martes, 21 de abril de 2015

LA GUERRA MÁS CORTA DE LA HISTORIA O UN TÍPICO CASO DE BULLYING INTERNACIONAL

De todos es sabido que no hay guerra que no sea cruel y terrible. Con el simple hecho de que muera una persona, la guerra se convierte ya en algo insensato. Pero también hay que reconocer que hay de guerras a guerras. Y así, no podemos comparar la Segunda Guerra Mundial con sus más de 60 millones de muertos con la guerra anglo-zanzibariana con 600 muertos.

¿Perdón? Ah, sí disculpa. Veo que conoces la Segunda Guerra Mundial pero que no tienes ni la más remota idea de la otra guerra que mencioné. Bueno, a lo mejor tú si, pero seguro que la otra persona que está leyendo esto, no.

¿Ahora sí ubicas a Zanzíbar?

Como ya habrás deducido, la guerra anglo-zanzibariana se refiere al conflicto armado entre el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda (Irlanda era todavía parte de Inglaterra) y el sultanato de Zanzíbar. ¿Qué no sabes dónde está Zanzíbar? ¿Y tus clases de geografía de la primaria y secundaria? ¿Para eso te pagaron tus papás una escuela? ¡Qué vergüenza! En fin, deja te explico. Zanzíbar es un hermoso archipiélago situado en el Océano Índico, frente a las costas de Tanzania, país al cual pertenece en la actualidad. Y si tampoco sabes dónde está Tanzania, checa el mapa que viene aquí mismo o googlealo, por favor.

Zanzíbar está considerado como uno de los lugares más hermosos de la tierra para aquellos que han tenido la fortuna de vacacionar ahí (por desgracia no me cuento entre ellos, ojalá y tú sí). Sin embargo, su historia ha sido un tanto complicada. En un principio, su población fue de raza negra por milenios, hasta que el descubrimiento de la navegación y el comercio dieron al traste con su vida tranquila de cazadores-recolectores, pues comenzaron a llegar soldados de todos lados deseosos de apoderarse de un excelente enclave comercial: sumerios, asirios, persas, árabes, portugueses, árabes de nuevo y finalmente ingleses, lo que convirtió a este grupo de islas en un enclave multicultural muy interesante.

Los ingleses llegaron ahí aproximadamente en 1861, cuando por motivos de pleitos sucesorios, los hijos del sultán de Omán, un país situado por debajo de Arabia Saudita y que dominaba en aquella época a Zanzíbar, se dividieron el territorio y uno de ellos se quedó con las islas, donde comenzó a prosperar gracias al comercio de esclavos. Y entonces llegaron los ingleses, la potencia mundial del momento que se encontraban en plena expansión colonial y de inmediato se fijaron en las posibilidades comerciales y estratégicas del archipiélago. Así que sin más ni más, citaron al sultán a una reunión y amablemente le indicaron que se pusiera bajo su protección para evitar agresiones de otros países. Ya saben, exactamente la misma táctica que aplica el crimen organizado o el matón de la escuela: págame para que te proteja de "posibles" agresiones, incluidas las mías. El sultán analizó la situación por unos segundos y dijo que sí, sin problemas, siempre y cuando le permitieran conservar un poco de autonomía. En otras palabras, se rindió pero buscó conservar algo de dignidad.

Y así continuaron las cosas por un tiempo. Cada que moría el sultán, los ingleses decidían quién entre los posibles herederos lo sucedía, buscando siempre al más servil y entregado a ellos. Hagan de cuenta como México y los Estados Unidos.

El 25 de agosto de 1896 murió el sultán Hamad Ibn Thuwaini. El sucesor legítimo era su primo Khalid Ibn Barghash, pero a los ingleses no les gustaba, pues había dado ya señales de no ser muy amable para con ellos, así que sin más, se decantaron por el yerno del sultán muerto, Hamud Ibn Muhammad, un sujeto bastante anodino que podría ser manejado con mucha facilidad. Hagan de cuenta como Peña Nieto con Televisa.

Con su único barco de guerra, Khalid bin Barghash plantó cara al Imperio Británico. Y perdió, naturalmente.
El hombre que se enfrentó a la Gran Bretaña,,, y perdió, desde luego
Pero el terco de Barghash no estaba dispuesto a ser hecho de lado con tanta facilidad. Él quería ser sultán, pues le habían dicho que el sueldo era muy bueno y las prestaciones mejores, especialmente el bono de Navidad y la posibilidad de contar con todo un harén de mujeres hermosas a su disposición. Así que enarboló la bandera de la independencia y se proclamó sultán, con lo que consiguió el apoyo de unos cuantos zanzibareños, de esos que siempre creen en las causas justas y no se dan cuenta de que los están engañando con fines políticos.

Cuando el cónsul inglés Basil Cave se enteró, le mandó un aviso a Barghash para que se estuviera quieto y no se metiera en problemas. Pero en lugar de ello, éste comenzó a reunir a sus partidarios en la plaza del Palacio, aproximadamente unas 2,800 personas, la mayoría civiles armados con fusiles y mosquetes. Contaba también con unas cuantas ametralladoras, un cañón de bronce del siglo XVII (dos siglos atrás) y una batería de cañones modernos que el emperador de Alemania, competidor de Inglaterra en esa zona, le había regalado a un sultán anterior, con ganas de meter desorden en los asuntos ingleses y ver así la posibilidad de cambiar la protección inglesa por la alemana en el archipiélago. Vaya, que al pobre Zanzíbar se lo peleaban los dos matones del barrio.

Sabiendo que la fuerza inglesa radicaba principalmente en su marina de guerra, Barghash decidió contar con la propia y se apoderó el viejo yate real HHS Glasgow, construido de madera, al que hizo subir algunas de sus ametralladoras.

El HHS Glasgow antes de la batalla...

Glasgow
...y después.

El cónsul inglés le puso entonces un ultimátum. Si no deponía su actitud y reconocía al sultán elegido por Gran Bretaña antes de las 9 de la mañana del 27 de agosto, se consideraría una rebelión en toda regla y las fueras de Su Majestad procederían en consecuencia. Para demostrar que iban en serio, comenzaron a llegar al puerto algunos barcos de guerra ingleses hasta sumar cinco, perfectamente artillados y acorazados. Contaban además con 150 marines reales y la ayuda de 900 zanzibareños que estaban en contra de Barghash. Éste, por su parte, aprovechó el tiempo para buscar el apoyo de los cónsules de Estados Unidos y Alemania, pero éstos se hicieron como el tío Lolo.

Así quedó el harén y el faro frente al puerto.

Al llegar el plazo fijado, el cónsul inglés, que ya contaba con la autorización de su gobierno, ordenó abrir fuego a sus barcos. En cuestión de minutos hundieron al yate real zanzibareño, bombardearon el harén y dirigieron sus cañones contra el palacio del sultán, mismo que redujeron a escombros, tras lo cual Barghash arrió su bandera y buscó refugio en el consulado alemán, de donde escaparía después protegido por los alemanes para esconderse en Tanzania, colonia alemana en aquella época. Los historiadores que han tratado el tema no se ponen de acuerdo en un aspecto: si la guerra duró 38 minutos o 45. ¡Vaya! Todo un récord. Los muertos fueron 500 de parte del sultán rebelde y 100 de parte de los ingleses, claro que todos ellos pertenecientes a las fuerzas zanzibareñas que los apoyaron. Ingleses lo que se dice ingleses, sólo hubo un herido y ni siquiera fue grave.

Así le dejaron el palacio al pobre sultán.

Concluida la guerra (más bien el bombardeo a lo gandalla), los ingleses impusieron a su sultán pero con algunas modificaciones: ya no tendría ninguna autonomía y dependería completamente de Inglaterra. Además, tendría que pagar las balas que se utilizaron en el bombardeo, además de reconstruir el palacio y todos los edificios que resultaron dañados. En otras palabras, tuvieron que pagar por los daños que a ellos les causaron. Todo un ejemplo de justicia internacional.

Durante la Primera Guerra Mundial los ingleses le quitaron sus colonias a los alemanes, incluyendo Tanzania, logrando también apoderarse de Barghash, al que recluyeron en las islas Seychelles y después en Santa Elena (sí, la misma isla en la que murió Napoleón Bonaparte).

Todo esto puede parecer cómico, pero en realidad no lo es. Aunque rápida, esta guerra fue un claro ejemplo de la conducta agresiva de los europeos para con los africanos y una muestra más de que los únicos intereses que valían eran los de las potencias coloniales. Zanzíbar perdió su escasa independencia y se convirtió en una colonia más del Imperio Británico hasta 1963, en que la recuperó, aunque por poco tiempo, pues en 1964 fue anexionado a Tanzania. No fue una guerra de juguete, como podría pensarse, sino una guerra en toda regla en la que una poderosa potencia aplastó al pequeño país que osó, por los motivos que fueran, plantarle cara.




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