Una vez más salimos dispuestos a disfrutar de esta hermosa ciudad. Nos dirigimos de nuevo a la avenida Andrássy, pero en esta ocasión decidimos caminar por ella hasta encontrar un lugar donde desayunar. Por fin dimos con un pequeño y agradable café situado sobre la misma avenida, muy cerca de la Ópera.
Una vez con el estómago lleno, continuamos paseando por la avenida. Era 31 de diciembre, por lo que esperábamos encontrar todo cerrado, pero no fue así. Tras comprar algo de fruta en un pequeño supermercado, costumbre que procuramos seguir en todos los viajes, nos dimos de frente con una pequeña joya que pocos turistas conocen: el Miniversum, un pequeño museo que exhibe una enorma maqueta que representa a Budapest, Viena y algunas ciudades pequeñas de los alrededores, como Brno. Además, algunas partes son interactivas. Sin pensarlo, entramos y nos quedamos casi dos horas. Se los recomiendo mucho.
Parte de la maqueta de Budapest, con la estación de trenes en primer término |
Al salir continuamos caminando por una calle perpendicular, donde nos encontramos con otra sorpresa: el monumento a las víctimas de la ocupación nazi. Se trata de un monumento muy polémico, construido hace muy poco, que consiste en un águila (representando a Alemania) atacando a un mujer indefensa (que representa a Hungría). La polémica surgió cuando muchos húngaros consideraron que con esa imagen se pretendía borrar la participación del gobierno y muchos sectores de la sociedad húngara de entonces en la persecución desatada por los nazis contra los judíos y los miembros de la resistencia, presentando a Alemania como el único agresor y a Hungría como la pobre víctima inocente. El monumento se encontraba rodeado de cartas de protesta dirigidas por historiadores, intelectuales y ONG's.
Monumento a las víctimas de la ocupación nazi |
De ahí nos dirigimos a la basílica de San Esteban, una maravillosa obra arquitectónica de la época del emperador Francisco José I, y cuya construcción duró de 1851 a 1905. Si recordamos que la catedral de México tardó en construirse casi tres siglos, la basílica húngara fue levantada en dos patadas. Se considera como la construcción religiosa más grande de toda Hungría, y en su interior se dice que caben 8,500 personas. La iglesia es de estilo neoclásico y los interiores son sumamente ricos, con abundante mármol rojo y verde en paredes y pisos. Es una visita que no puedes dejar pasar. Para los amantes de lo grotesco, en su interior se conserva la mano derecha de San Esteban I, rey de Hungría, a quien está dedicada la basílica.
Basílica de San Esteban |
Por fin llegamos a uno de los monumentos más impresionantes de Budapest, el edificio del Parlamento, inaugurado en 1904 a las orillas del Danubio. Desgraciadamente no pudimos entrar, pues el horario ya no lo permitía. De todas formas, admirar su hermosa fachada fue algo que valió la pena.
El Parlamento |
Desde luego, mientras caminábamos de un monumento a otro, no podíamos dejar de admirar la arquitectura de la ciudad. Recorrer las calles de Budapest es todo un deleite y tan sólo por eso vale la pena el viaje.
Cansados ya de caminar, pues a nuestra edad ya no estamos para esos trotes, tomamos el tranvía número 2 que se va por toda la orilla del Danubio hasta el mercado central, donde teníamos planeado comer. Pero una vez más la mala suerte nos alcanzó y cuando llegamos, el mercado ya estaba cerrado, así que nos dirigimos de nuevo a la calle Vaci, donde encontramos un rico restaurante tradicional de comida húngara. En el interior nos encontramos con dos ejemplares de mexicanos de esos que dan pena ajena, dos muchachos jóvenes que estaban ligando con unas turistas, mientras trataban de emborracharlas con la complicidad del mesero, quien también se tomaba sus tragos de vez en cuando, brindando con nuestros paisanos. Y lo más gracioso era que ninguno de ellos hablaba inglés, el idioma de las chavas, así que a saber cómo se entendían, pero se la estaban pasando muy bien gracias a los alcoholes.
El Mercado Central de Budapest |
Necesitábamos hacer tiempo mientras llegaba la hora de dirigirnos al lugar en el que pasaríamos Año Nuevo, así que caminamos una vez más por la calle Váci y entramos a varias tiendas de artesanías. Hungría posee excelentes artesanos que fabrican hermosas piezas. Entre lo que más destaca son los bordados (nosotros compramos un mantel), las cajas secretas de madera (unas cajas muy interesantes que para abrirlas hay que saber mover en el orden correcto algunas de sus piezas), grabados y muñecas. Es un deleite observar toda la variedad y el colorido de las artesanías húngaras. Claro que las tiendas a las que entramos eran para turistas, pero por desgracia no vimos otras.
Por fin llegó la hora, así que nos subimos al metro y llegamos a nuestro destino de fin de año, del que les contaré en la siguiente entrega.
(Continuará)
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