martes, 31 de marzo de 2015

ANÍBAL BARCA, EL HOMBRE QUE PUSO A ROMA DE RODILLAS (3a PARTE)

Aníbal penetró en Etruria y se encontró con los romanos mandados por el cónsul Cayo Flaminio y el cónsul Servilio, que lo esperaban frente a la ciudad de Arretium. Aníbal los atrajo a un valle encajonado entre el lago Trasimeno y unas colinas, previamente guarnecidas por sus tropas. Cuando los 30,000 hombres de Flaminio hubieron entrado en el valle, envueltos por una densa niebla, el general cartaginés gritó una orden y la infantería gala y los númidas cerraron la entrada mientras los jinetes de la Galia y de Iberia taponaban la salida. Se dice que el combate fue tan encarnizado que los combatientes no notaron un temblor de tierra que en ese instante derrumbaba montes. Flaminio pereció allí con 15,000 de los suyos. Otros 15,000 cayeron prisioneros. Ni uno sólo escapó. Aníbal sólo perdió 1,500 hombres, casi todos galos.

El senado romano nombró entonces como prodictador a Fabio Máximo, llamado el Contemporizador, que pertenecía a la nobleza y le agregaron como jefe de la caballería al plebeyo Minucio. El plan de Fabio consistía en una guerra de guerrillas para cansar a Aníbal, rehuyendo siempre el combate campal. Éste decidió entonces concentrar a sus tropas en la ciudad de Cannas, al sur de Italia, en lugar de atacar Roma. 

Por esas fechas se dieron las elecciones consulares y a Fabio lo sustituyeron Emilio Paulo y Terencio Varrón. Éste último quería combatir de inmediato y Paulo prefería esperar. Estos cónsules se iban turnando en el mando lo que los colocaba en franca inferioridad con respecto a Aníbal.


Éste esperó a que le tocara el mando a Varrón y entonces le tendió un señuelo para obligarlo a combatir. El romano mordió el anzuelo y fue a buscar a Aníbal en Cannas. Varrón contaba con 80,000 legionarios y 6,000 jinetes. Los cartagineses contaban tan sólo con 21,000 veteranos, 15,000 galos de fidelidad dudosa y 10,000 jinetes. 

Aníbal preparó el terreno obligando a los romanos a tener el sol de frente. Éstos avanzaban en una masa compacta. Aníbal puso sus fuerzas en línea, colocando en el centro a los galos, pues estaba seguro de que éstos cederían. Lo hicieron así, en efecto. Varrón, con sus fuerzas, se introdujo en la brecha y rápidamente las alas de Aníbal se cerraron sobre él. La caballería cartaginesa cargó sobre los flancos, que resistían desesperadamente. Mientras tanto, una y otra vez, africanos e íberos reorganizaron las filas para cerrar paso al enemigo. Mas de nuevo volvían a la lucha los romanos, confiando en su superioridad numérica. 

Batalla de Cannas

Pero de improviso, la caballería celtíbera cargó por la espalda a los legionarios. Y estos, aterrados por aquellos jinetes que atacaban cantando, ya no pensaron mas que en la fuga. La estrategia de Aníbal dio el resultado apetecido por éste. Más de 70,000 romanos quedaron en el campo de batalla. También murieron el cónsul Paulo Emilio, sus dos cuestores, 80 senadores consulares, entre ellos Minucio, y 21 tribunos legionarios. Aníbal no había perdido más de 5,500 hombres, de ellos 4,000 galos: la sangre de éste pueblo pagaba todas sus victorias. 

Varrón logró escapar en compañía de Escipión, el que había sido vencido en Tesino y en Trebia. Escaparon a Chiusi y de allí volvieron a Roma. 

Mientras tanto, en Iberia, Asdrúbal, el hermano de Aníbal,  consiguió sorprender a uno de los Escipiones, Publio, con un reducido destacamento, y lo venció, muriendo éste último. Asdrúbal se lanzó entonces contra el campamento romano, logrando sorprender a Cneo Escipión y derrotándolo completamente. Cneo cayó en el campo de batalla y los romanos se quedaron sin tropas en la península ibérica.

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Por su parte, Aníbal se había retirado a pasar el invierno en Capua. Sus generales le aconsejaban que atacara Roma ya que en ese momento se hallaba sin ejército. Aníbal no quería confiarse demasiado, por lo que no aceptó. Uno de sus generales, Maharbal, jefe de la caballería, le dijo: "Sabes vencer, pero no sabes aprovecharte de la victoria, Aníbal. ¡Déjame que vaya con la caballería y antes de una semana te garantizo que comerás en el Capitolio!". Aníbal se negó. Lo más que hizo ese invierno fue intentar apoderarse del puerto de Nápoles, sin éxito. 

Roma, por su parte, logró poner en pie de guerra 200,000 hombres, por lo que Aníbal pidió refuerzos a Cartago, recibiendo únicamente 40 elefantes y 4,000 númidas. Aníbal le pidió entonces a su hermano Asdrúbal que viniera con sus tropas de Iberia a reforzarlo. 

Éste se puso en marcha con 60,000 hombres siguiendo el mismo camino que su hermano años antes, pero al llegar al norte de Italia fue derrotado en Metauro por los cónsules Livio y Nerón. Quedaron en el campo 56,000 cartagineses con su general. Era el desquite de Cannas. La cabeza de Asdrúbal fue enviada al campamento de Aníbal para que éste supiera que ya no había esperanzas de recibir ayuda. Con todo, Aníbal se sostuvo en el Brucio por más de cinco años. 

Asdrúbal Barca (a la derecha)

Roma le dio entonces el mando de las tropas de Iberia al hijo de Publio Escipión, Publio Cornelio Escipión. Allí, después de la salida de Asdrúbal con rumbo a Italia, llevó a los generales cartagineses que se quedaron, de derrota en derrota, logrando tomar Cartago Nova y después Gades, acabando así con el dominio cartaginés en la península ibérica. 

Escipión pasó entonces al África y logró la alianza de los dos reyes de Numidia: Sifax y Masinisa, quitándole así a Aníbal un poderoso aliado. Después Sifax regresó con Cartago porque le habían dado en matrimonio a la bella Sofonisbe, hija de Asdrúbal y prometida esposa de Masinisa. Masinisa siguió fiel a los romanos porque Cartago le había quitado su trono. 

Aníbal

Magón, hermano de Aníbal, consiguió salir de Iberia con los restos del ejército y se refugió en la isla de Menorca. Mientras tanto, Roma había reconquistado Capua convirtiendo a todo el pueblo en esclavo, matando a 70 senadores a palos y condenando a 300 nobles a galeras, además de proclamar la ciudad y su territorio como propiedad romana. 

Se dice que Aníbal, para salvar a la ciudad, decidió sitiar Roma. Pero en cuanto llegó, todo el pueblo se lanzó a los muros y salieron a su encuentro dos legiones que se estaban entrenando. Ante el fracaso de su plan, Aníbal esperaba que la noticia del sitio de Roma, obligara al cónsul Apio a abandonar el sitio de Capua para correr en auxilio de ésta, pero no sucedió así. Apio no soltó su presa. Aníbal entonces se retiró a Reggio.

Senado romano

Mientras tanto, en África, Escipión derrotó al númida Sifax y éste se rindió. Masinisa tomó entonces por esposa a Sofonisbe, pero como Escipión le exigiera que se la entregara, temiendo que ésta provocara la defección de Masinisa como lo había hecho con Sifax, Masinisa la envenenó.

Escipión empezó entonces a formar un cerco en torno a Cartago, concertando alianzas con los distintos reyezuelos africanos. El senado cartaginés, lleno de miedo, envió un mensaje a Aníbal para que regresara a defenderlos. Sorprende ver que Cartago, que tenía entonces 500 naves, haya dejado desembarcar a Escipión.

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Escipión el Africano

Magón había acudido en ayuda de Aníbal y recibió el mensaje del senado estando en Liguria. Se embarcó enseguida hacia Cartago, pero murió en el viaje. Aníbal también embarcó sus tropas y se dirigió a su ciudad natal. Una vez llegado preparó la defensa de la ciudad y luego fue a entrevistarse con Escipión. Aníbal le propuso cederle Sicilia, Cerdeña e Iberia a cambio de que saliera de África. Escipión se negó a ello, pues quería vengar la muerte de su padre y de su tío. La batalla decisiva se libró por fin el 18 de octubre del año 202 a.C.

Los dos ejércitos se encontraron en las proximidades de Zama, pequeña ciudad africana, no lejos del sur de Cartago. Mientras las tropas romanas iban reforzadas con la valiosa caballería del númida Masinisa, también las huestes cartaginesas se veían auxiliadas por los celtas y los ligures. Estas fuerzas mercenarias llegaban a componer casi la tercera parte de las tropas de Aníbal. 

Conviene señalar que el caudillo cartaginés contaba asimismo con la ayuda de un centenar de elefantes amaestrados para la guerra. Al parecer, los dos ejércitos podían equipararse en cuanto a fuerzas. Sin embargo, el escaso número de veteranos y la poca caballería con que contaba, hicieron a Aníbal confiar el golpe decisivo en sus elefantes. 

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Ya frente a frente los dos ejércitos en las llanuras de Zama, Aníbal inició la batalla lanzando a los galos contra los romanos. En pocos minutos se entabló una espantosa lucha entre los dos irreconciliables enemigos. Al griterío de los combatientes se unía el ronco bramido de los paquidermos que avanzaban en tromba hacia el grueso de las tropas romanas. Los celtas y los ligures, que odiaban también a muerte a los romanos, combatían furiosamente y casi ponían ya en fuga a una de las alas enemigas. 

Aníbal, entretanto, a sus 45 años, encontró de nuevo las energías de cuando tenía 20. Busco a Escipión, se enfrentó con él en duelo individual y le hirió. También atacó al traidor Masinisa. Formó y reformó cinco, seis, diez veces a sus huestes desbaratadas para llevarlas al contraataque. Los voluntarios de Cartago fueron pronto deshechos, pero Aníbal cargó con sus escasos veteranos, mientras los elefantes irrumpían en las filas enemigas. 

Mapa de Numidia

Pero, por primera vez en su vida, el caudillo cartaginés, en vez de imponer la iniciativa, hubo de soportar la del adversario que, para batirlo, uso la misma táctica de tenaza. A una orden de Escipión, el viejo Masinisa, con sus jinetes númidas, y Lelio, con los equites romanos, atacaron sobre los flancos cartagineses. Y de esta forma arrollaron a la escasa caballería de Aníbal y deshicieron sus cuadros defensivos. 

No obstante, el caudillo cartaginés trató de seguir resistiendo. Mas, de pronto, ocurrió algo que cambio completamente el curso de la feroz batalla. Sin saber como, los elefantes se asustaron. Y presa de gran pánico retrocedieron sembrando el desorden en sus propias filas. De nada sirvió el esfuerzo de los cartagineses para dominarlos. Éstos, destrozando cuanto encontraban a su paso, huyeron barritando enloquecidos hasta perderse en las cercanas montañas. 

Tal desconcierto fue hábilmente aprovechado por Escipión, quien lanzó sus fuerzas al ataque. Y por primera vez, Aníbal volvió la espalda a sus enemigos victoriosos, y cubierto de sangre galopó a refugiarse tras los muros de Cartago. 20,000 de sus hombres yacían en el campo de batalla, entre ellos su fiel Maharbal.

Masinisa, rey de Numidia

El derrotado Aníbal, seguido de sus reducidas tropas, llegó a toda prisa a su ciudad natal, temeroso de que los romanos la asaltaran. Iba decidido a exigir al senado o "Tribunal de Ciento" que solicitara la paz a cualquier precio. Estaba convencido de que su presencia en la capital cartaginesa influiría para que Roma se aviniera a razones. Aún era muy grande su prestigio.

Se envió un emisario a Escipión, proponiéndole la paz y aceptando de antemano todas sus condiciones. Las condiciones de Escipión fueron que Cartago conservaría su territorio y su gobierno, entregando todos los elefantes y las naves, excepto los tirremes; que pagaría en 50 años, 10,000 talentos (una suma muy elevada en aquella época); que no emprendería guerra alguna sin el consentimiento de Roma; que restituiría a Masinisa todo lo que sus antepasados habían poseído, y que daría a los romanos cien rehenes.

Era esa una de aquellas paces que son un atentado a la soberanía de un pueblo. Cartago vio que los romanos le arrebataban los 500 bajeles con que no había sabido impedir el desembarco de Escipión. Tuvo que sufrir a sus puertas al turbulento Masinisa, que incesantemente se había movido en su daño, y se vio privada del derecho de declararle la guerra. 

Cartago en época de Aníbal

Cuando el embajador cartaginés fue a Roma a solicitar la sanción del tratado, un senador le preguntó: "¿A qué dioses llamarán ahora por testigos, ustedes que a todos fueron perjuros?". Y el cartaginés respondió: "Llamaremos a los que nos han castigado con tanto rigor." De tal manera se sentía Cartago degradada.

(Continuará)

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