miércoles, 20 de mayo de 2015

VIENA, LA ANTIGUA CAPITAL DE LOS HABSBURGO... Y DE LOS CAFECITOS (3a DECUATRO PARTES)

El tercer día en Viena fue muy variado e interesante. Después de desayunar en el cafecito que habíamos encontrado cerca del hotel, nos dirigimos en metro hacia el Hofburg, el antiguo palacio imperial de Austria, donde vivían los emperadores. Actualmente sirve como sede de varios museos y de la famosa Escuela Española de Equitación de Viena. Ah, y también vive ahí el señor presidente, en un rinconcito del palacio.

La Plaza de María Teresa


Para llegar ahí, una vez que se sale del metro, hay que atravesar la espléndida Plaza de María Teresa, flanqueada por dos espectaculares edificios que sirven como sede del Museo de Historia del Arte y el Museo de Historia Natural. Al centro hay una hermosa estatua de la emperatriz María Teresa. Y como no podía ser menos, en la plaza estaba instalado otro de esos famosos mercados navideños de los cuales ya les platiqué.

Desde la mañana había estado nevando, por lo que atravesamos este bello paraje bajo un blanco manto de nieve que le daba un toque fabuloso. Cruzando la plaza, arribamos por fin al palacio de Hofburg.

El palacio de Hofburg


Inmediatamente divisamos una extensa fila de personas frente a una de las taquillas. Ante tan desoladora vista, estábamos a punto de escoger otro sitio al que visitar, cuando nos dimos cuenta que ésta era tan solo para el Museo de la Emperatriz Sissi, mismo que no teníamos interés en conocer. Así que nos dirigimos hacia otra de las taquillas y compramos boletos para conocer el Museo donde se encuentra la llamada Cámara del Tesoro, que guarda todas las joyas y objetos curiosos que los Habsburgo atesoraron a través de 800 años de dominio.

En él se encuentran piezas realmente interesantes. Ahí pudimos admirar las joyas de la corona austriaca y las del Sacro Imperio Romano Germánico; el collar de Gran Maestre de la Orden de Guadalupe que perteneció a Maximiliano de México; la cuna de Napoleón II, el rey de Roma, hijo de napoleón Bonaparte y de la archiduquesa María Luisa de Habsburgo, su segunda esposa; tapices, vajillas, cuadros, espadas, armaduras, trajes de ceremonia, diversos regalos ofrecidos por dignatarios extranjeros a lo largo de los siglos y otros objetos diversos. Como buen gabinete de antigüedades, éste también tiene su parte cómica, fruto de la superstición y la ignorancia: un cuerno de "unicornio" (en realidad es un cuerno de narval, un mamífero marino) y un gran número de reliquias, entre las que destacan por lo ridículo un clavo de la cruz donde crucificaron a Cristo, la lanza con que le abrieron el pecho y un pedazo de la cruz. ¡Bueno! Al menos no se trataba de leche de la virgen María o el prepucio del niño dios de cuando lo circuncidaron, que aunque no lo crean, hay dos lugares que aseguran poseerlos. Ahí les dejo de tarea averiguar dónde están.

Uno de los "clavos" de Cristo

El cetro y el collar de Maximiliano de México

Un "cuerno de unicornio"


Visitamos también la Biblioteca Imperial y la Iglesia de los Benedictinos, anexa al palacio. Al salir, decidimos intentar conseguir boletos para el espectáculo del día siguiente de la Escuela Española de Equitación. Habíamos intentado comprarlos por internet desde Nueva York antes de salir de viaje pero estaban agotados. Sin embargo, teníamos la esperanza de que en taquilla aun se pudieran conseguir algunos, aunque fueran hasta arriba y atrás de una columna. Ya no había para el espectáculo pero caímos en una bien planeada trampa para turistas babosos como nosotros. En la siguiente entrega les diré en que consistió ésta. Por cierto, a un lado del palacio había unas ruinas arqueológicas del campamento romano que dio origen a la ciudad.

La Biblioteca Imperial


Del Hofburg nos dirigimos hacia el Museo Albertino, donde se encontraba una exposición de Gustav Klimt, uno de los mejores pintores austriacos de finales del siglo XIX. Sin embargo, ya con los boletos en mano, nos enteramos que la sala dedicada a éste se encontraba cerrada por renovación. Por suerte, Judith es buena para conseguir devoluciones, así que en un par de minutos teníamos de vuelta nuestros preciados euros.

Afuera del museo subimos a una terraza desde donde se podía admirar el edificio de la Ópera, una de las más famosas del mundo. Por desgracia ya sabíamos que esos días no iba a haber ninguna función en ella, por lo que nos quedamos con las ganas. Pero aprovechamos para tomar unas buenas fotos y unas cuantas selfies.

La Ópera de Viena


En esos momentos nuestros estómagos nos indicaron que era la hora de comer, por lo que nos dirigimos a la cercana iglesia de San Esteban (bueno, cerca pero no tanto, hubo que tomar el metro) en busca de algún lugar agradable donde acallar nuestras tripas quejumbrosas. Pero camino al metro nos topamos de bruces con un edificio muy famoso en el que no habíamos pensado: Secesión. Ya sé que muchos pusieron cara de What?, así que procedo a explicar. Secesión es el nombre de una escuela de arte creada, entre otros, por Klimt. Miembros de este grupo decidieron construir una casa especial para exhibir su obra, creando una auténtica pieza maestra de la arquitectura modernista. El edificio fue destruido durante un bombardeo en la Segunda Guerra Mundial, pero al final de ésta fue reconstruido, aunque por desgracia se perdieron la mayoría de los murales que Klimt había pintado en su interior. Sin embargo, aun se conservaban fragmentos de algunos de ellos, por lo que decidimos entrar. El museo es muy interesante, pues aunque lo de Klimt es realmente poco, presenta algunas exposiciones de artistas jóvenes bastante buenos. Una que me gustó mucho consistía en un disco LP conectado por una cuerda a una puerta giratoria, lo que provocaba que al girar la cuerda la música grabada en el disco se escuchara. Muy ingenioso y muy interesante el concepto.

Secesión

Restos de los murales de Klimt dentro de Secesión

Ahora si emprendimos el viaje al centro de la ciudad. Cerca de la iglesia de San Esteban encontramos un restaurante agradable donde, como siempre, comimos muy bien. Después entramos en la iglesia, pues si recuerdan, el primer día no pudimos visitarla porque había una misa. El interior es espectacular. Como toda catedral católica que se respete, tiene muchas capillas e infinidad de obras de arte. Había un tour por los tejados pero ya estaba cerrado, así que tomamos otro por las criptas, donde pudimos ver, además de las tumbas de los arzobispos, las de los primeros Habsburgo, así como restos de la primera iglesia que se levantó allí.

Terminando esta visita, nos dirigimos a comprar algunos recuerdos para nuestra casa así como algunas cajas de los excelentes chocolates austriacos, tanto para nosotros como para algunos amigos que seguramente estarán leyendo esto. Antes de ir al hotel nos dirigimos a tomar otra muestra de los excelentes pastelillos vieneses acompañados de un buen chocolate caliente, en otro singular cafecito que nos encontramos de camino.

El Museo Albertino


Caminar por las calles de Viena es todo un agasajo. Uno se siente transportado de inmediato a otras épocas. Pareciera que en cualquier momento te vas a topar con Mozart o con alguno de los Strauss. Es una ciudad vibrante, llena de arte, de música, de belleza. Definitivamente volvería a ella para conocer más de su esencia, de su atractivo.

Y por cierto, antes de que pregunten: no, no fuimos a ver el Penacho de Moctezuma, ese que jamás uso el emperador mexica, ni tuvimos intención de "recuperarlo" para México. Prometo hablarles de el en otra entrada.

Como siempre, llegamos al hotel y tras ponernos la pijama, caímos como troncos. ¡Es que no paramos en todo el día!

(Continuará)

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