"Kremlin" significa fortaleza en ruso. Por eso, aunque tendemos a asociar la palabra Kremlin con el centro de poder de Rusia, así como asociamos el término Casa Blanca con el centro de poder en los Estados Unidos, en realidad, la mayoría delas ciudades rusas, al menos en la parte europea, tienen su propio Kremlin. Y es que en un principio, el Kremlin era el centro neurálgico de las ciudades rusas, ucranianas y bielorrusas. Una zona fortificada dentro de la urbe que cumplía las mismas funciones de protección y de sede del poder político que tenían los castillos en la Europa medieval.
El Kremlin de Moscú |
En el caso de Moscú, el Kremlin original se construyó en el siglo XII y tan sólo consistía en una muro de tierra que rodeaba un pequeño pueblo, aunque con el tiempo éste fue creciendo en importancia hasta convertirse, en el siglo XIV, en la capital de un principado. En esos momentos, sus muros de tierra fueron sustituidos por una sólida muralla de piedra y se comenzaron a construir algunas de las maravillosas iglesias que actualmente se pueden ver en su interior.
Poco a poco Moscú fue creciendo y con él el Kremlin, que se convirtió en la residencia de los primeros zares de Rusia. Sin embargo, a inicios del siglo XVIII, cuando el zar Pedro I el Grande traslada la capital a San Petersburgo, el Kremlin entra en un largo período de decadencia, aunque en el siglo XIX algunos zares ordenaron trabajos de restauración que le devolvieron algo de su brillo anterior.
Al triunfo de la Revolución de 1917, el Kremlin se convirtió de nuevo en la sede del poder ruso (o soviético). Algunos de los edificios antiguos fueron entonces demolidos para sustituirlos por modernos edificios que albergarían oficinas gubernamentales.
Actualmente, en ese lugar se encuentra la residencia del presidente de Rusia, así como varios museos maravillosos y las espectaculares catedrales construidas por los zares en diferentes épocas.
Así que sin más ni más, decidimos visitar este lugar. Desde luego, tan sólo los museos y las catedrales están abiertos al público, no así los edificios gubernamentales. Primero que nada, nos dirigimos a la Armería, uno de los museos más hermosos que he visto, situado en un majestuoso edificio de estilo neoclásico erigido a mediados del siglo XIX. La Armería era el lugar donde se fabricaban, compraban y resguardaban armas, joyas, carruajes y la mayor parte de los artículos hogareños utilizados por los zares.
Armería del Kremlin |
Pero no imaginen que aquí van a ver la licuadora en la que Catalina la Grande se preparaba su licuado de nopal energizante o el metate con el que Alejandro III elaboraba las salsas picositas que tanto le gustaban. No, hablamos de otro tipo de enseres domésticos. Saleros de oro (como los que todos tenemos en nuestras casas) vajillas de plata con incrustaciones de diamantes (como aquella que heredamos de la abuela), vestidos fabricados por los mejores modistos y modistas de París y Londres (como los que podemos conseguir en Walmart) y otro número infinito de objetos sencillos y accesibles para el común de la gente.
Ya en serio, la colección es maravillosa. En ella no sólo se encuentran objetos producidos en todos los rincones del imperio ruso, sino que ahí también se resguardaban los regalos que recibían los zares de los dignatarios de otros países. Entre otras cosas, en la Armería se resguarda la colección más grande de los famosos huevos elaborados por el joyero Fabergé y que eran elaborados especialmente para la familia imperial rusa. También resguarda las insignias imperiales utilizadas por los zares durante su coronación en una de las catedrales del Kremlin, así como el trono de marfil usado por Iván el Terrible y una de las colecciones de armas y armaduras más grande que existe.
Algunos de los huevos de Fabergé |
Pero a mí lo que más me impresionó fue la colección de carruajes, elaborados entre los siglos XV y XIX, utilizados por los miembros de la familia imperial para sus traslados, entre los que se incluyen varios trineos. La mayoría de ellos fueron elaborados por los mejores artesanos europeos y cuentan con todas las comodidades y los lujos que se podía tener en aquella época. Si conocen el carruaje de Maximiliano que se exhibe en el Castillo de Chapultepec, imagínenselo con el triple de ornamentos y se darán una vaga idea de lo que estoy diciendo.
Carruaje de Catalina II |
Recorrer este museo puede llevar más de cuatro horas, pero definitivamente vale la pena. Al salir de la Armería, nos dirigimos hacia la zona de las catedrales, pero en el camino pudimos admirar dos bellas piezas realizadas por los mejores orfebres rusos: el Tsar Pushka y la Tsar Kólokol. ¿Que qué demonios es eso? se preguntarán. El primero es uno de los mayores cañones de la historia, fabricado en el siglo XVI por encargo del zar Fiódor I, aunque es el de mayor calibre que se ha fabricado, perdió el primer puesto en cuanto a tamaño con la construcción del cañon Gran Bertha utilizado por los alemanes en la Primera Guerra Mundial. Las dimensiones del cañón, para que se den una pequeña idea, son las siguientes: mide 5.34 metros de longitud por un diámetro externo de 1.2 metros, pesa 38 toneladas y su calibre es de 890 milímetros. Por su tamaño descomunal, es difícil que se haya utilizado alguna vez con efectividad (supuestamente estaba concebido para lanzar balas de dos toneladas de peso), pero de que impone, impone.
Tsar Pushka |
A su lado se haya la Tsar Kólokol, la mayor campana de bronce del mundo, elaborada en el siglo XVIII por la emperatriz Ana. Sin embargo, al poco tiempo se fracturó a causa de un gran incendio. Mide 6.14 metros de altura y tiene un diámetro de 6.6 metros. Su peso es de 216 toneladas. Me gustaría saber cómo la subieron al campanario al que estaba destinada. jamás hubiera aceptado ser uno de los encargados de la mudanza. Sin embargo, ahora se encuentra a ras de suelo colocada sobre un pedestal al lado del gran cañón (no el del Colorado, sino el que les platiqué en el párrafo anterior).
Tsar Kólokol |
La Plaza de las catedrales está ubicada en el centro del Kremlin, y en ella se encuentran tres grandes edificios religiosos: la Catedral de la Dormición, del siglo XV, la catedral de la Anunciación, del mismo siglo, y la Catedral del Arcángel Miguel, del siglo XVI. Todas ellas presentan las características cúpulas de cebolla de las iglesias rusas, además de estar pintadas con hermosos frescos de piso a techo.
Catedral de la Dormición |
La catedral de la Dormición era el lugar donde se coronaba a los zares rusos, incluso en la época en que la capital del imperio se trasladó a san Petersburgo, mientras que en la del Arcángel Miguel están enterrados muchos de ellos, incluyendo al famoso Iván el Terrible.
Interior de la Catedral del Arcángel Miguel |
Salimos del Kremlin ya entrada la tarde y buscamos un lugar para comer en el centro comercial GUM, a un costado de la Plaza Roja. Tras ver varias opciones, al final nos decantamos por un lugar en el que servían buffet. Influyó el hecho de que ya estábamos cansados y éste se nos hizo el más apetitoso. Y realmente comimos muy bien. Los platillos en general estaban muy bien preparados y con un sabor excelente, especialmente un pollo empanizado con queso que me obligó a regresar el último día para volverlo a probar.
Catedral de la Anunciación |
Después de comer, caminamos un poco por las orillas del río Moskova con sus grandes trozos de hielo flotando. De repente, nos encontramos con un anuncio sobre la Compañía de Ballet de Moscú. Había función ese día. Buscamos la oficina de boletos y sin pensarlo compramos dos.
Por la noche, regresamos al Kremlin para asistir al ballet, pues éste se presentaba en el Palacio Estatal del Kremlin, antigua sede del Soviet Supremo de la Unión Soviética y del Congreso del Partido Comunista Soviético. La obra que nos tocó ver era la Cenicienta y fue realmente espectacular. Muy buena puesta en escena. La Compañía de Ballet de Moscú es la mejor de Rusia después de la del teatro Bolshoi, y recuérdese que los mejores ballets del mundo son los rusos.
Palacio Estatal del Kremlin |
Regresamos al hotel casi a las once de la noche, donde intentamos dormir para reponer fuerzas y seguir turisteando al día siguiente. Estábamos tan cansados que al final, a pesar del ruido en los pasillos, lo logramos.
Otro día les contaré sobre otros lugares para visitar en Moscú, antes de trasladarnos a San Petersburgo.
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