¿Alguna vez oíste hablar del Incidente del Equinoccio de Otoño? ¿No? Con razón... Yo creo que por eso nunca le has dicho "Gracias" a Stansilav Petrov. ¿Qué quién es ese tal Petrov? No, no es el de los perros, ese era Pavlov. Stanislav Petrov es el hombre responsable de que tú, yo y todos aquellos que conoces estén aquí tan tranquilos, leyendo este excelente blog o viendo la tele, tomando un baño, durmiendo, comiendo, amando o cualquier otra cosa que estén haciendo. Sí, y no me veas con ojos de "éste cuate está loco", porque lo que te voy a contar es totalmente cierto.
Una clara alegoría de la Guerra Fría |
Todo ocurrió el 25 de septiembre de 1983 (26 de septiembre en Rusia por aquello de los horarios). En Estados Unidos gobernaba el presidente Ronald Reagan, ese que había sido un actor mediocre en Hollywood en su juventud (y un presidente bastante agresivo por aquellos años), mientras que la Unión Soviética estaba a las órdenes directas de Yuri Andropov, un anciano conservador que aun creía que la dictadura del proletariado al estilo soviético, impuesto por la fuerza y no por la convicción, era la panacea para salvar al mundo. Ambos se detestaban profundamente, por lo que las relaciones entre ambas potencias se encontraban en una espiral descendente que amenazaba con tocar tierra en cualquier momento. Recuerden que estábamos en los momentos finales, pero a la vez más álgidos, de la Guerra Fría. Por cierto, en México gobernaba Miguel de la Madrid Hurtado, ese simpático hombrecito que nos hundió en una de las peores crisis económicas que hemos sufrido, y yo tenía 12 años y apenas comenzaba la secundaria. Ya sé que esto no tiene nada que ver y a casi nadie le importa, pero tenía ganas de ponerlo.
Ronald Reagan |
En ese ambiente tan tenso, el 1 de septiembre de 1983 unos aviones cazas soviéticos derribaron un avión de pasajeros sudcoreano que por equivocación había entrado en su especio aéreo sin los correspondientes permisos y sin que ninguno de los pasajeros llevara su visa en orden. Se contaron 269 muertos, entre ellos varios estadounidenses. Bueno, para qué les cuento la que se armó. El gobierno de Corea del Sur puso el grito en el cielo y Reagan puso en alerta máxima a la OTAN, lo que motivó que la Unión Soviética hiciera la propio con las tropas del Pacto de Varsovia (para los que no lo sepan, éste era un pacto firmado entre los países comunistas de Europa con la URSS para defenderse de un posible ataque de la OTAN).
Yuri Andropov |
Por suerte para la humanidad, en esos álgidos momentos que presagiaban una Tercera Guerra Mundial, el búnker Serpukhov-15, situado en Moscú, desde el que se controlaban todos los satélites de defensa rusos así como buena parte de los misiles nucleares, se encontraba al mando del teniente coronel de las Fuerzas Especiales de Misiles Estratégicos del Ejército Soviético, Stanislav Petrov. En los primeros minutos del 26 de septiembre, se recibió una señal de alarma de uno de los satélites soviéticos. Éste había detectado un misil intercontinental que se aproximaba a territorio ruso. En un principio y basado en su experiencia, Petrov dictaminó que se trataba de una falsa alarma. Probablemente era un avión o cualquier otra cosa menos peligrosa. Así que decidió no aplicar el protocolo estratégico que le obligaba a lanzar un ataque nuclear y después avisar a sus superiores y ordenó que no se molestara a los miembros importantes del gobierno con esa nimiedad.
Stanislav Petrov |
Pero entonces sucedió lo inesperado. Otros satélites detectaron cuatro misiles más. Ya eran cinco y provenían de los Estados Unidos. Al parecer la cosa iba en serio. Los operarios del búnker comenzaron a sudar frío, algunos corrieron al baño antes de que les ocurriera un accidente pantalonar y el teniente coronel Petrov se dispuso a dar aviso de inmediato a sus superiores. Pero lo pensó mejor y decidió asegurarse primero. Se comunicó con la estación de radares que vigilaba esa zona y pidió confirmación del supuesto ataque estadounidense. Los radares no detectaron nada. Pero Petrov sabía que tanto los satélites como los radares soviéticos eran nuevos y aun tenían algunas fallas, así que la información de ambos podía estar mal. ¿Había o no había un ataque nuclear con misiles? ¿Avisaba a no al Kremlin? Él conocía la paranoia de Yuri Andropov, por lo que estaba seguro de que si daba el aviso, éste ordenaría una respuesta inmediata, también nuclear, que desataría la Tercera Guerra Mundial.
A pesar de la presión que tenía encima, pues muchos de sus subordinados le urgían a dar aviso al Kremlin, Petrov mantuvo la cabeza fría. Él sabía que los Estados Unidos tenían miles de misiles nucleares, por lo que lanzar un ataque con cinco tan sólo, que no provocarían un daño excesivo, parecía suicida. "Si yo fuera el presidente de los Estados Unidos" - pensó- "ordenaría un ataque masivo con al menos trescientos misiles dirigidos a todas las ciudades importantes de la Unión Soviética, y no me arriesgaría a un ataque minúsculo con cinco misiles que provocara una reacción a gran escala de Rusia". Por lo tanto, no podía ser cierto. Tenía que ser un error. Y ordenó a sus hombres no decir una palabra a nadie en aquellos momentos, por lo menos hasta que no se aclarara todo. Era un riesgo tremendo, pues si el ataque era verdadero, estaría poniendo en riesgo miles de vidas soviéticas y seguramente sería fusilado por no haber dado aviso oportuno de lo que estaba ocurriendo.
Misil Minuteman estadounidense |
Para fortuna de todos, Petrov acertó. ¿Qué es lo que había ocurrido? Bueno, yo no soy experto en meteorología ni en astronomía, pero al parecer ocurrió algo que ningún ingeniero ruso había sido capaz de prever (y seguramente tampoco ningún estadounidense si les hubiera ocurrido a ellos). Resulta que esa madrugada una extraña conjunción de factores astronómicos hizo que el brillo del sol, el horizonte, el equinoccio y algunas nubes altas le jugaran una mala pasada a los satélites rusos enviándoles una señal falsa que éstos interpretaron como misiles de los llamados Minuteman, que se dirigían a gran velocidad hacia territorio soviético. Después de unos minutos de extrema tensión, los satélites dejaron de mandar la señal de alarma y todo volvió a la calma previa.
Centro de mando del bunker Serpukhov-15 en Moscú |
Petrov no dio aviso a sus superiores en los momentos en que la alarma sonaba y con ello evitó una catástrofe. Ahora sí podía comunicar al Kremlin lo que había ocurrido. Sus superiores inmediatos lo felicitaron, pero cuando la noticia llegó a oídos de Andropov, éste ordenó una investigación y el cese inmediato de Petrov por romper con la cadena de mando. Según el dirigente soviético, la obligación de Petrov era avisar a sus superiores y dejar de que éstos tomaran las decisiones, en lugar de tomar él unas facultades que no le correspondían. El asunto fue silenciado y, fuera de los círculos más altos del gobierno ruso, nadie se enteró de lo sucedido. El mundo no lo supo. A Petrov lo jubilaron a la envidiable edad de 44 años pero con la no tan envidiable pensión del equivalente en rublos a 200 dólares.
Stanislav Petrov |
Después del derrumbe de la Unión Soviética en 1990, de la mano de Mijail Gorbachov, el gobierno siguió manteniendo el asunto en secreto. Fue hasta 1998 que uno de los antiguos superiores de Petrov contó a un periódico la anécdota. Petrov fue buscado por muchos medios de comunicación para que narrara lo que había sucedido, pero él, humildemente, se limitó a decir que tan sólo había hecho lo que tenía que hacer. Desde entonces ha recibido numerosos premios de diversos organismos internacionales, incluyendo a las Naciones Unidas. El último lo recibió el 17 de febrero de 2013 en Alemania, cuando se le otorgó el Premio Dresde de la Paz.
¿Qué hubiera ocurrido si en esos momentos hubiera estado al mando del búnker en cuestión un hombre más visceral que Petrov? ¿Qué hubiera ocurrido si éste, en lugar de confiar en sus instintos hubiera seguido el protocolo militar que le ordenaba lanzar un contraataque antes de avisar incluso a sus superiores? Aunque en realidad nunca lo sabremos con certeza, la lógica más elemental nos puede dar la respuesta. Si los soviéticos hubieran disparado sus misiles contra los Estados Unidos o sus aliados, esto hubiera provocado la respuesta inmediata de éstos que hubieran catalogado el incidente como una agresión rusa y jamás se hubieran tragado el cuento de que había sido un error. El ataque estadounidense hubiera provocado una nueva reacción soviética y en pocas horas, ante la enorme potencia nuclear de los dos países (aunque la de Estados Unidos era mucho mayor la de la Unión Soviética no era nada despreciable), la vida, tal y como la conocemos, hubiera terminado.
Stansilav Petrov ya jubilado |
Así que ya lo saben, la próxima vez que vean a Petrov por la calle dénle un cordial abrazo y sus más efusivos agradecimientos, o ya de perdida envíenle una tarjeta y unos chocolates en Navidad y en su cumpleaños. No sean malagradecidos.
Hola:
ResponderBorrarSi así me hubieran enseñado la historia en la escuela me habría encantado. Gracias por acercarme de nuevo a ella. Felicidades por el blog. Te saludo desde México.
Hola:
ResponderBorrarSi así me hubieran enseñado la historia en la escuela me habría encantado. Gracias por acercarme de nuevo a ella. Felicidades por el blog. Te saludo desde México.