sábado, 21 de marzo de 2015

LOS LIBERALES Y EL IMPERIO

Aprovechando que hoy se celebra un aniversario más del natalicio de Benito Juárez, Benemérito de las Américas y presidente de México, me gustaría hacer unos comentarios acerca de la forma en que la historiografía mexicana suele tratar la relación entre el Segundo Imperio Mexicano y los liberales.

Desde que somos escolares, nos acostumbraron a la idea de que los conservadores fueron los promotores del Segundo Imperio (y que por lo mismo éste fue conservador), mientras que los liberales en masa se erigieron en los defensores de la República. Y nada más alejado de la verdad.

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Benito Juárez

Si bien el liberalismo del emperador Maximiliano (un liberalismo muy aristocrático, por cierto) ha sido ya muy bien estudiado, aunque no suficientemente difundido más allá de la academia, no ocurre lo mismo con el papel que representaron los liberales durante su gobierno. Y es que muchos de ellos decidieron darle la espalda a la República y apoyar abiertamente al Imperio. Entre ellos se cuentan militares de alto rango, políticos, profesionistas, intelectuales e inclusive algunos exministros de Juárez.

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Maximiliano de Habsburgo

Sin ir más lejos, ninguno de los tres hombres que son considerados como los que movieron los hilos en Europa para cristalizar la idea de traer un emperador a México, puede ser considerado seriamente como partidario o miembro del partido conservador.

José María Gutiérrez de Estrada fue ministro de Relaciones Exteriores en varios gobiernos de los llamados en su momento "progresistas", e incluso José María Luis Mora, considerado como el ideólogo de los liberales, así lo catalogó, como "un hombre de progreso". Si bien es cierto que en 1840 escribió una carta al entonces presidente Anastasio Bustamante en el que abogaba por la monarquía, lo hizo decepcionado de ver el estado de postración a que las luchas intestinas y la ambición de unos cuantos habían llevado a México. Después de esto, se exilió en Europa y nunca más volvió al país. Pasó de ser republicano a ser monarquista, pero es poco probable que hubiera dejado atrás sus ideales liberales, como puede desprenderse de la multitud de manifiestos que publicó desde el exilio.

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José María Gutiérrez de Estrada

José Manuel Hidalgo, por su parte, era miembro de una familia rica y aristocrática. En su juventud luchó en la guerra contra los Estados Unidos y después partió como diplomático a Europa, de donde ya jamás volvería. Siempre fue un bon vivant, un hombre sin ideología, un simple cortesano acostumbrado a moverse entre la realeza y, por lo mismo, encandilado con la monarquía. Pero repito, siempre fue un hombre sin ideología.

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José Manuel Hidalgo

Por último, Juan Nepomuceno Almonte, el famoso hijo de Morelos, quien militó en el bando liberal hasta que, harto de ver que no recibía aquello a lo que se creía merecedor (la presidencia), se cambió de bando y sirvió en el último gobierno de Santa Anna y después con los presidentes conservadores Zuloaga y Miramón, para terminar cabildeando en la corte de Napoleón III a favor de la monarquía. Es decir, Almonte fue uno más en la larga tradición chapulinesca de la política mexicana, saltando de un bando a otro por simple ambición personal. Creer que Almonte fue conservador es como creer que el PRD es izquierdista y democrático.

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Juan Nepomuceno Almonte

Durante la lucha entre la República y el Imperio, numerosos liberales militaron en las filas de éste último, así como numerosos conservadores lo hicieron en las filas de la primera. En otras palabras, no podemos confundir liberalismo con republicanismo y conservadurismo con monarquismo, pues ni todos los republicanos son liberales ni todos los monarquistas son conservadores. El siglo XIX mexicano es mucho más complejo que eso, y tenemos que dejar atrás esa visión simplista de la historia.

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Sebastián Lerdo de Tejada

Para finalizar, quiero recordar una anécdota que, si bien no se sabe a ciencia cierta si es verdadera o no, refleja perfectamente lo que estoy diciendo, y que tuvo lugar entre Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada. Se dice que, concluida la guerra y fusilado Maximiliano, Lerdo de Tejada le propuso al presidente Juárez que se publicara en todos los periódicos una lista con el nombre de todas aquellas personas que habían servido al Imperio, para que sirviera como escarnio público. Juárez, un poco más precavido que su amigo y ministro de Gobernación, le pidió que redactara dicha lista pero que, antes de publicarla, se la mostrara a él para que le diera el visto bueno. Así lo hizo Lerdo, y cuando le llevó la lista a Juárez, tras leerla, éste le respondió: "Lo siento, Sebastián, pero no podemos publicar esta lista, ya que si lo hacemos nos quedamos sin partido liberal".

¿Así o más claro?


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