miércoles, 25 de marzo de 2015

Y LUEGO DICEN DE LOS HOOLIGANS: LA GUERRA DEL FÚTBOL ENTRE HONDURAS Y EL SALVADOR

Pues sí. Todos sabemos que en el fútbol los hinchas, en ocasiones, pueden ser bastante vandálicos. Ejemplos abundan. En el caso mexicano, todo mundo sabe de las peleas entre las "barras" del América y los Pumas, o del América y el Guadalajara, o del América y el Cruz Azul (empiezo a creer que el problema es el América). Pero a nivel internacional, son los llamados Hooligans ingleses y holandeses o los hinchas argentinos los que suelen llevarse las palmas en cuanto a violencia se refiere. Pero aunque no lo crean, hay un evento en la historia que los hace parecer como chiquillos malcriados.

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Todo sucedió en junio de 1969 y los protagonistas fueron Honduras y El Salvador. Las rondas de clasificación para el Mundial de México 1970 estaban en su apogeo. En el caso de Norteamérica, tan sólo quedaba un boleto para dicho evento y cuatro países que se lo disputaban. Estados Unidos enfrentaría a Haití (en aquella época quien sabe cual sería peor equipo) y Honduras a El Salvador.

El partido de ida entre estos dos últimos se celebró en Tegucigalpa, la capital de Honduras, el 8 de junio. El equipo salvadoreño llegó con ánimo de aguarles la fiesta a los hondureños, pero no contaban con la hinchada de ese país. En efecto, la noche previa al partido, el hotel donde se hospedaban los visitantes fue rodeado por una multitud que se dedicó a armar un escándalo de padre y señor mío con la perversa intención de evitar que los jugadores salvadoreños pudieran pegar ojo en toda la noche y, por lo mismo, al día siguiente estuvieran tan cansados que no pudieran rendir al 100% en la cancha del estadio. ¡Desgraciados!



Al día siguiente fue el partido, y hay que reconocer que a pesar de presentarse con unas ojeras que parecían de mapache, los salvadoreños dieron la pelea. Pero al final ganó Honduras por 1 a 0, aunque el gol lo marcaron en el último minuto. Las pasiones estaban tan encendidas que una noticia que en otros momentos hubiera sido motivo de crítica por lo patético de la situación, provocó una sed de venganza entre los salvadoreños: una joven aficionada se pegó un tiro en el corazón, incapaz de soportar la derrota de su selección (así como lo lees). El entierro fue multitudinario e inclusive acudieron los jugadores de la selección de El Salvador. El público clamaba por venganza.

El 15 de junio se celebró el partido de vuelta en San Salvador y las cosas se pusieron color de hormiga. Los jugadores hondureños tuvieron que llegar en camiones blindados a su hotel ante la hostilidad de la ciudadanía salvadoreña. Una vez allí, la venganza comenzó. Insultos, petardos contra las ventanas, ratas muertas en los cuartos y todo cuanto la imaginación pudiera concebir para hacerles sentir la furia popular. A media noche, los hondureños tuvieron que abandonar el hotel y buscar refugio en casas particulares, lo que desde luego no mejoró su situación. A pesar de todo, llegaron vivos al partido, pero la verdad es que no pudieron hacer mucho. Perdieron por 3 a 0. Al salir del estadio, comenzaron los disturbios, que se saldaron con dos aficionados hondureños muertos y más de cien coches quemados.



En aquella época no existía el desempate por diferencia de goles, así que habiendo ganado los dos un partido, tenía que celebrarse un tercero de desempate, y la FIFA eligió la ciudad de México como sede neutral. El partido se llevaría a cabo el 26 de junio. Ya para esos momentos, los dos gobiernos habían decidido cerrar sus fronteras para evitar más altercados. Y la prensa amarillista, desde luego, no ayudaba mucho.

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Imagen tomada de la televisión mexicana

El día del partido, cinco mil policías mexicanos (sí, de esos que son tan amables y civilizados), separaban a las dos aficiones para evitar posibles tumultos. Y entonces sucedió. El tiempo reglamentario acabó empatado a 2 goles, pero en el tiempo extra El Salvador consiguió el gol del triunfo. Hasta ahí se podía aguantar. En Honduras la gente acudió ante la embajada salvadoreña, llenando de improperios a sus vecinos. Ante esto, ese mismo día el gobierno de El Salvador rompió relaciones con su homólogo hondureño.

Tropas salvadoreñas en Honduras

Después de 15 días de bravuconadas diplomáticas, típicas de dos borrachos de cantina, al final, el 14 de julio de 1969, el ejército salvadoreño invadió Honduras, bombardeando algunos pueblos fronterizos. Gracias a la mediación de la OEA (la Organización de Estados Americanos), la guerra concluyó cuatro días después, el 18 de julio, por lo que tan sólo duró 100 horas. Sin embargo, en tan poco tiempo se estima que murieron 6,000 personas, además de 15,000 heridos y más de 300,000 desplazados, además de dos economías destruidas, que ya de por sí estaban bastante maltrechas. Pero eso sí, ¡ambos ejércitos se cubrieron de gloria! (léase con tono sarcástico).

La prensa hondureña durante el conflicto

Una cosa sí debe de quedar en claro. Aunque esta narración pudiera hacer creer que la causa directa del conflicto fue el fútbol, no fue así. Eso sólo fue un pretexto. La realidad es que los dos países llevaban ya varios años teniendo muchos problemas entre sí. Honduras tiene cinco veces el tamaño de El Salvador, pero en aquellos momentos éste tenía el doble de población de su gigante vecino, situación que, aunada a la pobreza endémica en ambos países, había provocado una migración masiva de campesinos salvadoreños a Honduras, donde podrían disponer de las tierras que en su país no tenían. A finales de 1968, ya constituían el 20% de la población hondureña. Ante esto, el gobierno reaccionó y promulgó una ley por la cual sólo los hondureños de nacimiento podrían poseer tierras. Esto dejó nuevamente en la calle a más de 300,000 campesinos salvadoreños que tuvieron que regresar a su país, con todo el problema social y económico que ello implicaba, pues el gobierno salvadoreño temía una revolución campesina dada la enorme pobreza del país.

Eso fue lo que terminó de llenar el vaso de la discordia entre los dos vecinos, así que cuando se tuvieron que enfrentar en las clasificaciones mundialistas, se obtuvo la gota que finalmente lo derramó. Y al final, todo para nada. Tanto muerto, tanto herido y tanto desplazado para que las cosas quedaran igual que antes (eso suele suceder en la mayoría de las guerras), menos el honor nacional que fue valientemente vengado (en ocasiones es increíble la estupidez humana). En otras palabras, el fútbol tan sólo fue el pretexto para terminar de solivantar a una opinión pública de por sí muy manipulable.

Les recomiendo que lean el excelente libro de Ryszard Kapuściński, titulado precisamente "La Guerra del Fútbol".

Y si lector, dijeres, ser comento, como me lo contaron te lo cuento.


1 comentario:

  1. A ver chiquillo malcriado, deja de pensar en el América y enfócate en los Pumas, que no cantan mal las rancheras! jajaja
    No querras una guerra de pareja, o si?

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