma Isabel que exigía su derecho a casarse con quien ella quisiera, casó a sus cuatro hijas con diferentes príncipes europeos sin pedirles su opinión. A la mayor, Isabel, la casaron con el infante Alfonso de Portugal, y al morir éste, con su primo Manuel I de Portugal (primo de él, no de ella). Al heredero, Juan, lo casaron con la archiduquesa Margarita de Austria, hija del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Maximiliano I de Habsburgo. A Juana, la casaron con Felipe "el Hermoso", hijo del anterior. A María, con su cuñado Manuel I de Portugal, obviamente cuando murió su hermana Isabel. Y a Catalina, la más pequeña, con el príncipe Arturo de Inglaterra, y al morir éste, con su hermano Enrique, el futuro Enrique VIII de Inglaterra. A todas las colocó bien.

Juana la Loca

Hasta ese momento, todo iba sobre ruedas para los Reyes Católicos. Habían conquistado Granada, el último reino musulmán en la península española, Cristóbal Colón les había hecho el regalo de América (fácil es regalar lo que no es de uno), sus tropas habían conquistado el reino de Navarra, en España, y el de Nápoles, en Italia, que incluía las islas de Sicilia y Cerdeña, sus hijas se habían casado con importantes monarcas europeos y tenían un heredero varón, el príncipe Juan, que en un futuro recibiría las coronas de Castilla y Aragón, siendo así, ahora de forma efectiva, el primer rey de España.

Pero entonces ocurrió la tragedia. A los seis meses de casado, el príncipe heredero murió de viruela en el año de 1497. Pero aún había cierta esperanza. Su viuda, doña Margarita de Austria, estaba embarazada. Por fin dio a luz tres meses después... a una niña, que para colmo, murió al poco tiempo de nacer. Esto complicó enormemente el asunto de la sucesión. Primero se nombró heredera a la infanta Isabel, casada con el rey de Portugal, lo que hubiera permitido la unión total de la península ibérica. Pero ésta también murió al poco tiempo, por lo que la siguiente en la línea de sucesión era la infanta Juana, casada con Felipe de Habsburgo, el Hermoso, heredero de Austria, Borgoña, los Países Bajos (Holanda, Bélgica y Luxemburgo) y un sinfín de pequeños territorios más.

España en la época de los Reyes Católicos

Bajo esas circunstancias, en 1504 Isabel I de Castilla se retiró a su última morada, o lo que es lo mismo, estiró la pata, colgó los tenis, se fue con la calaca o, simplemente, murió. Pero Fernando seguía vivo. Al morir Isabel, Fernando deja de ser rey consorte de Castilla y este reino es heredado por Juana y Felipe, mientras que Fernando se retira a su reino de Aragón. Mientras no tuviera más hijos varones, a su muerte su reino sería heredado por su hija la nueva reina de Castilla, a pesar de que ya para esos momentos la habían diagnosticado serios problemas mentales, por lo que su marido Felipe se hizo cargo del gobierno. Por cierto, aun hay muchas dudas sobre su supuesta locura, y hay quien la ve, con sobrados motivos, como una argucia de su padre y de su marido para apartarla del gobierno de Castilla. En fin, ese es otra tema.

Pero Fernando nunca estuvo a gusto en la soledad de su cama. Ya desde que era príncipe de Aragón había tenido múltiples amantes y varios hijos e hijas, situación que no cambió con su matrimonio con Isabel. Pero ahora que era viudo y con 53 años, ya no era tan fácil conseguir amantes, por lo que decidió buscarse esposa. Aun no había pasado un año de la muerte de Isabel cuando el desconsolado Fernando buscó refugio en los brazos de la jovensísima Germana de Foix (tenía 18 años), sobrina de Luis XII, rey de Francia.

Germana de Foix

La verdad es que Fernando ya no tenía el vigor juvenil de antaño y su trabajo le costó (casi cuatro años intentándolo), pero al final lo consiguió. ¡Germana estaba embarazada! Y que nace un hijo, al que inmediatamente bautizaron como Juan y nombraron heredero de la corona de Aragón. Era el año de 1509. Pero a las pocas horas de nacido, el infante don Juan dijo que ya no quería seguir en este mundo cruel y contaminado. Así que se murió. Aunque Fernando siguió intentándolo hasta su muerte en 1516, ya no consiguió dejar embarazada a su bella esposa francesa. Así que, al final, su reino lo heredó su nieto, Carlos, quien ya gobernaba Castilla como regente después de la muerte de su padre Felipe y de la reclusión de su madre Juana, y que pronto heredaría las posesiones de sus abuelos paternos, convirtiéndose en el famoso Carlos V, quien gobernó sobre la mitad de Europa, América, varios enclaves en África y algunas posesiones en Asia. Todo un monarca universal.

¿Qué hubiera ocurrido si el infante don Juan de Aragón hubiera sobrevivido? La historia sería muy diferente. España no se hubiera unido, Carlos V no hubiera heredado las posesiones aragonesas que incluían el sur de Italia y Castilla hubiera podido centrarse en sus posesiones americanas, sin involucrarse demasiado en los problemas europeos. Probablemente eso hubiera permitido que Felipe II, hijo de Carlos V, concentrara sus energías en América y nuestro devenir sería diferente. ¡Quién sabe! Se pueden sugerir mil cosas, soñar con lo que cada quien quiera pero, aunque nunca sabremos cómo, lo único seguro es que la historia hubiera sido muy diferente, tanto para España como para sus dominios americanos, incluyendo a México. Demasiados "hubiera", y como bien dicen los que saben, el "hubiera" no existe.


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